Voces

Thursday 28 Mar 2024 | Actualizado a 04:42 AM

Democracia, madurez política

La legalidad y legitimidad del Estado de derecho se sustentan en la participación democrática del pueblo.

/ 7 de febrero de 2018 / 04:05

La democracia es una institución política estatal y una forma de vida política de la sociedad. Su valor y legitimidad están determinados por la sociedad, en cuanto se asume a la institución democrática como modo de organización, participación política, disputa por el poder y medio para la resolución de crisis y conflictos. Es decir que la democracia tiene un valor sustantivo para las sociedades y los Estados.

La democracia es un concepto universal que significa gobierno del pueblo. Como modelo político tiene su propia peculiaridad, según la evolución política de cada Estado y la correlación de fuerzas y actores. La universalidad de la definición tiene en las legislaciones estatales su forma de desarrollo. Por lo tanto, los modelos de democracia que adoptan los Estado no son universales, tampoco equiparables con relación a otros. Las comparaciones forman parte de la arbitrariedad o de la ignorancia política.

En los Estados existen tiempos en los que la democracia no solo implica la renovación periódica de los poderes públicos, sino también momentos fácticos de resolución de crisis y conflictos; los cuales impulsan el inicio de nuevos tiempos, sin negar el valor sustantivo de la democracia como institución. En nuestra historia y cotidianidad la democracia ha tenido un alto sentido político, por la cualidad popular, sindical y de izquierda de su conquista. Por ello, se ha constituido no solo en la forma política y organizativa de nuestra sociedad, sino también en el escenario de resolución de las crisis estatales.

Nuestros tiempos: Un primer momento fue el tránsito de la dictadura militar al Estado de derecho. La movilización popular impuso a la dictadura que sea el pueblo el que defina la constitución de los poderes políticos por la vía democrática. En este tiempo la democracia se convirtió en una condición política sustantiva irrenunciable.

Un segundo momento devino del agotamiento del modelo estatal desarrollado por el nacionalismo revolucionario. La crisis de gobernabilidad registrada durante el gobierno de la UDP se resolvió acortando el mandato constitucional y convocando a elecciones anticipadas. En este tiempo la democracia se institucionalizó como organización estatal, social y de resolución de conflictos.

Un tercer momento surgió tras el agotamiento del neoliberalismo como modelo estatal, crisis que también se resolvió por la vía democrática. La movilización popular puso en evidencia la crisis estatal y del sistema político, y expulsó del poder político al prototipo del neoliberalismo; pero fueron las urnas y la participación democrática del pueblo las que resolvieron la titularía política del poder.

Este tiempo también fue constitutivo no solo porque se resolvió la titularía política, sino también porque la crisis del modelo liberal neocolonial estatal fue resuelta por la constitución institucional del poder constituyente, a través de la convocatoria, la elección democrática y el desarrollo de la Asamblea Constituyente. La clausura del Estado liberal neocolonial y el nacimiento del Estado Plurinacional se dirimió por la vía democrática en el referéndum que aprobó la nueva Constitución Política del Estado en enero de 2009.

Entre el desarrollo de las deliberaciones del foro constituyente y la aprobación de la nueva CPE se constituyó una aparente dualidad de poderes. Por un lado, el Gobierno nacional, que expresaba el sentido de la transformación; y por otro, la “media luna”, que representaba lo más retrógrado del viejo Estado. Esta polaridad se dirimió a través de la participación democrática del pueblo en el referéndum inédito del revocatorio-ratificatorio celebrado en agosto de 2008.

Las revoluciones son tiempos indefinidos no solo porque expresan temporalidades de disputa y toma del poder, sino también el ejercicio del poder y la materialización de los ideales que dieron origen al momento fáctico de ruptura. El momento inicial de nuestra revolución por la vía democrática se sintetiza en el primer mandato de gobierno (2006-2009), en el que se sientan las bases constitucionales, políticas, económicas y culturales del nuevo Estado Plurinacional. Desde el Gobierno y los movimientos sociales nos impusimos la perspectiva como mandato estatal, pero fue el pueblo el que ratificó democráticamente, en las elecciones nacionales de 2009 primero y en 2014 después, la titularía política de la construcción y consolidación desde el punto de vista integral del nuevo Estado.

La matriz de nuestra revolución es la democracia, y el valor de este proceso descansa en la participación democrática del pueblo, porque quien decide en última y única instancia es el pueblo soberanamente. Los actores políticos institucionales (partidos políticos, agrupaciones ciudadanas, pueblos indígena originario campesinos) nos sometemos al veredicto del pueblo no en el ámbito discursivo, sino que interpelamos a la sociedad con liderazgo, organización política y un programa de gobierno; les ofrecemos y proponemos una opción de gobierno y una visión de país; no nos arrogamos la representatividad, sino que ésta deriva de la democracia, siendo el pueblo el titular de esta definición.

Por ello, el Estado de derecho tiene en la participación democrática del pueblo el eje transversal de la legalidad y la legitimidad. Atribuirse su representación sin tener esa delegación implica el uso abusivo de una facultad inexistente. Hoy la democracia es más fuerte e irrenunciable; acudir al pueblo significa someternos a su veredicto y no sustituir la voluntad con eslóganes publicitarios y mediáticos como fórmulas de presencia pública. 

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Primarias

Las primarias internas sí son importantes, hoy están legisladas y se desarrollan bajo la lógica liberal republicana

César Navarro

/ 14 de marzo de 2024 / 10:45

La propuesta lanzada por Carlos Mesa de tener primarias abiertas, simultáneas y obligatorias fue apoyada y aplaudida de manera inmediata por Camacho, Manfred y los candidatos sin sigla electoral ni militancia.

Todos los autoproclamados presidenciables creen tener la aureola que les da el derecho de ser ungidos como el salvador y portador de buenas nuevas para los estantes y habitantes del país.

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Pero cuál es la obligación de los presidenciables, ¿tener nombre, imagen, recursos y acceso a los medios?, pareciera que es el requisito sine qua non, entonces estamos ante un concurso de méritos, con postulantes arropados por amigos disputando la directiva de un club de beneficencia.

Es la característica de algunos de los actores del sistema político, que existen efusivamente en los tiempos electorales, proclaman, juran y rubrican la lealtad a sus electores, y pasadas las elecciones naufragan en la turbulencia de la democracia, sin más autocrítica y mea culpa vuelven a renacer cual ave fénix para volver a la procesión electoral.

Las primarias abiertas significan ser el candidato de la no militancia, es sustituir la ausencia de organización, militancia y estructura por ciudadanía laxa, es ser el beneficiario del folklore democrático.

El derecho a ser candidato les obliga a tener la madurez de la institucionalidad democrática, es decir, ser opción política y no solo ser casilla electoral en la papeleta de votación.

La síntesis de la política es la disputa del poder político, la esencia es la concepción ideológica, la médula es la organización, el liderazgo cohesiona, expresa y representa la militancia, la estrategia no está solo en vencer electoralmente sino en crear en la subjetividad social esperanza y certidumbre.

Pero contrariamente, hoy los políticos multicolor, porque no se definen por su concepción ideológica sino por el nombre de la carátula, dicen ser demócratas, que luchan por la libertad, el bienestar social, la inversión y el desarrollo; unos le ponen mayor condimento a ciertos temas sensibles, otros van más allá, dicen no ser de izquierda ni de derecha. En fin, la lista es interminable, son el abanico multifacético de la desorientación, deambulan en la pasarela mediática esforzándose en autoconvencerse que son el faro en la tempestad.

El tribunal electoral tiene el registro de varias organizaciones políticas sin estructura ni militancia política, pero con sigla electoral habilitada; los dirigentes/propietarios ofrecen su personería jurídica a la imagen presidencial con mejor aceptación en las encuestas, el mercado electoral empieza a cotizar siglas y candidaturas, ahí se fabrican alianzas y frentes, acuden al márquetin para dotarse de un nombre, color y eslogan en nombre de la democracia y el ciudadano.

Las primarias abiertas quieren ser utilizadas para cubrir sus déficit ideológicos, políticos, organizacionales y de liderazgo, las excusas son múltiples y cada coyuntura tiene el rótulo que se quiere dar; ahora es la participación ciudadana la que seleccionaría entre los autoproclamados al mesías, luego pasarían a tener militancia ocasional, que en lo posible sea a imagen de quien será la lumbrera en la oscuridad democrática.

La política, en su sentido amplio en un Estado de derecho, hace efectivo el monopolio de la coacción legitima, influye en el presente, puede modificar el pasado y construir el mañana, por ello las candidaturas no son un simple juego de simpatías y antipatías o para buscar aplausos mayoritarios en base a silogismos de los presidenciables. Nuestra democracia republicana nos ha enseñado que es institución madura, se impuso desde que el pueblo la conquistó en noviembre de 1978 y recuperó en agosto de 2020 a la cabeza de lo sindical, obrero, campesino, popular y de izquierda, por ello los que quieren jugar a ser demócratas de Walt Disney no comprenden la importancia de la organización política como institución colectiva, de la militancia como actor politizado, de la ideología como concepción del cosmos local y regional, su incomprensión hace que recurran a salvavidas temporales para prolongar su agonía.

Las primarias internas sí son importantes, hoy están legisladas y se desarrollan bajo la lógica liberal republicana para que el militante individualmente se pronuncie dentro de la estructura partidaria, también es fundamental comprender que existen formas colectivas de deliberación y decisión; es tiempo de superar el liberalismo republicano, complementarlo con lo colectivo-comunitario. Podrían ser los escenarios donde dejen de existir los aventureros, no se trata de solo enunciar la representación que no se tiene, sino de darle al militante y al colectivo comunitario la facultad de decidir deliberando. 

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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La vergüenza de haber sido

Las voces que enarbolan la realidad del nuevo presente no prescinden del título que les antecede, son los 'ex'

César Navarro

/ 29 de febrero de 2024 / 10:41

Ningún presente puede prescindir del pasado, el hecho político está en qué tipo de pasado, qué narrativa del pasado le interesa a quienes necesitan arroparse de aureolas para presentarse en el presente.

Utilizando los medios de comunicación público y privado, acudiendo al miedo con un fuerte acento racial, han forzado la narrativa que busca modificar negativamente en el imaginario colectivo la imagen del líder indígena, los cocaleros y el bloqueo, ese es el presente impuesto y sobre ese imaginario negativo circula la línea discursiva mediática colonial.

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Las voces que enarbolan la realidad del nuevo presente no prescinden del título que les antecede, son los “ex”, esa condición les habilita a analizar, criticar, recomendar o instruir. Los “ex” en el momento que son parte del pasado, el pasado fue grandioso, el liderazgo del indígena sindical cocalero representaba el tiempo de la revolución; fue grandioso porque fueron parte de él, ahora en otra vereda enuncian con la misma efusión sobre el pasado, imponen su diferencia: el que lideró ese pasado glorioso ahora es anacrónico, no tiene la grandeza del pasado y es más, hoy está aliado a los enemigos de los que representan el presente glorioso.

Otros van más allá, mientras lo veían como el paraguas que les daba el bienestar, que les daba la oportunidad de estar más allá de sus colegas mortales, lo consideraban el presidente; sin más consideración ideológica, para ellos era el líder, hoy como ya no les puede dar la sombra y el confort que necesitan, desde su mirada colonial y los privilegios que les da el presente, lo califican como el responsable de las violaciones constitucionales, de las muertes, y los excompañeros del otrora líder asienten con la cabeza o con el silencio cómplice.

Lo llamativo es que todos hablan en nombre del Estado Plurinacional, del proceso de cambio y que es tiempo de salvar la revolución democrática cultural de su principal enemigo: el líder cocalero y de los cocaleros bloqueadores.

Unos dicen que es el tiempo de las primarias, otros de los profesionales, otros de los jóvenes, otros dicen que los caudillos ya no existen, otros afirman que son tiempos modernos y los dirigentes y bloqueadores son cosa del pasado; otros, con mayor efusión y en la pasarela mediática, reiteran que la grandeza del otrora timonel está en abandonar el tren de la historia porque se volvió obsoleto para timonear la esperanza.

Los eruditos que apenas mojaron la punta de sus dedos en las aguas de una tina, hoy son las voces que hablan y conocen las temperaturas de las turbulentas aguas de los océanos; no solo dan consejos, dan órdenes, pero en la lógica de la temperatura liberal republicana, no así en la sensación térmica de lo indígena, campesino, orgánico, sindical y territorialmente organizado; leen la política a partir de los votos y no así de los sueños, deseos, ilusiones, identidades de hombres y mujeres que huelen, transpiran a tierra, que no deciden como ciudadanos individualizados, sino como pueblos organizados, esa es su condición de sujeto, es en la deliberación que se decide colectivamente el quehacer y las formas, la responsabilidad es orgánica, ahí está el sentido descolonizado de la política.

El pasado que constituyó el presente, formalmente se lee a partir de los resultados electorales, pero la esencia de los resultados no está en los números de votos, sino en la apropiación identitaria de la democracia, es decir, los actores sindicalmente organizados no se desenvuelven por los códigos liberales, sino por el despliegue orgánico, territorial, con la convicción de disputar el triunfo. 

Pero, cierta izquierda que no comprende la descolonización política dentro el Estado Plurinacional, cree militantemente que la política circula en el mundo urbano y público, que sus formas de manifestación son electorales, partidarias o frentistas, por ello su razonamiento es electoral, su andar está en ganar electores, a ello se debe la estrategia comunicacional que es profundamente ideológica: invalidar al sujeto sindical campesino, sancionar ética y políticamente la movilización social, descalificar la demanda, ese acto significa condenar el pasado que dio origen a este presente, mostrarlo como negativo y antidemocrático.

Parafraseando un tango que nombra el poeta uruguayo Benedetti: “la vergüenza de haber sido/ y el dolor de ya no ser”. Hoy esos versos podrían ser un retrato de cierta izquierda clasemediera, señorial, esa que se encoge a la primera lluvia y reniega de su pasado: no hay que tener vergüenza de haber sido y para no sentir el dolor de ya no ser, lo mejor es seguir siendo militante de izquierda y anticolonial.

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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Encrucijada de la Asamblea Legislativa

La Asamblea Legislativa está en el tiempo de su definición: ser el actor o la quinta rueda del carro

César Navarro

/ 15 de febrero de 2024 / 07:33

El Parlamento, hoy Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), en el republicanismo representó la síntesis política de la correlación de fuerzas partidarias de un tiempo electoral. Fue parte del engranaje del poder, como tal, actor directo en la reproducción ampliada del poder político.

Noviembre de 1979, ante el golpe del coronel Natusch Busch la resistencia fue liderada por la COB y la CSUTCB. La derrota militar implicó fundamentalmente que las masas movilizadas y organizadas sindicalmente asuman la democracia representativa como horizonte (Zavaleta). Las elecciones y la democracia era aún embriones, los comicios eran la manifestación de la manipulación dolosa de MNR, porque el movimientismo hizo del fraude electoral su forma de vida democrática; la democracia estaba construyendo un mínimo de institucionalidad, el golpe militar quiso volver a clausurar este amanecer nublado.

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El triunfo sindical obrero campesino de izquierda delegó al Parlamento la respuesta temporal, que designó a la presidenta de la Cámara de Diputados, Lidia Gueiler, como Presidenta de la República, pero con la tarea de convocar a elecciones de forma inmediata. Esta delegación popular y la decisión de los parlamentarios instituyó en el Parlamento la condición de actor político e institucional.

El modelo político de democracia donde el soberano solo votaba y no elegía se impuso en las elecciones de 1985: un sistema político de minorías electorales, el Parlamento por acuerdo multipartidario de esas minorías impuso la fórmula de mayorías parlamentarias para la elección de presidente y vicepresidente. El actor que garantizaba la titularidad política del poder, independientemente de la decisión del soberano, era el Parlamento.

En las elecciones de 2005, por primera vez en la historia contemporánea de la democracia el pueblo eligió a su presidente y vicepresidente, pero por el sistema de asignación parlamentaria las oposiciones de derecha tenían mayoría el Senado, el Parlamento republicano se convirtió en la institución de desestabilización al gobierno indígena de izquierda.

Era el tiempo de quiebre para restaurar al neoliberalismo en el poder o para transformar el Estado, el Parlamento era el instrumento de definición de ese tiempo político, su condición de actor decisivo devino del mandato movilizado de lo nacional popular expresado en la Conalcam. La movilización se inició el 12 de octubre (2008) desde Caracollo hasta la sede política del poder, obligó a que el Parlamento se constituya de facto en parlamento constituyente, debatió y reformó parcialmente el proyecto de Constitución elaborado y aprobado en la Asamblea Constituyente. La marcha arribó a la plaza Murillo el 20 y el 21, el Parlamento le entregó la Ley de Convocatoria a Referéndum Constitucional para que la CPE sea aprobada por el soberano. La movilización más grande e importante de nuestra historia política dio nacimiento constitucional al Estado Plurinacional.

El Parlamento, hoy ALP, fue el actor decisivo, sus decisiones sentaron las bases de la nueva institucionalidad estatal.

El último conflicto sobre las elecciones judiciales desnudó dramáticamente el abandono a su condición de actor político, constituyéndose en receptor pasivo de las instrucciones del Tribunal Constitucional o de alguna autoridad gubernamental designada.

Un vocal designado, no electo de una sala del TCP, castró la facultad constitucional de interpelación a ministros en la ALP. Por un lado, la reacción fue la crítica discursiva y por otra, de conformidad porque no se puede desdecir a los depositarios de la verdad constitucional.

Ejercer el derecho que tiene la ALP a la aprobación de la ley de elecciones judiciales está condicionada a la instrucción del TCP y a la presión social del bloqueo de caminos. Sin iniciativa política, los parlamentarios hoy están instalando la incertidumbre, la deslegitimación de un órgano de poder estatal y la conflictividad con probabilidades de enfrentamiento dentro el bloque indígena campesino popular.

Sostener a través del poder político la autoprórroga, dilatar la elección judicial, deslegitimar uno de los principios del Estado Plurinacional (la elección soberana de magistrados) es invalidar la ALP, poner en duda la validez de la CPE, anular la condición de dirigente del MAS en la ALP, fomentar la fractura irreversible y el enfrentamiento del bloque indígena campesino popular que constituyó el horizonte descolonizador que articuló democráticamente la nueva arquitectura estatal.

La ALP está en el tiempo de su definición: ser el actor o la quinta rueda del carro, como solía calificar el maestro Juan Lechín.

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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Estado Plurinacional

La construcción del Estado Plurinacional hoy está reducido al simbolismo festivo

César Navarro

/ 1 de febrero de 2024 / 07:37

La Tesis Política del Segundo Congreso de la CSUTCB (1983) afirmaba con precisión  histórica “Somos la semilla de donde ha nacido Bolivia, pero aún hasta hoy, nos tratan como a desterrados en nuestra propia patria” es la crítica ideológica y política al republicanismo colonial y al colonialismo interno y el horizonte es la transformación del Estado con la visión descolonizadora “Queremos ser libres en una sociedad sin explotación ni opresión organizada en un Estado Plurinacional que desarrolla nuestras culturas y auténticas formas de gobierno propio”.

Este horizonte es la ruptura con el colonialismo interno de derecha y de algunas corrientes de izquierda, trastoca el sentido filosófico como fue concebido la República, interpela a la razón de la política que circulaba en la lógica colonial euro-americano céntrica, a la forma de organización del poder estatal, al sentido común colonial y racial de sectores sociales principalmente urbanos, por ello la descolonización no es una reivindicación sino un horizonte, que se construye en la cotidianidad como historia y presente, es decir la utopía deja de ser una ilusión para constituirse en un presente posible.

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La refundación del Estado es un hecho político trascendental porque logra derrotar en las reglas de juego democrático representativas a las elites que se sentían propietarios y beneficiarios de la política, de la economía, de la producción, de la tierra, de los recursos naturales, de la cultura, de la religión, es decir de la República de Bolivia.

La Asamblea Constituyente (AC) era el único escenario institucional y democrático posible para construir una nueva arquitectura estatal, al mismo tiempo era el espacio de disputa sobre la filosofía estatal y la nueva síntesis social del poder.

Desde 1825 por primera vez se eligió a constituyentes por voto universal, democrático y fue el Pacto de Unidad (CSUTCB, CSCIB, CNMCB-BS, CONAMQ, CIDOB) la única organización que presentó su visión de Estado descolonizado en un proyecto de Constitución.

La AC se constituyó en el campo de disputa, entre la visión descolonizadora y los representantes del statu quo, para impedir el desarrollo de foro constituyente recurrieron a dos instrumentos del republicanismo colonial: el regionalismo y el racismo, el método la violencia.

El Estado Plurinacional (EP) fue concebido intelectual y socialmente desde lo nacional popular nació en tres partos: el primero en la AC, que fue bloqueado por la aristocracia sucrense con el apoyo de la derecha atrincherada en la media luna no pudieron impedir la aprobación del proyecto de CPE, el segundo en la histórica marcha de cerca de medio millón encabezada por la presidente indígena, la CONALCAM y la COB desde Caracollo hasta ciudad de la Paz, fue la movilización más grande desde 1825 y  tercero la aprobación por primera vez de la CPE en referéndum por el voto democrático del pueblo con el 67%.

En pleno proceso de alumbramiento los hijos putativos de la República y del nacionalismo quisieron hacer abortar el proceso en dos actos: con el referéndum anti e inconstitucional sobre autonomías y el golpe cívico prefectural, en ambos momentos fueron derrotados por la movilización campesina, popular y el liderazgo indígena anticolonial solido del presidente.

El EP es la ruptura con el republicanismo colonial, capitalista, eclesial y patriarcal, es desterrar el monopolio urbano clase mediero en la posesión y control del poder público nacional, departamental y municipal, es superar la ciudadanía lineal homogenizada sin identidad más que su nacimiento, es castrarle al sistema político el derecho que se arrogaba para elegir presidentes, es arrebatarle a la nobleza eclesial la paternidad celestial sobre el Estado y la sociedad, es la negación de privilegios que se volvieron en derechos selectivos.

El EP es la construcción social movilizada, su constitucionalidad emerge de la democracia como manifestación plena del soberano, la materialización de su institucionalidad está condicionada al liderazgo y visión anticolonial, simultáneamente como proceso de largo plazo y generacional es la revolución moral plurinacional, es decir transformar el sentido común colonial, racial, de clase y patriarcal que pervive en las sociedades de nuestra patria en la nueva racionalidad donde el color de la piel, el apellido, el origen, el idioma, genero, religión, riqueza, orientación sexual no sean factores de prestigio y exclusión social.

La construcción del EP hoy está reducido al simbolismo festivo, a la inversión pública mediática, al fomento de la fragmentación del bloque que dio origen al EP, al ataque sistemático al líder que sentó las bases constitucionales anticoloniales y antiimperialistas de este tiempo político.

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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‘Establishment’ oligárquico a la deriva

El ‘establishment’ asiste a su crisis que no pasa por resolver titularidades en la Gobernación y el ente cívico

César Navarro

/ 18 de enero de 2024 / 08:28

Tres momentos decisivos de la derrota política, democrática y moral que cerró el ciclo del establishment capitalista y colonial cruceño que se formó, organizó y fortaleció con la protección, apoyo y financiamiento de gobiernos del nacionalismo revolucionario, la dictadura militar y el neoliberalismo. El hijo putativo de la revolución de 1952 es la oligarquía cruceña.

Primer momento: el cabildo del “millón” de enero de 2004 convocado por el Comité Cívico pro Santa Cruz (CCpSC), cuyo presidente era Rubén Costas, tuvo la capacidad de imponer a Carlos Mesa la convocatoria a la elección de prefectos, este hecho político estaba agendando la autonomía como condición previa a la posibilidad de la convocatoria a la Asamblea Constituyente (AC).

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Lo que frustró esta ruta corta fue la renuncia de Mesa, la sucesión presidencial recayó en el presidente de la Corte Suprema de Justicia, convocó a comicios nacionales y también de los nueve prefectos, en este escenario la elección de prefectos ya no fue lo sustantivo de las elecciones, sino era parte del momento electoral.

Esta tarea inconclusa, el establishment lo impuso en la agenda política con la visión anti-Estado centralista andino aymara/quecha, anti-gobierno indígena; el objetivo, bloquear la AC si no se incorporaba la autonomía cuasi federalista cruceña.

En este escenario constituyente se impuso la violencia racial y social, estaba liderada por el presidente del CCpSC Branko Marinkovic; los puntos de inflexión fueron el referéndum anti e inconstitucional sobre la autonomía, el referéndum revocatorio, la toma violenta de instituciones y el golpe cívico prefectural. Estos cuatro hechos simultáneos, entre mayo y septiembre de 2008, fueron derrotados por la movilización indígena y social, por la decisión soberna del pueblo y por la firmeza del gobierno. Branko capituló, devolviendo al gobierno las instituciones públicas que fueron tomadas y saqueadas por la Unión Juvenil Cruceñista, abandonó temporalmente las banderas federalistas e incluso separatistas.

Segundo momento: Branko y Costas, que tenían el monopolio de la coerción cívica, social, mediática, religiosa regional, impusieron (2008) a la Corte Electoral Departamental la administración del referéndum anti e inconstitucional de su estatuto autonómico: el valor del resultado fue solo simbólico, sin ninguna incidencia jurídica.

El Congreso, entre septiembre y octubre de 2008, se constituyó de hecho en Congreso Constituyente; discutió, modificó artículos del proyecto de CPE aprobado en la AC e incorporó en las disposiciones transitorias el reconocimiento a los estatutos autonómicos, pero condicionado al control de constitucionalidad de la nueva CPE.

El actual Estatuto Autonómico de Santa Cruz no es el que se sometió a referéndum en 2008, la Asamblea Legislativa Departamental adecuó el proyecto de estatuto a la CPE en 2015 y el TCP declaró constitucional el Estatuto en 2017, es decir el constituyente, el pueblo soberano, subordinó al establishment cruceño a la nueva CPE y sepultó sus deseos federalistas.

Tercer momento: Luis Fernando Camacho, expresidente cívico y actual gobernador cruceño, abanderó el movimiento conspirativo nacional que derivó en el golpe de Estado. Lideró la toma e ingresó al Palacio Quemado republicano con la presidenta de facto Áñez, con la Biblia en la mano, fue parte del gabinete y de la estructura de poder, pero negó —a su estilo— la relación con el gobierno. La expresión política democráticamente expresada fue la derrota en las elecciones nacionales, ocupó el tercer lugar con apenas el 14%. Y en los comicios para gobernador, en el departamento donde tenía el apoyo y el control absoluto, recién obtuvo la victoria en segunda vuelta contra el MAS.

Creemos, el partido de Camacho, no tiene mayoría absoluta en el Legislativo departamental, depende de la alianza con los asambleístas indígenas, es decir, Camacho no sintetiza la expresión del departamento, solo es la manifestación temporal de una aparente hegemonía apoyada en la violencia discursiva, social, racial, ahora en el control político y administrativo de la Gobernación.

La detención preventiva del Gobernador no generó crisis en la administración de la Gobernación, la sustitución en la titularidad por el Vicegobernador está por causar una crisis, mostrando que Camacho no es el liderazgo que articula, sino solo la figura que se usa discursivamente para justificar un posicionamiento.

En la última fase, el CCpSC dejó de ser el núcleo de la cruceñidad para convertirse en un gremio más sin incidencia ni convocatoria pública. 

El establishment asiste a su crisis que no pasa por resolver titularidades en la Gobernación y el ente cívico, sino por la reconfiguración de nuevos liderazgos que ya no dependen exclusivamente de los viejos factores elitarios y raciales, no modificarán su concepción ideológica, pero reacomodarán el sentido señorial y oligárquico de élite.

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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