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Crackers vs. hackers

Por lo general, las connotaciones de la palabra “hacker” suelen ser negativas, pues se la asocia con una persona especialista en informática e internet que utiliza sus habilidades y conocimientos en beneficio propio o para hacer daño a terceros, ingresando por ejemplo a correos electrónicos o cuentas bancarias, creando virus o saboteando páginas web.

Sin embargo, según aclaran los propios hackers en un reportaje publicado tiempo atrás en La Razón, estas acepciones no son correctas, pues aquellos que se aprovechan de la tecnología para hacer dinero a través de actividades ilícitas, robar información clasificada de las empresas, extorsionar a través de imágenes y datos personales, o incluso promover la trata y tráfico de personas son en realidad ciberdelincuentes o crackers.

En cambio los hackers, según explican los ciberactivistas, se esfuerzan para que la tecnología esté en función del bienestar de la humanidad, y su principal valor es el libre acceso a la información. Por este motivo se dedican a crear programas y herramientas tecnológicas útiles para resolver problemas y estudian e ingresan a los sistemas para hacerlos funcionar bien. En resumidas cuentas, su mayor motivación no es el dinero, sino contribuir a la sociedad.

Es decir que en el mundo de las computadoras e internet, al igual como ocurre en el resto de las áreas, existen personas con valores positivos, respetuosas de los derechos de los demás, dispuestas a poner sus conocimientos y esfuerzos en favor de la sociedad en su conjunto; pero también están aquellos que solamente les interesa su propio bienestar, sin valores, que utilizan sus conocimientos para obtener dinero o rédito personal; y entre medio, una diversa gamas de matices. A los del primer grupo, quienes se hallan imbuidos en este universo virtual los denominan como hackers; y a los del segundo grupo, crackers.

Ahora bien, más allá de estas definiciones, lo cierto es que las personas y las instituciones públicas y privadas son cada vez más dependientes de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, lo que a su vez las vuelve más vulnerables frente a los ataques de los crackers. Por ejemplo, de acuerdo con la Agencia para el Desarrollo de la Sociedad de la Información en Bolivia (ADSIB), en los últimos 10 años al menos 1.665 páginas web de instituciones públicas y privadas del país fueron atacadas. En cuanto a las estafas en el ciberespacio, los especialistas han registrado hasta 220 tipos diferentes.

Urge, en este sentido, articular esfuerzos para mejorar la seguridad en internet, algo que necesariamente pasa por mantener a la población correctamente informada, para que sepan cómo enfrentar los riesgos que circulan en el ciberespacio y evitar la usurpación de datos confidenciales.