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Giro sin tornillos

Cada caso nacional debe ser evaluado a partir de sus connotaciones particulares.

/ 24 de diciembre de 2017 / 04:00

Desde hace un par de años, las evaluaciones y análisis prospectivos sobre la política en la región están teñidas de dos nociones que parecen análogas, pero no lo son: “fin de ciclo” y “giro a la derecha”. Paulatinamente la primera acepción fue desplazada por la segunda, como si se tratara de la confirmación de una tendencia que incluye la orientación del voto en contiendas electorales y los rasgos del lazo representativo entre política y sociedad.

Respecto al “fin de ciclo”, es preciso destacar que se trata de un vocablo que tiene un carácter impreciso respecto a su objeto de estudio, puesto que se usa para referirse, indistintamente, a la culminación de un “ciclo político” o al inicio de nuevo “ciclo estatal” en la región.

En esa veta es necesario insistir en la distinción entre ambos ciclos, puesto que se distinguen por su temporalidad. En esta ocasión nos referimos solamente al “ciclo político”, porque existen señales de un cambio en el mapa político de la región en los últimos dos años con un signo distinto al “giro a la izquierda” que caracterizó a la democracia durante los primeros 15 años de este siglo. Y por eso la utilización de su contracara enunciativa: “giro a la derecha”. Una afirmación que ponemos en cuestión.

Respecto al fin de un ciclo que se expresa en un “giro a la derecha” me interesa destacar algunas apreciaciones. La última elección presidencial fue la chilena, contienda que se definió en segunda vuelta; un dato nada desdeñable, y el titular de The New York Times fue taxativo: “La victoria de Piñera refuerza el giro a la derecha de América Latina”; taxativo e impreciso.

Para reforzar esta apreciación cito a Manuel Antonio Garretón, quien en su artículo Chile, más polarizado”, publicado en Le Monde Diplomatique, dijo lo siguiente, antes de la victoria de Piñera: “En este escenario, lo más probable es que si la derecha mejora su porcentaje en la segunda vuelta (…), esto se deba menos a un aumento de los votos que al menor número de votantes (…). Esto desmiente una de las primeras falacias con que a menudo la opinión pública y algunos analistas evalúan los resultados de la primera vuelta: la idea de que Chile seguiría un discutible patrón latinoamericano de giro a la derecha.

Un eventual triunfo de Piñera se explicaría por las razones señaladas y no por un supuesto giro histórico fundamental”. De manera puntual pone en cuestión la existencia de una tendencia, un “patrón latinoamericano de giro a la derecha”, concebida como parte de un “supuesto giro histórico fundamental”.

Es decir, cada caso nacional debe ser evaluado a partir de sus connotaciones particulares. Adicionalmente, deben establecerse parámetros para agrupar procesos políticos por afinidad antes de concluir con la afirmación inequívoca de que la región asiste a un “giro a la derecha”. Basta con mencionar los casos de Ecuador, Venezuela y Honduras que problematizan esa afirmación. O lo que acontece en el proceso político brasileño, que muestra una señal sugerente, destacada por el diario español El País hace un par de días: “Lula se dispara en las encuestas mientras avanza el proceso que puede inhabilitarle”. Y afirma: “En los últimos meses (…) su popularidad ha crecido (…) hasta situarse en un 45%, más del doble que sus potenciales adversarios”.

En suma, este panorama exige prestar similar atención al lazo representativo entre fuerzas políticas y sociedad y a los efectos políticos de los resultados electorales y de las acciones parlamentarias o judiciales. Tarea de fin de año.

Fernando Mayorga es sociólogo. Blog: pioresnada.wordpress.com; Twitter: ferXmayorga

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La levedad del debate

No se proponen ajustes o cambios radicales al Estado Plurinacional.

/ 8 de mayo de 2019 / 12:00

El modelo de Estado no es un tema central en el proceso electoral, excepto en su faceta normativa. No existen mayores divergencias en torno al modelo económico pero sí evidentes discrepancias respecto al orden político. Por ahora, ninguna fuerza opositora cuestiona el papel del Estado como actor económico relevante ni plantea una propuesta alternativa. Con la nacionalización y la implementación de políticas redistributivas se instauró una “matriz estado-céntrica” que no es motivo de divergencia. Los candidatos opositores reconocen la estabilidad y el crecimiento, así como la disminución de la pobreza y la desigualdad como logros que se deben mantener; por eso enfocan su crítica en la calidad de la gestión pública y en la corrupción, no en el modelo económico.

En torno al modelo político, las críticas opositoras son tenaces puesto que rechazan el formato de sistema de partido predominante —vigente desde 2009— que se expresa en la concentración de poder en el MAS, que tiene control del órgano legislativo con mayoría calificada. La reproducción de este orden político bajo el mando de Evo Morales es el objetivo del MAS desde la convocatoria al referéndum 2016. La disputa en torno a su repostulación se tradujo en protestas impulsadas por la oposición partidista y las “plataformas ciudadanas”, pero decayeron después de las elecciones primarias que definieron el espectro de binomios presidenciales.

Las fuerzas políticas iniciaron sus campañas en enero, precisamente en el décimo aniversario de la aprobación de la CPE y del Estado Plurinacional. Empero, el modelo estatal no es un tema prioritario y se expresa en un “olvido” oficialista y en impugnaciones opositoras de índole normativa. El MAS no difunde un discurso sostenido acerca de la importancia del modelo estatal. Algunas políticas siguen tenuemente la línea de la descolonización y la despatriarcalización y es débil el apoyo institucional a las autonomías indígenas. En el mensaje presidencial del 22 de enero, Evo Morales se concentró en evaluar los logros del “proceso de cambio” sin mencionar al Estado Plurinacional.

Por su parte, varios candidatos opositores cuestionan el Estado Plurinacional invocando la República como su antípoda. Asimismo, ha retornado la propuesta de un modelo estatal basado en las autonomías departamentales, pero matizado de federalismo. Entre los candidatos que impugnan el carácter plurinacional del Estado se destaca Carlos Mesa, que enarbola la República como un modelo basado en la división de poderes y la ciudadanía liberal. Por su parte, Óscar Ortiz enarbola la profundización de las autonomías departamentales con molde federalista. Jaime Paz Zamora y Víctor Hugo Cárdenas tienen impugnaciones más radicales pero, por tal motivo, son marginales. En suma, el Estado Plurinacional no es objeto de evaluación para proponer ajustes y modificaciones.

Esta levedad en el debate electoral sobre el modelo estatal se explica porque no hay polarización ideológica, puesto que no existen clivajes    —fracturas o contradicciones— que dividan a la sociedad, a diferencia de lo acontecido en el proceso constituyente. Si bien entre 2017 y fines de 2018 la oposición instaló la antinomia democracia/dictadura en el espacio de discursividad política, ese pretendido clivaje se debilitó al compás del proceso electoral que tiende a concentrarse en otras antinomias: estabilidad/cambio (óptica opositora) o estabilidad/incertidumbre (óptica oficialista).

Complementariamente, un dato decisivo es que los principales candidatos (Morales, Mesa y Ortiz) han asumido posiciones moderadas, que dan cuenta de una convergencia centrípeta en el campo político-electoral que distingue, notablemente, el proceso electoral boliviano de otras experiencias (Argentina, Brasil, Colombia y Venezuela), signadas por una intensa polarización política y múltiples fracturas sociales.

Estos son los rasgos de conducta y tono de campaña de los actores estratégicos en esta fase de las elecciones. Las posturas radicales en ideología, a la usanza de Bolsonaro, tienen emisores marginales y no calan en la opinión pública; y las propuestas antitéticas en economía, al estilo de Macri, carecen de emisores por razones obvias. No se descarta que agentes externos —actores no políticos— intenten provocar un cambio en las posturas de las principales candidaturas con la intención de generar un clima de polarización para afectar la legitimidad y fortaleza de la venidera gestión gubernamental; pero esa es otra historia.

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