A raíz de la severa escasez de agua potable que La Paz atravesó el año pasado, el Gobierno Municipal decidió privilegiar la utilización de plantas nativas y material inerte, como azulejos de colores, para adornar las áreas verdes de la ciudad. Sin embargo, las lluvias han regresado, y con ello, el agua de las represas así como de las vertientes. Por este motivo, la municipalidad ha decidido volver a plantar flores de colores en los jardines paceños.
Se trata sin duda de una buena noticia para la ciudadanía, máxime tomando en cuenta que las áreas verdes contribuyen a mantener el aire limpio y la humedad en las ciudades, amén de permitirles a los atribulados habitantes encontrar sosiego en la naturaleza. Empero, no se puede pretender disfrutar de los beneficios de estos espacios si antes no se los cuida y se respeta la función para los que han sido creados.
Y es que lamentablemente no sobran los “ciudadanos” que encuentran en la destrucción del césped y de los arreglos florales una forma de entretenimiento. O aquellos que conciben estos lugares como botaderos y/o mingitorios municipales, especialmente durante las entradas folklóricas y otros festejos. También están los que se niegan a usar las pasarelas y optan por atravesar las jardineras que separan las calzadas para “cortar camino”, entorpeciendo el tráfico vehicular y poniendo en riesgo su salud. De allí la importancia de inculcar en la ciudadanía el principio de que todo privilegio, como el disfrute de la naturaleza, conlleva también una responsabilidad.