El Consejo de Seguridad, no cabe duda, es la mesa más alta de la diplomacia mundial. La Carta de las Naciones Unidas le impone la responsabilidad del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Pese a contar con una estructura y composición anacrónica, es el epicentro de las decisiones multilaterales más relevantes.

Gracias al voto de la Asamblea General, y después de casi cuatro décadas, Bolivia ha sido miembro del Consejo de Seguridad en un año marcado por graves crisis internacionales: la posibilidad de una guerra nuclear en la península coreana, la guerra en Siria, la lucha contra el terrorismo, la peor crisis humanitaria desde de la Segunda Guerra Mundial, la ocupación ilegal de Palestina, la destrucción de Libia y sus consecuencias en África y Europa, el proceso de paz en Colombia y la precaria situación de Haití, para mencionar algunas.

Desde el inicio, la presencia de Bolivia en el Consejo estuvo marcada por una clara posición de defensa de los principios y propósitos de las Naciones Unidas, la defensa del multilateralismo; la promoción de soluciones pacíficas de controversias y la renuncia del uso de la fuerza; el respeto de la soberanía, independencia e integridad territorial de los Estados miembros; la igualdad de los Estados; y el respeto al derecho internacional.

El Consejo de Seguridad representa al conjunto de los miembros de la ONU y sus decisiones son de cumplimiento obligatorio. La complejidad de los asuntos que trata implican tanto largas negociaciones que terminan en consenso, como también el enfrentamiento de posiciones entre sus miembros y el disenso. Sin embargo, más del 95% de los productos acaban con la aprobación unánime de sus miembros. Lo que permite concluir que, por lo menos estadísticamente, el Consejo de Seguridad es más un punto de encuentro que de desencuentro.

Durante la gestión 2017, Bolivia ejerció la presidencia del Comité 1540 sobre la no proliferación de armas químicas, nucleares y biológicas. Esto en un contexto en el que se ha reportado el uso de armas químicas en Siria. Ahora, de gozar con la confianza de los miembros del Consejo, Bolivia sería reelecta para presidir ese importante comité.

Bolivia presidió el Consejo de Seguridad durante junio de 2017. Debido a distintos factores, fue el mes con más reuniones realizadas, con más resoluciones adoptadas y con más audiencias públicas. Asimismo cabe destacar que durante nuestra presidencia el Consejo llevó adelante una reunión sobre “Diplomacia preventiva y Aguas transfronterizas” con la presencia del presidente Evo Morales y un debate sobre la cuestión palestina. Además, organizamos y lideramos una misión del Consejo hacia Haití. Posteriormente, como una propuesta boliviana, el Consejo adoptó por primera vez una resolución sobre la acción contra minas.

Bolivia está a la mitad de camino de su presencia en el Consejo de Seguridad. Durante 2018 enfrentaremos desafíos muy complejos. Entre varios otros es posible destacar los siguientes: la relación entre Estados Unidos y Corea del Norte, que no tiene perspectivas de un mejoramiento cercano; el cambio en la correlación de fuerzas en Siria representará nuevas fricciones; el interés de EEUU de romper el acuerdo nuclear alcanzado con Irán será, con seguridad, una fuente de conflicto; la dramática situación en Libia tendrá repercusiones globales; y en Colombia el proceso de paz tendrá como desafío enfrentar las elecciones.

Como puede verse, Bolivia está en la primera línea de la diplomacia mundial y su voz, propuestas y acción son aporte a la paz en el mundo.

Sacha Sergio Llorenti Soliz es representante Permanente del Estado Plurinacional de Bolivia ante la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York.