Dos finados de fin de año
La última semana de 2017 nos trajo la muerte de dos amigos muy queridos: Jaime Bartrolí y Marta Urioste.
Además de Jorge Wavreille a quien ya dediqué mi columna anterior (LR 14.01.18), la última semana del pasado 2017 nos trajo la muerte de otros dos amigos muy queridos: Jaime Bartrolí (Trolo) y Marta Urioste de Aguirre, en torno a la Navidad. De ambos diré algunos recuerdos, más personales.
Jaime Bartrolí murió el 27 de diciembre en plena diálisis, tratamiento al que se sometía tres veces por semana y que le mantenía constantemente en vilo. Nació el 5 de septiembre de 1936, al inicio de la terrible Guerra Civil que desangró a España entre 1936 y 1939. Su lugar de origen fue Torelló (Barcelona), un pueblo en aquel entonces con bastantes fábricas, sobre todo textiles, a lo largo del río Ter. El secretario de la Compañía de Jesús en Bolivia, Ignacio Suñol, hizo una reseña de su vida que, con pequeños retoques, salió también publicada en Los Tiempos el 2 de enero, con el sugerente título Gigante de cuerpo y alma. A él los remito para una semblanza más cronológica.
Mi recuerdo más personal deviene del hecho que, desde hace bastantes años, los dos formábamos parte de un grupo de jesuitas y juntos hacíamos nuestro retiro anual de ejercicios espirituales y discernimiento conjunto durante la semana de Carnaval. Alguien más viejo nos dio el nombre de “Grupo palaciego”, porque suponía que era un grupo de presión ante el P. Provincial. Nos reunimos en diversos lugares (los últimos años, en la casa de retiros de El Paso). Cada noche, uno o dos presentaban lo que les parecía más significativo de su último año para deliberar juntos. Trolo reiteró varios años que no sabía por qué estaba ya en la casa de los enfermos… Dejamos de reunirnos desde 2016, por la muerte o vejez de varios de los miembros.
Marta Urioste de Aguirre nació en Sucre en 1946 y murió inesperadamente el pasado 26 de noviembre, con 71 años bien camuflados. Su muerte nos pescó por sorpresa a todos: a familiares, colegas y amigos, pues no había tenido síntomas previos graves. Fue un infarto múltiple. Fue enterrada en el Cementerio Jardín en medio de cánticos de la cantautora Jenny Cárdenas. Su esposo es el conocido abogado Fernando Aguirre.
Marta fue muy activa en el Centro de Promoción del Laicado (Ceprolai) hasta que éste redujo mucho sus actividades. Cuando yo vivía todavía en La Paz (hasta agosto de 2017) participábamos juntos en las reuniones de uno de los grupos del Movimiento Internacional de Apostolado en Medios Sociales Independientes (MIAMSI), del que Marta era secretaria a nivel latinoamericano. Nos reuníamos los lunes, sobre todo en la casa de Amparo Carvajal, quien siempre nos esperaba con sus sabrosas comidas, y donde comentábamos documentos como la carta encíclica Laudato si del papa Francisco; sobre las diversas dimensiones de la ecología y la íntima trabazón de todas ellas como una misma y única realidad.
Recuerdo una vez en que Marta y Fernando retornaban de una reunión mundial del MIAMSI en Burkina Faso. Les llamó la atención su encuentro con un grupo de mujeres expulsadas de sus comunidades por considerarlas “brujas”. Ellas no querían hablar hasta que uno de los participantes se puso de rodillas ante ellas y así empezaron a comunicarse mayormente con gestos. Marta era historiadora. Su tesis de licenciatura fue sobre los ferrocarriles en Bolivia. Ahora, junto con Teté Rosazza estaba preparando un volumen sobre historia contemporánea de la Iglesia Católica boliviana. Para ese volumen yo les debo aún mi ensayo sobre la iglesia aymara, enfatizando su interculturalidad e interreligiosidad (o interespiritualidad). Solo en sus años maduros Marta desarrolló su otra fecunda vertiente artística, sobre todo como pintora (ver La Razón, 28 diciembre 2017).
*es antropólogo lingüista y jesuita.