Giro sin tornillos
Cada caso nacional debe ser evaluado a partir de sus connotaciones particulares.
Desde hace un par de años, las evaluaciones y análisis prospectivos sobre la política en la región están teñidas de dos nociones que parecen análogas, pero no lo son: “fin de ciclo” y “giro a la derecha”. Paulatinamente la primera acepción fue desplazada por la segunda, como si se tratara de la confirmación de una tendencia que incluye la orientación del voto en contiendas electorales y los rasgos del lazo representativo entre política y sociedad.
Respecto al “fin de ciclo”, es preciso destacar que se trata de un vocablo que tiene un carácter impreciso respecto a su objeto de estudio, puesto que se usa para referirse, indistintamente, a la culminación de un “ciclo político” o al inicio de nuevo “ciclo estatal” en la región.
En esa veta es necesario insistir en la distinción entre ambos ciclos, puesto que se distinguen por su temporalidad. En esta ocasión nos referimos solamente al “ciclo político”, porque existen señales de un cambio en el mapa político de la región en los últimos dos años con un signo distinto al “giro a la izquierda” que caracterizó a la democracia durante los primeros 15 años de este siglo. Y por eso la utilización de su contracara enunciativa: “giro a la derecha”. Una afirmación que ponemos en cuestión.
Respecto al fin de un ciclo que se expresa en un “giro a la derecha” me interesa destacar algunas apreciaciones. La última elección presidencial fue la chilena, contienda que se definió en segunda vuelta; un dato nada desdeñable, y el titular de The New York Times fue taxativo: “La victoria de Piñera refuerza el giro a la derecha de América Latina”; taxativo e impreciso.
Para reforzar esta apreciación cito a Manuel Antonio Garretón, quien en su artículo Chile, más polarizado”, publicado en Le Monde Diplomatique, dijo lo siguiente, antes de la victoria de Piñera: “En este escenario, lo más probable es que si la derecha mejora su porcentaje en la segunda vuelta (…), esto se deba menos a un aumento de los votos que al menor número de votantes (…). Esto desmiente una de las primeras falacias con que a menudo la opinión pública y algunos analistas evalúan los resultados de la primera vuelta: la idea de que Chile seguiría un discutible patrón latinoamericano de giro a la derecha.
Un eventual triunfo de Piñera se explicaría por las razones señaladas y no por un supuesto giro histórico fundamental”. De manera puntual pone en cuestión la existencia de una tendencia, un “patrón latinoamericano de giro a la derecha”, concebida como parte de un “supuesto giro histórico fundamental”.
Es decir, cada caso nacional debe ser evaluado a partir de sus connotaciones particulares. Adicionalmente, deben establecerse parámetros para agrupar procesos políticos por afinidad antes de concluir con la afirmación inequívoca de que la región asiste a un “giro a la derecha”. Basta con mencionar los casos de Ecuador, Venezuela y Honduras que problematizan esa afirmación. O lo que acontece en el proceso político brasileño, que muestra una señal sugerente, destacada por el diario español El País hace un par de días: “Lula se dispara en las encuestas mientras avanza el proceso que puede inhabilitarle”. Y afirma: “En los últimos meses (…) su popularidad ha crecido (…) hasta situarse en un 45%, más del doble que sus potenciales adversarios”.
En suma, este panorama exige prestar similar atención al lazo representativo entre fuerzas políticas y sociedad y a los efectos políticos de los resultados electorales y de las acciones parlamentarias o judiciales. Tarea de fin de año.
Fernando Mayorga es sociólogo. Blog: pioresnada.wordpress.com; Twitter: ferXmayorga