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Santa Veracruz Tolata…

El 20 enero de 1974, cumpliendo instrucciones del FMI, el gobierno del general Banzer decretó una elevación de precios para los artículos de primera necesidad. De inmediato subieron los costos de otros productos, como los insumos agrícolas. El 24 de enero, campesinos del Valle Alto bloquearon en protesta la vía Cochabamba-Santa Cruz, con focos en Quillacollo y Sacaba. El 28, Banzer impuso el estado de sitio, y el día 29 tanques de guerra del Tarapacá y tropas del CITE dispararon a la multitud en Tolata y Epizana. Murieron 16 agricultores (se dijo que fueron más), 43 quedaron heridos y 21, presos.

Con tamaña matanza se hizo añicos el pacto militar-campesino que en 1966 impuso otro tirano, el dictador con botas René Barrientos Ortuño, para reprimir la insurgencia obrera y popular contra la dictadura proimperialista.

En febrero de ese mismo año, desterrado en Lima, compuse un relato poético de aquella matanza y puse palabras quechuas en cada copla, al modo que lo hacen en Valle Hermoso los devotos del Señor de la Veracruz (que ellos nombran Velacruz); versos con sarcasmo no exentos de queja.

Hace 44 años, pues, escribí esto: “Doce coplas sumergidas en una uypula de sangre, con el corazón en duelo por la Masacre del Valle: / Warapu de chicha fría brindada por la bandera, virgen de la rebeldía bloqueando la carretera. / La wallunka de la huelga se mece por el paisaje, cruza de Tolata a Melga, vuelve de Cliza a Carcaje.

Cuando un chiwancu se para en la paz de una retama, un cazador le dispara solo por hacerse fama. / Si un tarajchi mañanero en una jarka se mueve, siempre un perdigón certero mutila su canto leve. / Ay, angustia contenida, apacheta del desvelo, queja de jurkuta herida sin poder levantar vuelo.
Martes de la mala suerte, la justicia es un oasis, ¿a quién reclamar la muerte de 26 llajtamasis? / ¿Qué cosa ha de pesar más si pongo en una balanza la venganza contumaz y el ayni de la esperanza? / Desdeñosa pichitanka, tarajchi nunca enjaulado, ingrata jurkuta blanca, chiwancu desamorado.
Waway waway nillahuanqui, Santa Velacruz tatala, y el imperialismo yanqui ordena meternos bala. / No quiero la paz del sauce ni el silencio de la ulala, ahora soy río sin cauce, Santavela Cruz tatala.

No habrá injusticia que crezca ni el olvido tendrá abono, la sangre se agita fresca en el ppuñu de mi encono. / Minka del valor remoto, unión lograda a destajo, ahora que el Pacto está roto, ¡atipasúnchej, carajo!”.

Atipasúnchej significa venceremos. Aquellos campesinos persistieron y vencieron democráticamente a sus opresores. Ahora están gobernando Bolivia. Nos cambiaron esa república injusta por esta patria digna, donde vivo y escribo. Atipasancu: están venciendo.

Es periodista.