Sin clases medias
En su alocución del 22 de enero, el Presidente afirmó, con mucho orgullo, que durante los 12 años de su gestión más de 3 millones de bolivianos pasaron a formar parte de las clases medias. Si en 2005 esta franja social incluía al 35% de la población, en 2017 ese porcentaje subió al 58%. Es un dato impresionante, ciertamente, aunque en mi opinión ese proceso de movilidad social ascendente responde a múltiples causas y no puede ser reducido a la política económica del Gobierno.
En todo caso, y este es el punto, me parece paradójico que en semanas anteriores las altas autoridades del Gobierno, sobre todo el Vicepresidente, hayan arremetido contra las clases medias, asociando esta condición social al racismo, a la “derecha” y el conservadurismo político. Al parecer ya pasó el momento de “enamorar a las clases medias”, ahora se trata de estigmatizarlas, como si fueran un enemigo que debe ser aplastado. ¿Saturno devora a sus hijos?
En realidad hay una serie tan marcada de equívocos respecto a la clase media, que esta categoría se ha convertido en algo gelatinoso como un molusco despojado de su caparazón, o un arma política arrojadiza. Pero ellas no son un personaje social o un sujeto político homogéneo, pretendidamente “conservador” o “revolucionario”, según el caso. Esos son estereotipos. Detrás del término “clase media” se oculta una constelación de segmentos que no pueden ser definidos de manera exhaustiva por medio de indicadores económicos, el ingreso sobre todo. Una lectura sociológica más fina demanda la consideración de otros referentes como la educación, el capital social, la identificación étnica, la religión, la residencia. Cada uno de esos colectivos tiene un modo de vida diferente.
Empleados del Estado, técnicos, profesores, comerciantes, pequeños empresarios, profesionales liberales, empleados del sector privado, transportistas, entre otros sectores, están marcados por distintas trayectorias de vida, tienen opiniones políticas diferentes y pertenecen a distintas redes asociativas. Estas diferencias prueban que los clivajes sociales se han multiplicado, vivimos en una sociedad más compleja. Yo diría que gran parte de esos 3 millones de personas son de origen campesino y migraron a las áreas metropolitanas en la última década, votaron probablemente por el MAS, pero ahora, y de manera legítima, quieren ser empresarios o comerciantes, y sus hijos aspiran a tener títulos universitarios.
No obstante, hay una evidencia que me parece irrefutable: su importancia económica y política es creciente y se ha vuelto decisiva, constituyen el grupo social más numeroso, su participación (siempre crítica y ambiciosa) es la clave para la construcción de las mayorías políticas. No hay hegemonía sin clases medias. Y paraíso, tampoco.