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Cultura y medio ambiente

Quienes asistan mañana a la entrada folklórica de Oruro o la observen por televisión podrán disfrutar de una de las manifestaciones más significativas de nuestra cultura. Hermosos bailes nacionales dotados de historia, arte y creatividad cobrarán vida gracias a la labor de cientos de artesanos y el entusiasmo de miles de bailarines que abrazan esta fiesta como una de sus principales actividades laborales, de entretenimiento y devoción.

No obstante, es de esperar que esta fiesta no se vea empañada por la utilización de restos de animales para la confección de los trajes folklóricos. Hablamos de quirquinchos convertidos en matracas; plumas de cóndores y suris transformados en sombreros; pieles de zorros andinos, venados, tigrecillos y jaguares utilizados como mantos; alas de flamenco, búhos y águilas disecadas. Reprochable práctica tipificada como delito por nuestra legislación, pero que sin embargo aún goza de buena salud entre algunas fraternidades que participan en el Carnaval de Oruro.

Por ello, si queremos que las futuras generaciones puedan gozar de la belleza de la fauna boliviana y al mismo tiempo evitar desequilibrios naturales (cada especie no solamente es única, sino que además cumple un rol específico en la naturaleza), es de esperar que este año las autoridades cumplan su trabajo y no muestren condescendencia ante los bailarines que insisten, año tras año, en promover la caza furtiva de animales silvestres, la mayoría en peligro de extinción, para la confección de sus trajes, poniendo en riesgo el patrimonio natural del país.