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Reto económico

Las proyecciones sobre el comportamiento de la economía mundial son positivas para el 2018. Este contexto puede aportar oxígeno adicional a la política macroeconómica boliviana y contribuir a sostener el crecimiento en el corto plazo. Más allá de eso, sería deseable que la coyuntura sea también aprovechada para solidificar las bases de mediano plazo de nuestro desarrollo.

El Banco Mundial ha proyectado una tasa de crecimiento para la economía global de un 3,1%, después de un 2017 en el que el desempeño económico fue mejor del previsto. Se prevén indicadores positivos en Estados Unidos, Europa y China. También se anuncia una recuperación en la inversión, las manufacturas y el comercio exterior; lo cual permitiría a las economías exportadoras de productos básicos beneficiarse con el alza de los precios de esos bienes.

La región latinoamericana crecería a una tasa del 2%, y esta dinámica sería significativa en economías relevantes para el país como Brasil, Argentina y Chile. En suma, hay consenso en que los escenarios económicos mundiales y regionales están mejorando después de varios años de incertidumbre. De hecho, en los últimos meses el precio del petróleo ha aumentado, llegando a cotizarse en torno a los $us 65 el barril. También se han registrado mejoras en los precios de los minerales y granos.

Estas tendencias generarían efectos positivos en Bolivia, sobre todo con el aumento de las exportaciones, lo cual a su vez contribuiría a reforzar la situación fiscal y la disponibilidad de divisas. Aunque esto no implica un retorno al periodo del boom exportador, podrían fortalecerse los márgenes para una política económica que favorezca el crecimiento sostenido y la estabilidad en ciertas variables clave como los precios.

Es decir que se está configurando un escenario moderadamente optimista para este año que comienza. Para materializarlo, resulta crucial que el Gobierno acompañe activamente este contexto, optimizando la gestión de las áreas exportadoras estratégicas estatales, como la industria gasífera, y la puesta en marcha de facilidades para los sectores exportadores privados, por ejemplo de los productos agroindustriales; sobre todo tomando en cuenta que estos sectores resultan fundamentales para garantizar la estabilidad macroeconómica en los próximos años.

Este panorama debería servir no solamente para lograr objetivos de corto plazo ni fomentar la autocomplacencia. Los retos de mediano plazo de la economía deben ser igualmente considerados al momento de aprovechar la coyuntura en al menos dos aspectos. Por un lado, generando condiciones para acelerar las inversiones estatales y privadas necesarias para aumentar el potencial productivo de viejos y nuevos sectores estratégicos; y, por otro, para impulsar una transición ordenada y paulatina hacia un equilibrio fiscal, que contemple una reducción significativa del déficit de la cuenta corriente.