¿Hasta cuándo la necedad en salud?
Constituye un desacierto banalizar la situación y manejarla sin certidumbre de solución.
Nada justifica que se persista en mantener sin solución antiguos conflictos en el ámbito de la salud como los decretos 3091 y 3092, que autorizan la libre afiliación a las cajas e impulsan la creación de la Autoridad de Fiscalización y Control del Sistema Nacional de Salud; y más bien se agreguen nuevas provocaciones como el intento de criminalizar a los médicos en el nuevo Código Penal.
Manejar los conflictos desprestigiando las movilizaciones, las huelgas y a los profesionales solo estimula, justifica y potencia una reacción contraria de los gremios interpelados. Los que conocemos y hemos participado sostenidamente en el intento proactivo de solucionar los conflictos recurrentes del sector salud no tenemos duda de que el origen está en la tozudez de la Sra. Ministra de Salud, quien se resiste a cumplir el convenio firmado hace varios meses convocando a un comité, consejo o junta para que elabore, con la participación de todas las organizaciones involucradas, una sola ley integral de salud. Para esto deberían eliminarse los artículos y decretos cuestionados; pues estamos seguros de que su supresión no empeoraría la situación actual, pero sí dará fin a los conflictos.
Urge reconocer que la solución de la situación crítica del sistema nacional de salud no se reduce a la formulación de unos cuantos decretos. Tampoco resulta acertado que el Gobierno en vez de buscar soluciones integrales prefiera enfrentarse con las dirigencias por situaciones coyunturales recurrentes, con todo lo que ello implica: ataques, insultos, condicionantes y estrategias para prolongar el conflicto; cuando los problemas son mucho más amplios y urgentes de lo que parecen.
Por otra parte, tal parece que el mal asesoramiento que reciben los señores gobernantes les induce a percibir escenarios alejados de la realidad, llevándoles a formular declaraciones que los muestran como “odiadores” selectivos, con generalizaciones injustas contra los médicos a quienes tildan de mercantilistas y delincuentes. Según esta perspectiva maniquea, el sistema de salud funciona adecuadamente, pero el problema son los médicos, cuando en realidad el fracaso del sector deviene por varios factores como la ausencia de un plan participativo y concertador, así como la falta de profesionales capacitados y de equipos técnicos altamente calificados y estables que garanticen una gestión eficiente y un trabajo continuo.
La necedad podría llevar a situaciones extremas. Resulta irresponsable e indolente con los pacientes la estrategia de esperar el agotamiento de los movimientos reivindicatorios, amenazar con descuentos o condicionar las negociaciones a la suspensión del paro sin intenciones visibles de lograr acuerdos, aprovechando que una huelga indefinida nunca es total porque muchos médicos institucionales siguen asistiendo a sus pacientes, la atención de emergencias continúa y el trabajo permanente de los residentes e internos hace que el sistema de salud continúe funcionando a medias con su precariedad habitual.
También constituye un desacierto banalizar la situación y manejarla sin certidumbre de solución. La Ministra de Salud tendrá éxito si empieza a trabajar participativamente en soluciones estructurales. De otro modo, su gestión será recordada como una época de conflictos irresueltos, de un permanente e infructuoso enfrentamiento con algunos dirigentes gremiales, de marginamiento de muchas instituciones del sistema de salud, de mucha soberbia y de acciones aisladas y asistémicas intrascendentes. Sería vergonzoso para el Gobierno que pase otro año sin iniciar participativamente la construcción de un nuevo sistema de salud, de un seguro universal factible y de una ley integral que elimine los conflictos. En las condiciones actuales esto parece imposible.