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Hegemonía cultural

Días atrás, en la población de Olmué (centro de Chile) se organizó el Festival del Huaso, resultando ganador de la competencia folklórica el grupo chileno Vendaval, con la composición Zambos caporales, la cual no solo incluye el ritmo y los pasos de esta danza típica de Bolivia, sino también las peculiaridades del traje, castañuelas incluidas. Durante su presentación, el autor de esta composición, Winston Moya Reyes, la presentó como “una canción nortina (del norte de Chile) bailada por zambos caporales”, a la que definió como “una cultura nueva en el país”.

Como es de suponer esta noticia así como las palabras de Moya, que se difundieron por estos lados gracias a las redes sociales, generaron molestia en propios y extraños. Una reacción ciertamente comprensible, más aún tomando en cuenta la persistente copia de danzas bolivianas en la nación vecina que luego son presentadas como propias, como la diablada y la misma morenada.

Sin embargo, más allá de la importancia de proteger nuestro patrimonio cultural, esencial para fortalecer la identidad del país y a la vez promover el turismo, el hecho de que las naciones vecinas estén reproduciendo nuestras tradiciones, bien mirado, representa un acto de conquista cultural, que debería producir más que indignación un sentimiento de pundonor nacional. Y es que, no sobra recordar, las verdaderas hegemonías se establecen en el espacio de la cultura, la cual no respeta límites ni fronteras.