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Experimentos y ambición

En septiembre de 2015, Volkswagen causó un revuelo en la opinión pública luego de que se difundiese la noticia de que había creado un software para manipular, a la baja, el nivel de polución de al menos 11 millones de vehículos a diésel en el mundo. Y ahora último, de nueva cuenta la poderosa marca de autos alemana ha vuelto a acaparar la atención de los medios por un hecho igual de reprochable: el haber financiado experimentos con personas y primates destinados a demostrar que supuestamente la inhalación de los gases emitidos por sus carros a diésel no son perjudiciales para la salud. 

De manera unánime, la comunidad científica ha condenado estas pesquisas, pues existe coincidencia en que únicamente se debe experimentar con seres humanos cuando se trata de fármacos o tratamientos que pueden incidir positivamente en el bienestar y/o la salud de la población, pero nunca para fines puramente comerciales, como el caso que aquí se comenta. Y si bien la legislación contempla algunas excepciones para utilizar animales en investigaciones cuyos beneficios en favor de la humanidad y del planeta estén justificados, no deja de ser reprochable que se le cause dolor a primates con el fin último de obtener mayores ganancias, en lugar de invertir estos mismos recursos para reducir la contaminación de los vehículos; polución tanto más peligrosa por cuanto es responsable en gran medida del calentamiento global, así como de enfermedades respiratorias y cardiovasculares que pueden ser mortales.