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Friday 19 Apr 2024 | Actualizado a 03:35 AM

Abrogación que trivializa la salud

El gran movimiento histórico iniciado por médicos y estudiantes de medicina no debe quedar truncado.

/ 24 de enero de 2018 / 04:18

Por diversas razones, muchos profesionales-docentes consideramos que, independientemente de cómo termine el conflicto médico, nada garantizará las transformaciones profundas que pedimos para el sistema de salud, porque en el fondo hay dirigencias y autoridades gubernamentales que anteponen otros objetivos. En diversas publicaciones, entrevistas y participaciones formales hicimos ver que los decretos 3091, 3092, 3385 y el Art. 205 del Código del Sistema Penal (Ley 1005) eran intrascendentes para la compleja situación del sistema de salud, cuya grave crisis la Ministra del ramo no quiso reconocer. Además, postulamos que mientras la Justicia sea corrupta, a pesar de la abrogación de las leyes y decretos cuestionados, los médicos podrán ser perseguidos, sancionados y extorsionados usando discrecionalmente otros instrumentos legales, y los verdaderamente culpables quedarán impunes.

La Asociación Boliviana de Facultades de Medicina ha planteado varias veces la necesidad de una Ley Integral de Salud que absorba la totalidad de leyes, decretos y artículos relacionado con el sector, dando fin con los conflictos; y que necesariamente debiera estar en armonía con un nuevo sistema de salud y con el seguro universal, bajo un enfoque sistémico y de complejidad.

No obstante, el frenesí con que evolucionó el movimiento médico, fortalecido por los estudiantes y las huelgas de hambre, hizo que la población se adhiriera con nuevas demandas hasta lograr la abrogación del nuevo Código Penal, dejando en último plano la trasformación del sistema de salud, que era la prioridad y que ahora queda librada al azar de un encuentro por la salud y la vida convocado por la Coordinadora Nacional por el Cambio (Conalcam).

Si la aparente buena intención del Presidente se reduce a un encuentro por la salud poco técnico y politizado en el que se pretenda abarcar todo en dos días, tendremos otro desencanto más. Un evento de esa naturaleza debería limitarse a lograr un consenso nacional para impulsar la reforma profunda que necesitamos, y trazar las líneas maestras para resolver la desastrosa situación de salud que vive la mayoría de la población. Los detalles deberían ser realizados por un equipo limitado de personalidades técnicas y académicas de alto nivel, que representen a todos los sectores involucrados en el ámbito de la salud, con la autoridad y la independencia necesarias para elaborar los proyectos de interés nacional.

Para la cumbre, la Conalcam propone ocho puntos: un nuevo sistema único de salud universal y gratuita, dirección y organización del sistema de salud, fiscalización, financiamiento, formación y ejercicio profesional, un programa de Salud Familiar Comunitario Intercultural (Safci), control social y fortalecimiento de las cajas. Asimismo plantean que los participantes estén conformados en un 70% por representantes del Gobierno y organizaciones sociales y un 30% de profesionales, sin tomar en cuenta a las facultades de medicina y de la salud del país. Se podría mal pensar que esta propuesta, no oficializada, pretendería garantizar mayorías que impongan con el voto cambios que deben conseguirse por consenso. Haber logrado la abrogación de la Ley 1005 es una cosa, pero seguir postergando la reconstrucción del sistema de salud por otras demandas constituye una acción irresponsable.       

El histórico movimiento iniciado por médicos y estudiantes de medicina no debe quedar truncado, desviado únicamente hacia la abrogación de la Ley 1005; debemos iniciar de inmediato la construcción participativa de un nuevo sistema de salud, un seguro universal y una Ley Integral de Salud. De lo contrario, habrá fracasado el gran objetivo de esta cruzada; y como ocurrió en otras oportunidades, superada la coyuntura, la salud seguirá como siempre hasta una próxima movilización gremial, para la que nuevamente se acudirá a las facultades de medicina.

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El Seguro Social Universitario puede salvarse

Con modelos de gestión, atención y financiamiento modernos el Seguro Universitario podría refundarse exitosamente.

/ 29 de febrero de 2020 / 00:29

Hace algunos meses alertamos sobre la crítica situación que afectaba al Seguro Social Universitario (SSU), de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). Lamentablemente, autoridades de ese momento prefirieron ocultar la realidad, permitiendo que se acrecienten los factores que han contribuido a la debacle, como la contratación irregular de personal administrativo adicional con sueldos inexplicablemente altos, no se institucionalizaron los cargos y se continuó echando mano a los dineros de caja y bancos.

Por otro lado, la atención médica en consulta externa, las programaciones de cirugías y los estudios complementarios continuaron descontrolados por el modelo de gestión. Se permitió que profesionales privilegiados cumplan la mitad de su carga horaria para, supuestamente, atender a pacientes internados, hacer cirugías, asistir a juntas médicas y cursos de actualización o cualquier otra justificación improbada. Se han comprado servicios externos con dudosos contratos, incluso en áreas que brinda el propio SSU, y que se han suspendido de manera frecuente por falta de pago. Estos desvaríos de gestión, junto con otras deficiencias, han generado la actual situación, insostenible para los asegurados, beneficiarios y para el propio personal de la institución.

Para toda acción es necesario tener en claro que el SSU es propiedad de los docentes y trabajadores administrativos de la UMSA, y depende del Honorable Consejo Universitario. Por esta razón, su directorio lo preside el rector y lo componen representantes de docentes, trabajadores administrativos y jubilados de la UMSA. Atribuirle al SSU una supuesta autonomía con independencia total de la UMSA para manejarlo como su feudo fue la picardía de quienes lo llevaron al desastre actual. En un contexto de conflictos y enfrentamientos entre grupos de intereses se impusieron medidas insensatas, que provocaron una huelga prolongada declarada ilegal con descuento de salarios sin conseguir ninguna solución.

Todo esto demostró que la crisis del Seguro Social Universitario es integral y multifactorial. En consecuencia, la solución no solo pasa por echar a los gerentes o arrinconar a los sindicatos; ni en cambiar algunos funcionarios, reducir personal, suspender la compra de servicios externos, controlar el cumplimiento de funciones y horarios o comprar más servicios para cubrir la demanda. El SSU requiere una acción radical de inmediata reconstrucción institucional, diseñada sobre bases técnicas y científicas, a partir de un diagnóstico situacional y estudios matemático actuariales correctamente logrados por un equipo multidisciplinario de destacados profesionales de la UMSA y externos, además de la participación de organismos internacionales como la OPS/OMS y Unicef.   

Como lo expresamos en una oportunidad anterior, el Seguro Social Universitario tiene suficientes fortalezas, y la aplicación de medidas heroicas le permitiría salvarse. Para afirmar esto hemos establecido que el número de asegurados y afiliados es manejable, la planilla salarial para calcular aportes es proporcionalmente alta, la relación de trabajadores activos sobre pasivos es satisfactoria, y tiene infraestructura y equipamiento que puede optimizarse.

En conclusión, tenemos la certeza de que implementado modelos de gestión, atención y financiamiento modernos, como parte de un plan de transformación integral, se puede refundar exitosamente el Seguro Social Universitario. Es obvio que para esto la politización, partidización, los grupos de poder y todo rasgo de corrupción deben ser erradicados.

* Es exdecano de la Facultad de Medicina de la UMSA.

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Elecciones en la UMSA, ‘amarres’ y caudillaje

Con el actual sistema se adquieren compromisos preelectorales que pueden impulsar prácticas corruptas.

/ 18 de julio de 2019 / 23:58

La universidad pública enfrenta recurrentemente situaciones que afectan los principios de autonomía y el cogobierno docente estudiantil, así como a sus propias normas y reglamentos, causando trastornos que deben subsanarse oportunamente. Por ejemplo, con el actual sistema electoral laxo y la forma de elegir autoridades en la UMSA se adquieren compromisos preelectorales desmedidos que pueden impulsar prácticas corruptas para honrarlos. Aunque esto no siempre ocurre, gracias a docentes y estudiantes que preservan la honestidad en la gestión universitaria y no aceptan transgresiones porque “así nomás tiene que ser”.

En dos oportunidades se intentó implementar un nuevo sistema electoral confiable, digno y transparente. Infelizmente el primer intento naufragó y el segundo duró poco tiempo, porque rápidamente fue desvirtuado y retorcido hasta hacerlo fracasar.

Por otra parte, los requisitos para los candidatos se han ido suavizando, de manera que la experiencia, trayectoria académica y méritos perdieron preponderancia frente a otros atributos más eficaces para tomar el poder, como la capacidad para negociar, tranzar, “amarrar” y usar la demagogia eficientemente. A pesar de todo esto, nunca faltaron prestigiosos y destacados docentes que fueron verdaderos íconos en la UMSA.

Asimismo, el cogobierno docente estudiantil se ha ido distorsionando por la acción de los grupos de poder. Es así que desaparecieron los respetables cuadros estudiantiles de antaño, para dar espacio a una nueva estirpe de pragmáticos activistas, altamente ideologizados y políticamente alineados, revestidos de gelatinosos principios y valores que se “ofrecen” en un mercado libre de compra y venta de servicios electorales.

La aparición de candidatos a rector autoproclamados con excesiva anticipación forma parte de un peculiar entramado de caudillaje que no busca más tiempo para elaborar propuestas o conformar equipos técnicos de gestión, sino, anticiparse en negociar cargos, prometer ítems, contratar por adelantado a grupos de activistas, involucrar a trabajadores administrativos y conseguir patrocinios. Es decir, “amarrar”, término que describe los acuerdos obscuros por beneficios mutuos. Los grupos así estructurados organizan campañas costosas, basadas en parrilladas, farras, regalos, fiestas y otros despilfarros que algunos interpretan como “inversión” para la corrupción. Es obvio que los planes de trabajo no interesan en este esquema.  

Actualmente, los procesos electorales se inician con la conformación de comités electorales que los interesados buscan “copar” de cualquier manera, llegado a enfrentamientos graves con ese propósito. Incluso los sorteos aleatorios digitales son alterados. Dicen los que mejor saben que controlando el comité electoral se tiene ganada media elección. Y tienen razón, si se considera que hoy por hoy teniendo mayoría en un comité se puede manipular cronogramas, tiempos y requisitos; así como inhabilitar y habilitar a conveniencia candidatos, aunque eso signifique vulnerar sin escrúpulos los reglamentos.

Ocurre también que, desconociendo el principio de preclusión, y dependiendo de la correlación de fuerzas, el Honorable Consejo Universitario, sin ser su competencia, acepta impugnaciones, anula o aprueba resultados electorales y, cuando le hace falta, se apoya en criterios jurídicos elaborados a medida o con suficientes contradicciones e imprecisiones. Otro mecanismo que se usa para eliminar potenciales candidatos es llevarlos a proceso, contando para ello con operadores. Por estas actuaciones inadecuadas, algunos afectados han logrado que sus casos se reviertan, acudiendo a instancias judiciales extrauniversitarias.

Lo expuesto nos permite concluir que el sistema electoral actual de la UMSA genera un alto riesgo para la corrupción, y que urge la institución de una corte electoral universitaria conformada por notables que den confianza a los docentes, estudiantes y trabajadores administrativos dignos y honestos, que son la mayoría en la universidad. De otra forma, es fácil imaginar la clase de autoridades que tendremos.

* Exdecano de la Facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA).

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Seguro Universitario y rendición de cuentas

Pareciera existir una especie de pacto para no procesar a los responsables de la precaria situación del SSU.

/ 24 de junio de 2019 / 00:46

Hace pocas semanas, las autoridades del Seguro Social Universitario (SSU) de La Paz presentaron la “Audiencia Púbica de Rendición de Cuentas Final 2018”. Se trata de una práctica obligatoria frívola y rutinaria, en la que las instituciones se esmeran por brindar buenos refrigerios servidos por acicaladas azafatas. Los expositores hablan lo que les viene en gana, de lo maravillosas que son sus instituciones y de lo buenos que son para conducirlas. Si el que rinde cuentas es nuevo, garantiza que con su presencia salvará la institución. La pantomima acaba con la firma de un acta preelaborada, que no incluye las opiniones críticas de los asistentes. Los que conducen esta audiencia se esmeran para que el acto termine lo más pronto posible, sin peguntas ni comentarios, porque saben que se trata de un evento más sin efecto alguno.

Como las anteriores, esta rendición de cuentas fue autocomplaciente y cuidadosamente veladora de la verdadera situación del Seguro Social Universitario, expresada en conflictos recurrentes; alto porcentaje de profesionales y trabajadores con contratos temporales; el incremento desmesurado de la planilla administrativa sin que el número de asegurados haya aumentado; en una errática gestión de los recursos humanos; en una infraestructura y equipamiento en franco deterioro; en la utilización de saldos comprometidos de caja y banco; en la alta insatisfacción de los usuarios, incluyendo dramas humanos; en el Programa Médico Estudiantil (Promes), que se desarrolla con total anarquía y mala gestión; en los interinatos habituales de autoridades con procesos de institucionalización amañados; en la compra de servicios a precios elevados; y en la existencia de núcleos subterráneos de poder que manejan y ensombrecen a la institución.

Ocultando a los asistentes que el proceso de institucionalización del cargo de gerente general está observado, los otros gerentes (que están estrenando sus cargos), después de quejarse del estado en que encontraron a la institución aseguraban que, con su nuevo plan, estaban sacando Seguro Social Universitario de su crítica situación. Claro que, por la forma cauta en que cada uno contó su historia, se percibía que la realidad era más grave que la descrita.

Lo llamativo es que pareciera existir una especie de pacto para no procesar a los responsables, y por razones inexplicables, no se da a conocer que la principal autoridad de esta institución es el Rector de la Universidad Mayor de San Andrés, en su condición de presidente de un directorio planificadamente obsecuente, que funciona con dudosa confiabilidad, amparado en la falacia de una autonomía universitaria absoluta. En consecuencia, el desastroso estado del SSU es resultado de la buena o mala gestión del rector de turno, porque los gerentes son solo sus dependientes sumisos, a partir de la forma en que son contratados.

Lo paradójico del Seguro Social Universitario es que, teniendo asegurados activos estables con salarios altos, pasivos en proporción adecuada, infraestructura y equipamiento aceptables, el grado de satisfacción de los usuarios sea tan bajo; la institucionalización de cargos, precaria; la inestabilidad laboral y los interinatos prolongados, una regla; su modelo de atención y sus procesos administrativos, obsoletos; y los conflictos laborales, recurrentes. ¿Qué falla entonces? Sin duda, la calidad y el estilo de gestión, con poder centralizado y rasgos de corrupción. A pesar de todo, las fortalezas que le quedan al SSU y la inminencia del cambio de rector permiten alimentar esperanzas, para que pronto se produzca una transformación radical, despojada de intereses obscuros, que elimine las prácticas de gestión que han ido dañando al Seguro Social Universitario de La Paz.

* Exdecano de la Facultad de Medicina de Universidad Mayor de San Andrés (UMSA).

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Genialidad de un ‘SUS’ que no es S.U.S.

Se necesita lograr consensos para hacer viable este proyecto de país que debe unirnos a todos.

/ 9 de marzo de 2019 / 03:26

Desde sus inicios, el Gobierno, a través de sus ministros de salud, hizo diversos intentos fallidos para resolver la dramática situación de salud. Primero, propuso el Seguro Universal de Salud gratuito centralizando y redistribuyendo los recursos de las cajas de seguro; luego, un seguro con limitadas prestaciones básicas; posteriormente lanzó el mega Plan Nacional de Hospitales, junto con los programas “MI Salud”, “Telemedicina”, “Sistema de Emergencia” y otros. Estas medidas estuvieron alejadas de un enfoque sistémico, y probablemente se ejecutaron con el propósito de mitigar la frustración reiteradamente expresada por el Presidente y Vicepresidente del Estado. La centralización, exclusión y la falta de equipos de gestión calificados y estables explican en parte los pobres resultados.

La Ley 1162, recientemente promulgada, no crea un Sistema Único de Salud como todos erróneamente entienden y repiten; lo que se hizo es modificar la Ley 475 para incorporar a todos los bolivianos sin seguro al denominado Seguro Integral de Salud (SIS), que solo cubría a menores de cinco años, gestantes, adultos mayores y población con capacidades especiales. En consecuencia, ahora tenemos un seguro de salud que brindan las Cajas de salud, otro seguro público producto de la ley modificatoria, el Susat tarijeño, el seguro de salud cruceño, el yacuibeño, los seguros privados y otros más que gozan de plena autonomía e independencia. En esas condiciones, resulta desatinado y agotador discutir sobre un Sistema Único de Salud que no existe ni existirá hasta encontrar consensos. Por el contrario, de acuerdo a la ley modificatoria y a los anuncios de las autoridades, la fragmentación e ‘incoordinación’ de los entes prestadores será mayor. Insistimos en que un “Sistema Único” de Salud es en el que todas las instituciones de salud prestan servicios rigurosamente armonizados para asegurar el ejercicio del derecho a la salud de todos los bolivianos.

Sin duda fue una genialidad abandonar la intensión de crear una compleja ley del “Sistema Único de Salud”, tarea muy complicada, y solo modificar algunos artículos de la ley del SIS, dejando la impresión de haber constituido el nuevo SUS. También fue un acierto romper con la ley financial al autorizar que los médicos especialistas puedan trabajar medio tiempo más, sin entrar en incompatibilidad y pudiendo superar el salario del Presidente. De esa manera, se extinguió el fantasma de las 8 horas y se incrementó en 50% la disponibilidad de especialistas. Finalmente, la tercera gracia fue abrir a la medicina privada la posibilidad de favorecerse sin límites de la venta de servicios al seguro público. De cualquier forma, lo que no puede dejar de reconocerse es que con la ley modificatoria todos los bolivianos están irreversiblemente asegurados, aunque sea en diferentes instituciones, que funcionarán con liberalidad e independencia naturales al no existir un auténtico sistema.  

Estas acciones dejaron desconcertada a la dirigencia del Colegio Médico, que presentó su propuesta de “Sistema Boliviano de Salud”, y ahora están a la espera del fracaso en la implementación de la Ley 1162 para reiniciar movilizaciones. El riesgo de que esto ocurra es muy alto si el Gobierno no hace el esfuerzo efectivo para incorporar en los espacios de decisión y coordinación a los principales corresponsables del sector; necesita lograr consensos y acuerdos sinceros con municipios y gobernaciones, que son imprescindibles para hacer viable este proyecto de país que debe unirnos a todos. Siempre habrá tiempo para las rectificaciones beneficiosas, que podrían lograrse reconociendo con humildad que en vez de imponer es mejor concertar. Por último, debe quedar claro que por ahora no hay un SUS, sino un nuevo seguro público de salud independiente de los otros seguros.

* Exdecano de la Facultad de Medicina, UMSA.

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Nueva ministra, última oportunidad para el SUS

Antes que imponer debe concertar, y la mejor medida sería constituir un órgano ampliamente participativo.

/ 30 de enero de 2019 / 03:09

Con la nueva ministra, el Gobierno tiene su última oportunidad para atender la salud con dignidad, sin tretas, ni artimañas. El exministro y su equipo no fueron capaces de imponer  lo que erróneamente creían que era un Sistema Único de Salud (SUS). No entendieron que “único” significa que nadie relacionado con la salud puede estar fuera, incluidas las cajas de salud que, respetando su independencia y autonomía, deben ser parte de la interacción sistémica que garantice el ejercicio del derecho a la salud. Por tanto, era engañoso señalar que a las cajas no las tocarían. De la manera que explicaban, parecía estarse creando un seguro público e independiente para los no asegurados; imprecisión reiterada que constituye una falla medular del SUS propuesto, que tiene origen en una corriente de la medicina social que se adoptó sin entenderla ni ser aplicable a nuestro caso.

La precipitación, desorden, improvisación e inconsistencia con que se pretendía instaurar dicho SUS era patente por las contradicciones y superficialidades que transmitían los múltiples voceros respecto a la gradualidad: la contratación de 8.500 médicos, el inicio en marzo, el registro, la concertación con municipios y gobernaciones, así como sobre los supuestos acuerdos logrados en “reuniones de coordinación”. Pareciera que la línea trazada era imponer el SUS utilizando cualquier ardid, como hacer gran propaganda, utilizar dirigentes y juntas vecinales paralelas o asegurar que con los 3.500 médicos egresados en Cuba se sostendrá el SUS, cuando en varios años del programa Mi Salud ni siquiera lograron un registro informatizado de los bolivianos que no tienen seguro. Estos desaciertos son los que exacerban sentimientos de desconfianza y rechazo de los profesionales de la salud, que son aprovechados por quienes potencian sus proyectos personales con los enfrentamientos.   

La participación de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) fue poco auspiciosa al afirmar que $us 200 millones  son suficientes para el SUS, suma que alcanzaría solo para los salarios de los 8.500 médicos que supuestamente contratará el Gobierno. Lo cierto es que, más allá de presupuesto, será posible instaurar un Sistema Único de Salud a partir de la voluntad política del Ejecutivo para lograr consensos y acuerdos nacionales, y un plan gradual concertado. La OPS, consecuente con su misión, debería patrocinar con la nueva ministra la conformación de un amplio espacio de debate y construcción del sistema, en un ambiente de confianza e inclusión, que evite la confrontación en favor de un gran acuerdo nacional por el derecho a la salud y la vida; en el que estén comprometidos el Gobierno central, los gobiernos departamentales y municipales, colegios profesionales, universidades y representantes técnicos de las organizaciones sociales.

Para esto, la ministra debe abandonar la idea de sus antecesores que creían que las soluciones competen al ministro o ministra y el Colegio Médico, marginando y menospreciando al resto de involucrados; no debe utilizar el ardid de reunirse con dirigentes intermedios y dar información fragmentada, que deja incertidumbre. Antes que imponer debe concertar, y la mejor medida sería constituir un órgano nacional, ampliamente participativo, que construya y lleve adelante el SUS, como en algún momento propuso el Presidente del Estado. El ministerio solo no podrá hacerlo exitosamente.    

* Exdecano de Medicina de la UMSA.

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