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El ajayu herido del MAS

En pasados días alguien dijo que “el MAS perdió los dos tercios en las calles y su ajayu”. Desde una mirada autocrítica, es preciso reconocer que el proceso de cambio perdió la velocidad de avance que tenía hasta el 2015, pero de ahí a sostener que perdió su ajayu es como afirmar que la humanidad perdió la fe en la propia humanidad, con lo cual no quedaría sino más que apagar la luz.

Urge admitir que, fruto de algunos errores en la gestión de gobierno y vacíos en su política comunicacional, el MAS dejó que la oposición gane las calles de las zonas céntricas de las ciudades. Ya en las mal organizadas elecciones judiciales, la protesta de amplios sectores de la población había calentado el hígado de la gente, y la temperatura subió más con el anuncio de la repostulación del Presidente, que es el cucu de la oposición boliviana.

El MAS y el proceso de cambio no perdieron el ajayu, pero sí se ha debilitado. Es que el Gobierno y el conjunto del MAS hacen mal en hablar de la repostulación de Evo sin explicar y argumentar con la fuerza necesaria el objetivo estratégico de su continuidad y la del proceso.

Lo urgente es comunicar con claridad lo que lograría Bolivia si Evo continúa a la cabeza del barco más allá de 2019; y cómo el país podría alcanzar réditos desde el punto de vista de los intereses nacionales, el logro de objetivos para el 2025, la industrialización del país, afianzar las relaciones de respeto con las potencias y un mayor acercamiento de Bolivia al mar.

Si bien Evo condensa las pulsiones y necesidades del país, no es acertado polarizar el debate entre evismo y antievismo. El enfrentamiento real es entre un proceso político económico y social que permite el desarrollo inclusivo de Bolivia, versus la visión conservadora que volvería a frenar el avance del país, dejando a la nación y los pobres sin ajayu, esta vez de verdad. El enfrentamiento real es entre progresismo y conservadurismo. En ese ámbito Evo constituye una herramienta para alcanzar el objetivo de lograr una Bolivia fuerte y vigorosa, pero no un fin en sí mismo.

Los errores cometidos en las elecciones judiciales y la escasa explicación de las bondades del nuevo Código Penal debilitaron el ajayu del proceso, pero no lo aniquilaron. Es que el ajayu alimentado en dos siglos por millones de bolivianos es una fuerza espiritual que cruza como el sol todos los espacios de nuestro territorio. El dato concreto es que el núcleo de ese ajayu con sueños de desarrollo, igualdad, y dignidad nacional tiene un corazón muy fuerte, porque lleva en su esencia principios de solidaridad y de construcción del bien común.