En este tiempo de alta inestabilidad política y de cara a una de las campañas electorales más largas, es hora de demandar el micrófono y hacer escuchar nuestra voz. Para eso hay que dejar de hablar de la participación de las mujeres como si nos estuvieran dejando jugar en el jardín de los hombres. Hay que dejar de hablar de la participación de las mujeres con el tedio de quien ya está cansado de admitir que somos personas y merecemos respeto. Hay que dejar de hablar de la participación política de las mujeres con la crueldad de la crítica que vertemos solo en nuestros errores.

En un mundo lleno de Trumps, Arturos Murillos y Padres Pérez, ¿por qué la crítica es tan fiera contra las mujeres por qué no hicimos más? Se tiene que comenzar a hablar de que se da por sentado que la paridad política garantiza que nuestras voces sean escuchadas o incluso tenidas en cuenta. Se debe comenzar a hablar de cómo los violadores, golpeadores y femicidas son tipos comunes, normales. Debemos dejar de decir “esa mujer que violaron podría ser tu hija” y comenzar a decir “ese violador es un padre, un hermano y un hijo”; porque solo así podremos entender que un violento se gesta desde los primeros años y que ahí está la solución a la que debemos apuntar como sociedad.

Apuesto a que en los medios nos inviten a hablar no solo de “cosas de mujeres”, las que lastimosamente son todos los tipos de violencia que nos atraviesan, y nos comiencen a llamar para hablar de economía, ingeniería, tecnología, política, etc. Porque somos más que especialistas en sobrevivir y sobrellevar la violencia. Somos más de la mitad de la población y tenemos mucho que decir sobre cómo Bolivia es y ha sido manejada y administrada.

Las mujeres queremos hablar por ejemplo de la impunidad con la que tanto partidos oficialistas como opositores se callan y callaron ante la injusticia; sobre cómo la solidaridad de ambas partes es selectiva, pero nunca se olvidan de las fotos. También de por qué se siguen abriendo espacios para personas que a todas luces apoyan la dictadura y a los exdictadores que usan la bandera de Bolivia como capa en las marchas, pero no conocen más que la zona Sur de La Paz, y no se sonrojan al utilizar el ‘indio/a” como insulto. Por qué no también hablar de la incoherencia política y la hipocresía de los líderes políticos actuales y emergentes que hablan del respeto a la ley, pero no dudan en coimear a un policía o siquiera hacerse cargo de sus hijas e hijos no planificados.

Queremos hablar de cómo la mayoría de los proyectos políticos no tienen un plan ambiental sostenible y cómo ya estamos viviendo de prestado.

Y aquí seguimos, más de la mitad de la población demandando que nos pasen el micrófono en vez de seguir hablando por nosotras.