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Coyuntura compleja y preocupante

Cuando escribimos estas líneas, mediodía del viernes 12, no es posible todavía vislumbrar un desenlace del clima de malestar que el país vive desde hace varias semanas. Como dice un conocido conductor de televisión, los acontecimientos están en “pleno desarrollo”. No se ha producido un alto y menos un viraje en la situación pese a los precarios acuerdos con los médicos, el adelanto de los preparativos del Carnaval y un descomunal despliegue diversionista en torno al paso del Dakar por territorio boliviano (espectáculo circense que muchos venimos criticando por ruidoso, oneroso, atentatorio al medio ambiente y de dudosa utilidad para la promoción turística del país).

Sin embargo, hay ya varios elementos verificables que se prestan para el análisis y pueden marcar tendencias. En primer lugar, se hace evidente que el apoyo con el que contaba el Gobierno actual y la fuente de su legitimidad han disminuido considerablemente. La “correlación de fuerzas” revela que el respaldo gubernamental tiende a reducirse al “núcleo duro” de adherentes, que estará a pie firme con el proceso hagan lo que hagan sus líderes. ¿Eso alcanza para seguir venciendo en las urnas? ¿Tendrá la dirigencia del MAS, si es que existe como núcleo colegiado, un mínimo de sentido autocrítico para rectificar errores y parar el deterioro? Que hay manos negras que manejan ciertos hilos conspirativos, por supuesto; lo raro sería que no existieran. Pero suponer que eso lo explica todo es un error garrafal, es el cojo echándole la culpa al empedrado.

Por otra parte, la oposición derechista con representación parlamentaria ha demostrado, una vez más, su proverbial incapacidad, su falta de propuestas, su mediocre y desgastado liderazgo. Si fueran coherentes, cuando menos Samuel Doria Medina y Jorge Quiroga debieran haberse sumado a la huelga de hambre promovida por la dirigente trotskista Wilma Plata. En realidad, el Gobierno les hace un favor atribuyéndoles ser los inspiradores y autores de las últimas movilizaciones y bloqueos. Por ello, y como algo nuevo, parece estar surgiendo una oposición desmarcada de esos partidos y que se autoproclama “ciudadana”, fenómeno que podría tener futuro, sobre todo si es capaz de separar la paja del trigo. Es decir, si es capaz de neutralizar la delirante irracionalidad y los resabios racistas que destila una parte de la oposición feisbuquera y wattsapera.

La actitud del sector salud frente al Código Penal demanda un estudio pormenorizado del que no puede excluirse como elementos centrales la desinformación, los rumores falsos, las mentiras flagrantes y un espíritu corporativo digno de mejores causas. Pero, a nuestro juicio, fue apenas el detonante de la crisis. Pudo ser otro el tema y otros los actores que jueguen ese rol. La cuestión es más de fondo.

El proceso de cambios iniciado en 2006 con la llegada de Evo Morales al Gobierno atraviesa su peor momento. El bloque de fuerzas sociales que le dio sustento se ha erosionado gravemente, con la pérdida de amplios sectores de la clase media y una errática política de alianzas que privilegia la relación con el empresariado desarrollista, aliado tan inseguro como oportunista.

Las propuestas que enarboló están agotadas o distorsionadas y las nuevas de continuismo y estabilidad no seducen a nadie. Existen demasiadas contradicciones entre lo que se dice y lo que se hace. Hay una utilización abusiva de los aparatos del poder. Las campañas propagandísticas, en vez de destacar logros innegables, provocan el efecto contrario. La amenaza de ejercer legalmente la violencia desde el Estado se deslegitima, pues la institucionalidad creada por el proceso y que tiene su máxima expresión en la Constitución no es cumplida ni respetada.

Los cambios son más que urgentes, pero no se los ve venir. Y así, cualquier cosa puede pasar.