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El desafío de la restauración

Cerca del 30% de la superficie de la Tierra está cubierta de bosques, y aproximadamente 1.600 millones de personas dependen de ellos. Sin embargo, cada año se pierden 12 millones de hectáreas de áreas forestales en los trópicos, debido a su destrucción o degradación permanente. En Bolivia, los bosques abarcan aproximadamente el 44% del territorio (48,5 millones de hectáreas); y se estima que hasta 2015 fueron deforestadas al menos 6,3 millones de hectáreas.

En 2017 se consolidaron varios compromisos internacionales para la restauración de paisajes. Este proceso es entendido como la “planificación que busca recuperar la integridad ecológica y mejorar el bienestar humano en paisajes boscosos deforestados o degradados” (Mansourian 2005). Este avance fue posible gracias a los acuerdos asumidos por los gobiernos para cumplir metas globales (Desafío de Bonn), compromisos vinculantes como los suscritos en el Acuerdo de París, metas nacionales (Indc), e iniciativas internacionales para preservar la biodiversidad y los recursos naturales (Metas de Aichi, etc.), entre otros.

En Bolivia, la Ley de la Madre Tierra define la restauración como “el proceso planificado de modificación intencional de una zona de vida o sistema de vida alterado, con el objetivo de restablecer la diversidad de sus componentes, procesos, ciclos, relaciones e interacciones y su dinámica, de manera que se aproximen a las condiciones preexistentes al daño causado”. Además, explícita metas para incrementar la cobertura boscosa en 4,5 millones de hectáreas para 2030 a través de programas de forestación y reforestación. No obstante, la puesta en práctica de estos mandatos ha sido baja, y no se percibe como una necesidad nacional. Claro ejemplo de ello es la ausencia de coberturas boscosas significativas en las tierras bajas y en los Yungas de La Paz.

Los deficiencias más evidentes en este tema incluyen la falta de claridad entre el enfoque de reforestación y el de restauración de paisajes; el desconocimiento en la sociedad respecto a los beneficios de la restauración, así como la ausencia de información y conocimiento sobre biología y propagación de las especies vegetales. El plantar millones de árboles no basta para garantizar la restauración de paisajes, cuyo fin último es el de recuperar ecosistemas y optimizar el uso de la tierra. Se necesitan investigaciones y estudios que nos permitan enfrentar los desafíos conceptuales y prácticos en el contexto de la gobernanza de los bosques.

Estamos ante un momento climático crítico, por lo que debemos buscar de manera prioritaria formas para revertir la degradación ambiental y la pérdida de biodiversidad y del capital natural, reduciendo la deforestación y a la vez restaurando paisajes deforestados y/o degradados.