Evo hizo lo correcto
Cuando Evo abrogó el Código Penal, hizo lo correcto. Con ello neutralizó una bandera de lucha de la oposición, como había hecho ya en el pasado, cuando repetía más lo de “mandar obedeciendo”. Célebre fue el gasolinazo de fines de diciembre de 2010, al que algunos llamaron “gasolinerazo”, atribuyendo erróneamente esta medida a Álvaro García Linera, porque sin duda era algo acordado por ambos. Evo estaba aquellos días en Nicaragua para la retoma de posesión de otro presidente casi eterno, ya muy venido a menos, por el enroque con su mujer como vicepresidenta. Y cuando retornó, se fue rápidamente al Chapare a consultar con sus bases más leales, los cocaleros. Éstos le advirtieron que debía anular aquella medida, y efectivamente les obedeció. A pocas horas del Año Nuevo, se derogó el decreto y todos festejamos con alegría.
Le falta renunciar a la reelección, re-referéndum incluido. Pero de momento lo del Código Penal ha sido un buen gesto, en la buena dirección. Un dicho latino dice Sapientis est mutare consilium, que en romance significa “es propio del sabio cambiar de opinión”. Claro está que no se trata de ser un veleta, que cambia a cada rato, según los vientos. Tiene que ser algo bien administrado, según la coyuntura y las consecuencias a mediano y largo plazo.
Para mí, el que más sale perdiendo con esa reelección es el propio Movimiento Al Socialismo (MAS), que debería renovar continuamente sus cuadros incluso a nivel presidencial, aunque los anteriores mandatarios sigan aconsejando desde la sombra. Tampoco creo que la solución sea ir a montar un restaurante allá en el Chapare, como ha sugerido el mismo Evo alguna vez, olvidándose de todo lo demás, sea en serio o solo de manera retórica. Debería seguir acompañando, desde más cerca o más lejos, al sucesor. Pero ya no deberían ser los principales protagonistas ejecutivos, sin menoscabo para que, pasado un período, puedan postularse de nuevo, como ya dejé dicho cuando Evo me honró con el Cóndor de los Andes.
De momento, el gesto de abrogar el Código Penal ha atenuado en algo mi amenaza de devolverle el Cóndor de los Andes. Aunque la reciente entrega de esa misma condecoración al presidente eterno de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema, sigue pesando mucho en mí para acabar devolviéndosela.
En la Sudáfrica de Mandela, con su ubuntu (“yo sin ti nada soy”) bien asimilado durante sus décadas en la cárcel, cambios bien logrados se quedaron a medias: aún sin apartheid, los blancos minoritarios son quienes mantienen la sartén por el mango. Hay líderes históricos cuyos sucesores no están a la altura de Mandela. Ése es un argumento que también debe considerarse, pero sin caer nunca en la eternización de alguien por diseño.
¿Y Brasil? Éste es más bien un ejemplo de lo que decía monseñor Romero, hoy ya San Romero de América: “Cuando la derecha ve amenazados sus intereses, hace todo lo posible para revertir la situación”. ¿Y Ecuador? De momento Lenin Moreno logró en su reciente referendo derogar la re-elección indefinida de Correa y limitar la extracción petrolera del Parque Yasuní a solo 350 hectáreas.
Incluso si por A o por B quedara Evo como presidente hasta 2025 (algo que sigue pareciéndome mal), habría que ponderar en serio la oportunidad de que su vicepresidente no sea Álvaro, como él mismo ya ha propuesto, sino otro; o más difícil pero también más coherente, otra. Así se verá si hay señales de cambio. Si no, huele a que ambos ya se han “engolosinado” con el poder o que temen acabar en la cárcel por alguna malversación de recursos.