Presidente, no se equivoque con otra cumbre
El intento fallido de realizar una cumbre de salud meses atrás debe servir para no repetir errores.
En innumerables oportunidades se sugirió lo que recientemente anunció el señor Presidente del Estado, convocar a todos los involucrados a un encuentro nacional por la salud y la vida, para transformar profundamente el sistema de salud. Entendemos que no se trata de otra “cumbre”, la cual no servirá para lograr las transformaciones estructurales que se requieren. Al parecer, la señorita Ministra de Salud, luego de la determinación del señor Presidente, recién adquirió conciencia de la verdadera situación del sistema de salud, y que para salir de la crisis cada vez más grave en la que se encuentra a pesar de las inversiones realizadas en estos años, se requieren transformaciones profundas que deben lograrse participativamente.
La pésima experiencia del intento fallido de realizar una cumbre de salud, a la que pude asistir en su primera y única fase, debe servir para no repetir errores. Los participantes formábamos parte de las cuotas concertadas para el ministerio del ramo, la Coordinadora Nacional de Salud (Conasa), la COB y universidades. La mayoría de los representantes no conocían a profundidad el tema. Amantes del discurso, ávidos de confrontación y pertrechados en sus sectores, algunos venían con la clara intención de hacer fracasar la cumbre; otros buscaban aprovecharse de ella para hacer méritos políticos que sirvan a sus aspiraciones personales. A su vez, los representantes de la universidad actuamos de manera proactiva y equilibradora. Se pretendió abarcar todo y con mucho detalle, siendo que se trataba solo de la fase preparatoria. El Ministerio de Salud buscó imponer sus posiciones sistemáticamente, enfrentándose con algunos dirigentes gremiales que, por su lado, se oponían a todo. Finalmente, triunfaron los que necesitan de los conflictos para mantenerse vigentes y los que buscaban prebendas, haciendo fracasar la cumbre de salud. Fue un intento francamente politizado, partidizado y poco sincero que no debe repetirse.
El encuentro que convocará el señor Presidente debería cumplir solo dos objetivos, lograr una gran concertación nacional y dar las líneas maestras para el nuevo sistema de salud, el seguro universal y la Ley Integral de Salud, sin intentar resolver todo. Para lograr consensos, no tiene que organizarse una asamblea conformada por decenas o centenas de personas no comprometidas y poco conocedoras de la temática, sino una conjunción de los mejores cuadros con criterio técnico más que político, designados por los ministerios de Salud, Economía y Justicia; gobiernos departamentales y municipales; facultades del área de salud; colegios profesionales, seguros de salud a corto plazo; instituciones privadas y organizaciones sociales. Un órgano constituido por no más de 20 personalidades técnicas y académicas, designadas por decreto, debe ser el que ejecute la delicada tarea de elaborar los proyectos en un periodo no mayor a cuatro o cinco meses.
Para lograr los resultados que requiere el país, el encuentro necesita desarrollarse en un ambiente de concertación y no de lucha, la cual lleva a la maniobra y la manipulación para imponer posiciones. Las propias instituciones deben usar la inteligencia para abstenerse de designar representantes confrontadores, con proyectos personales o con objetivos partidarios. Asimismo, deben desaparecer todos los factores perturbadores, permitiendo crear un ambiente de concordia imprescindible para enfrentar el desafío histórico de realizar participativamente grandes transformaciones que permitan atender el derecho a la salud de todos los bolivianos. Si se consigue construir confianzas y hay sinceridad, no debería haber dificultad para abrogar, derogar, anular o dejar en suspenso las leyes, decretos o artículos que lo único que han hecho es causar sufrimiento, incertidumbre y enfrentamientos en la población, sin mejorar sustancialmente la precaria situación de salud de los bolivianos.
Esta puede ser la oportunidad que Bolivia estaba esperando; pero también puede constituirse en otro fracaso si se mantienen prácticas perversas que caracterizan a politiqueros y mediocres de uno y otro lado.