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Arremetida conservadora vestida de oveja

Qué triste es tener que confrontar la arremetida conservadora en voz de una mujer. Apena más aún la confusión ideológica de algunas personas que, mezclando a Cristo y al Che Guevara, se creen portadoras de una renovada visión progresista “defensora de la vida”. Cuanta confusión y angustia genera el avance de las mujeres en su lucha frente al poder patriarcal y, claro, las arremetidas conservadoras en Latinoamérica se visten de oveja.

Estas ideas me surgen al leer el artículo Libre aborto: falsa autonomía de la mujer de la Sra. Esther Calderón, publicado por La Razón el 8/02/2018. En su escrito, la Sra. Calderón afirma que “una mujer verdaderamente autónoma conoce y administra bien su cuerpo”. Afirma que “el aborto no otorga autonomía a la mujer, sino más bien profundiza su incapacidad de ejercer autonomía sobre su cuerpo antes de concebir un bebé”.

La palestra desde la que habla la Sra. Calderón debe ser un espacio altamente privilegiado que le ha impedido cruzarse con las miles de mujeres que todos los días deben enfrentar la dura decisión de someterse a un aborto clandestino; por ello se permite dudar de las estadísticas oficiales. El Ministerio de Salud afirma que el 13% de las muertes maternas en Bolivia son producto de un aborto mal practicado. Y si consideramos que Bolivia mantiene uno de los niveles más altos de mortalidad materna en la región, legislar sobre el tema no es un problema moral o de creencias individuales, sino un verdadero problema de salud pública.

La Sra. Calderón coincidirá conmigo en que para hablar de una verdadera autonomía, a las mujeres bolivianas nos queda aún un largo camino. Yo llevo trabajando 20 años de mi vida con mujeres que sufren violencia, y he constatado que las mujeres todavía no ejercemos autonomía ni de nuestras ideas ni de nuestro corazón, menos aún en nuestros cuerpos. Para “administrar” bien nuestros cuerpos, tendríamos primero que acceder a la Justicia y a la protección estatal que en pleno siglo XXI aún se nos niega. Es muy fácil culpabilizar a las víctimas de abortos clandestinos acusándolas de una vida “licenciosa”, sin saber que, según estadísticas oficiales, el 43% de las mujeres declaran haber sido víctimas de violencia sexual, y dos de cada 10 mujeres han sido violadas al menos una vez en su vida. En este contexto de violencia generalizada, tan solo el 7% de las mujeres decide por sí misma cuándo tener relaciones sexuales (INE, 2016).

Si estos datos todavía no convencen a la Sra. Calderón sobre las condiciones estructurales en las que ella pretende que ejerzamos nuestra autonomía, la invito a leer el excelente estudio Violencias contra las mujeres: entre avances y resistencias (2016), donde se constata las condiciones subjetivas y los mandatos sociales bajo los cuales hombres y mujeres desplegamos nuestra sexualidad. Como resultado de esta sociedad pechoña y de doble moral, la Encuesta Nacional sobre la situación de las mujeres en Bolivia nos previene que el 77% de las mujeres no usa métodos anticonceptivos y, por consecuencia, el 42% declara que no pudo decidir cuántos hijos tener. Si a estos datos agregamos que una mujer dice tener relaciones sexuales en un 38% por obligación, un 22% por temor a la violencia y un 17% porque su marido es el que decide, entonces comprendemos la dimensión del problema del aborto como una de las injusticias sociales más sentidas en una sociedad machista.

A pesar de los reparos éticos y religiosos de la Sra. Calderón, cada día los consultorios clandestinos se llenan de dinero con la desesperación de mujeres vulnerables dispuestas a perder la vida para poder tener control sobre su futuro. Mientras nosotras seguimos discutiendo la legitimidad o no del nuevo Código Penal, cerca de 60.000 abortos se realizan cada año, y producto de ello, 115 mujeres acuden cada día a hospitales del país por complicaciones relacionadas con abortos mal realizados. ¿Es a esas mujeres que la Sra. Calderón está dispuesta a perseguir y encarcelar? Creo que ningún sistema de justicia podría con ese desafío.

*es cientista social.