La Paz ‘maraVillosa’
Desde entonces a nuestra urbe le sucede lo que el dicho ‘hazte de fama y échate en cama’, afirma
El 7 de diciembre se cumplieron tres años de la declaratoria de La Paz como “Ciudad maravilla”, un reconocimiento que más allá de cualquier controversia le permitió posicionarse como un importante destino turístico. Sin embargo, desde entonces a nuestra urbe le sucede lo que el dicho “hazte de fama y échate en cama” afirma, debido a la forma en la cual la administración municipal se ha venido conduciendo. Pareciera que para las autoridades municipales el reconocimiento de La Paz como ciudad maravilla constituyó un fin en sí mismo, pues poco se ha hecho para justificar ese reconocimiento, y lo que se hace en términos de obra pública tiene un efecto tan minúsculo que hace sospechar que la ciudad les viene quedando muy grande a dichas autoridades.
Hace unos años, las diferencias entre las zonas de la ciudad eran fácilmente distinguibles; el centro, las laderas y la zona Sur eran desigualmente atendidas, pero hoy la desatención parece generalizada, si se toma en cuenta el simple estado de las aceras, que constituye una grosería para el ciudadano de a pie en una ciudad que por sus características hace de éstas un recurso vial fundamental. Pero hoy, caminar por las calles no solamente resulta riesgoso, sino que además provoca una total desazón, sobre todo cuando se escucha a la autoridad municipal justificar que la Alcaldía no puede hacer nada por el arreglo de las aceras, ya que ello le correspondería a las instancias encargadas del servicio de saneamiento.
Causa desazón también cómo la obra del Gobierno Municipal fomenta la lumpenización y la vandalización en el centro de la ciudad, antes espacio de cohesión social. Por ejemplo, el puente de la Pérez Velasco y sus inmediaciones fungen como espacios de presunción de pobreza, informalidad y abandono. Y ni que decir de los sitios emblemáticos de la zona oeste cuando los comerciantes dejan desnudas sus calles.
Tal vez para quien transita día a día por la ciudad su deterioro no sea evidente, debido a la normalización en el cotidiano de las malas condiciones de vida; pero para quien llega de cuando en cuando a La Paz ese estado de deterioro parece acentuarse cada vez más, no coincidiendo con la mediatización de la obra municipal, a través de la cual se presumen, por ejemplo, finanzas limpias (que no tendrían por qué no estarlo) para el acceso a créditos de construcción de modernos viaductos, la conquista de premios, o la postulación de la ciudad a los Juegos Deportivos Bolivarianos, cuando obras detenidas, promesas incumplidas, como la ampliación del Bus PumaKatari o la carencia de escenarios deportivos exhibida en los recientes juegos plurinacionales hablan de otra realidad.
Ni la orientación política de la gestión municipal resulta digna de reconocerse, ya que aquellos intentos por tratar de controlar a los transportistas, primero, y a los comerciantes minoristas, después, resultaron en una broma de mal gusto para el ciudadano. Pero algunos sostienen que el principal logro del gobierno de la ciudad fue haber conseguido una institucionalidad que hace 14 años era inexistente. El problema es que el costo de ese supuesto logro parece elevarse día a día con el consecuente desgaste de la gestión, evidencia de lo cual es la utilización de la institución en el posicionamiento de su máxima autoridad, erogando grandes cantidades de presupuesto en publicidad.
A nuestra ciudad le hace falta ser administrada de diferente modo, y quizá no por un señorío clasemediero, sino por una representación múltiple de nuestro ser social entre los que se deben encontrar ciudadanos de a pie que padecen el problema del transporte, la contaminación y los efectos de un paisaje imperfecto que ha venido siendo agravado por la vileza del descuido municipal.