De nueva cuenta, el dolor, la ira y la desesperanza se han hecho presentes en Estados Unidos, como consecuencia de una nueva matanza, impulsada por un civil fuertemente armado. El protagonista de esta última tragedia es un adolescente de 19 años, quien decidió volcar su odio y frustración contra los estudiantes y los profesores de una escuela en Florida de la que había sido expulsado el año pasado por indisciplina y amenazas a sus compañeros.
Para tal efecto, según se consigna en la prensa internacional, el atacante, Nikolas Cruz, acudió a su excolegio en Parkland (una tranquila localidad de 30.000 habitantes) el miércoles armado con rifle AR-15 y numerosos cargadores. Poco antes de que culmine la jornada escolar, Cruz accionó la alarma de incendios y, cubierto con una mascarilla, lanzó varias bombas de humo, mientras acribillaba a todo aquel que salía a su paso en medio de la neblina. Posteriormente, salió del colegio camuflado entre los estudiantes. Producto de este tiroteo 17 personas murieron y al menos 15 resultaron heridas.
Cada vez que ocurren este tipo de incidentes (en los últimos 20 años se han contabilizado 27 tragedias similares) propios y extraños se preguntan cómo es posible que en un país que ha decidido abrazar el Estado de derecho como forma de vida persista la venta libre de armas de fuego, tomando en cuenta que la probabilidad de que caigan en manos de personas perturbadas, psicópatas y criminales (dentro y fuera de Estados Unidos) es muy alta.
En estos momentos están teniendo lugar en Nueva York las últimas negociaciones para la Cumbre del Futuro, que se celebrará este mes y en la que Jefes y Jefas de Estado acordarán reformas de los elementos constitutivos de la cooperación mundial.
Las Naciones Unidas han convocado esta singular Cumbre en vista de la cruda realidad: los problemas mundiales avanzan más rápido que las instituciones diseñadas para resolverlos.
Lo podemos apreciar allá donde miremos: los conflictos y actos de violencia atroces infligen un sufrimiento terrible, las divisiones geopolíticas abundan y la desigualdad y la injusticia están en todas partes, corroyendo la confianza, agravando el resentimiento y avivando el populismo y el extremismo. Los tradicionales problemas de la pobreza, el hambre, la discriminación, la misoginia y el racismo están adoptando formas nuevas.
En este contexto afrontamos amenazas nuevas y existenciales, desde un caos climático y una degradación ambiental galopantes hasta el desarrollo de tecnologías como la inteligencia artificial en un vacío ético y jurídico.
La Cumbre del Futuro reconoce que está en nuestras manos solucionar todos estos problemas. No obstante, solamente las y los líderes mundiales pueden llevar a cabo la modernización sistémica que necesitamos para ello.
La toma de decisiones en el plano internacional es anacrónica. Muchas instituciones y herramientas de la esfera internacional son producto de los años cuarenta, anteriores a la globalización, a la descolonización, al reconocimiento generalizado de los derechos humanos universales y la igualdad de género y también a los viajes al espacio, por no hablar ya del ciberespacio.
Los vencedores de la Segunda Guerra Mundial siguen primando en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, mientras que ningún país de África tiene un asiento permanente. Por otro lado, la arquitectura financiera mundial es sumamente desfavorable para los países en desarrollo, ya que, al no proporcionarles una red de protección cuando afrontan dificultades, los hunde en la deuda y, así, los obliga a dejar de invertir en su gente.
Además, las instituciones mundiales ofrecen un espacio limitado a muchos de las y los principales actores del mundo actual, desde la sociedad civil hasta el sector privado. La juventud que heredará el futuro es prácticamente invisible, y los intereses de las generaciones futuras tampoco están representados.
La idea está clara: no podemos crear un futuro apto para nuestros nietos y nietas con un sistema construido para nuestros abuelos y abuelas. La Cumbre del Futuro será una buena oportunidad de replantear la colaboración multilateral para que se adapte al siglo XXI.
Una de las soluciones que hemos propuesto es la Nueva Agenda de Paz, que pretende modernizar las instituciones y las herramientas internacionales encargadas de prevenir y hacer cesar los conflictos, incluido el Consejo de Seguridad. En ella se aboga por renovar los esfuerzos encaminados a librar al mundo de las armas nucleares y otras armas de destrucción masiva y por ampliar la definición de seguridad para que englobe también la violencia de género y la violencia de bandas. La Nueva Agenda de Paz tiene en cuenta asimismo las amenazas para la seguridad que puedan surgir en el futuro, en reconocimiento de que los métodos de guerra van evolucionando y de que corremos el riesgo de que las nuevas tecnologías se utilicen como arma. Por ejemplo, necesitamos un acuerdo mundial para proscribir los sistemas de armas autónomos letales que pueden tomar decisiones de vida o muerte sin ninguna forma de participación humana.
Las instituciones financieras mundiales deben ser un espejo del mundo actual y estar habilitadas para encabezar una mejor respuesta a los desafíos que estamos afrontando, por ejemplo, en cuanto a la deuda, el desarrollo sostenible y la acción climática. Ello supone tomar medidas concretas para afrontar el endeudamiento insostenible, aumentar la capacidad de préstamo de los bancos multilaterales de desarrollo y modificar su modelo de negocio para que los países en desarrollo tengan un acceso mucho mayor a financiación privada a tipos de interés asequibles.
Sin esa financiación, los países en desarrollo no podrán afrontar la mayor amenaza para nuestro futuro: la crisis climática. Necesitan recursos con urgencia para dejar de utilizar combustibles fósiles, que están destruyendo el planeta, y pasarse a la energía limpia y renovable.
Por otro lado, como las y los líderes mundiales destacaron el año pasado, para acometer los avances que se necesitan desesperadamente a fin de lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible, también es clave reformar la arquitectura financiera mundial.
La Cumbre se centrará asimismo en las nuevas tecnologías que tienen repercusiones a escala mundial con miras a buscar maneras de cerrar la brecha digital y establecer principios compartidos en pos de un futuro digital abierto, libre y seguro para todas las personas.
La inteligencia artificial es una tecnología revolucionaria con aplicaciones y riesgos que apenas estamos empezando a comprender. Hemos presentado propuestas concretas para que los gobiernos, junto con las empresas tecnológicas, el mundo académico y la sociedad civil, trabajen en marcos de gestión del riesgo de la inteligencia artificial y en la vigilancia y la mitigación de sus efectos nocivos y el reparto de sus beneficios. La gobernanza de la inteligencia artificial no puede dejarse en manos de los más ricos, sino que todos los países deben participar en ella, y las Naciones Unidas están resueltas a ser el foro que aúne los esfuerzos de todo el mundo.
Los derechos humanos y la igualdad de género son el hilo común que vincula todas estas propuestas. La toma de decisiones en el plano mundial no puede reformarse si no se respetan todos los derechos humanos y la diversidad cultural de manera que se garanticen la plena participación y el liderazgo de las mujeres y las niñas. Exigimos que se renueven los esfuerzos por eliminar las barreras históricas —jurídicas, sociales y económicas— que excluyen a las mujeres del poder.
Los constructores de la paz de los años cuarenta crearon instituciones que ayudaron a evitar la Tercera Guerra Mundial y llevaron a muchos países de la colonización a la independencia, pero no reconocerían el panorama mundial de hoy en día.
La Cumbre del Futuro es una oportunidad de construir instituciones y herramientas de cooperación mundial más eficaces e inclusivas, acordes con el siglo XXI y el mundo multipolar en que vivimos.
Insto a las y los líderes mundiales a que la aprovechen.
(*) António Guterres es Secretario General de la ONU
Lo vocación de poder implica el convencimiento y la capacidad de mando, es la manifestación de ejercer sus decisiones sin delegar esa representación, la vocación está implícitamente vinculada a la estrategia de poder, como el medio para alcanzar metas.
La vocación y la estrategia es la manifestación de un actor político colectivo, tiene sentido ético si está imbuido de un horizonte político, es el tiempo de la autoconciencia como concepción ideológica, es la praxis política como construcción social liderada por actores colectivos.
El movimiento sindical campesino, originario e indígena —en ese orden— asumen el reto, de hecho, hay ruptura con la tradición sindical obrerista, también con ciertas izquierdas partidarias eurocéntricas, critican e interpelan a las sociedades principalmente —no únicamente— urbanas como coloniales e impugnan las estructuras republicanas, coloniales, raciales, capitalistas de nuestra Bolivia. Es el tiempo de construcción contrahegemónica al neoliberalismo.
La estrategia partió por la vía democrática en los municipios a través de los centrales y subcentrales provinciales de hombres y mujeres eligiendo, postulando candidaturas y desplegando la campaña electoral por los sindicatos campesinos que tienen su nivel organizativo territorial en las comunidades.
La prensa solo grafica el resultado electoral de los municipios y la cantidad de concejales electos por el instrumento político, la dinámica de la política te está describiendo el desplazamiento de las derechas del escenario municipal.
El 2002 el movimiento campesino originario expresado electoralmente en el MAS y en el MIP desordenan al sistema político, ponen en crisis el pasanaku político, la intervención del embajador norteamericano es decisivo para formar la última y criminal experiencia gubernamental.
En las elecciones nacionales adelantadas con un año y medio el 2005 la historia se detiene a la espera de la continuidad del neoliberalismo o de una nueva época, el pueblo democrática y soberanamente se pronuncia, es un triunfo político y moral representa la ruptura inmediata con la derecha legitimando simultáneamente un nuevo horizonte y al sujeto colectivo sindical campesino originario indígena que representaba el nuevo tiempo político.
La síntesis inaugural del nuevo tiempo esta en: vocación y estrategia de poder; organización y articulación territorial-cultural; liderazgo sindical campesino y unidad en el horizonte, en el bloque campesino, originario, indígena, urbano popular, el valor y su connotación histórica está en la praxis revolucionaria descolonizadora.
Las derechas creyeron y algunos siguen creyendo que su derrota fue electoral, a ello se debe el nivel de su respuesta, eran plataformas electorales frentistas, que duraban el tiempo que duraba la campaña electoral, luego se diluían, terminaban siendo un club de amigos parlamentarios, pero de “oposición”, eran el testimonio eterno de su derrota.
La estrategia de las derechas se modificó, el primer ensayo el golpe del 2019, creyeron que derrocando al gobierno derrotaban al núcleo sindical campesino, originario indígena popular del proceso de cambio. Este núcleo masacrado, reprimido, encarcelado, venció al gobierno de facto, recupero la democracia y el gobierno por la vía democrática.
Ahora la estrategia es diferente con complicidad interna, en la fractura, división y enfrentamiento dentro el núcleo. La fractura es superable, la división en sí mismo no es la destrucción, es debilitamiento, pero lo dramático es el enfrentamiento, vernos como enemigos dentro el núcleo significa desenvolvernos al ritmo que quiso y quiere el colonialismo, las derechas y los pluridiversos enemigos de este proceso.
Perder la mística y la espiritualidad del horizonte de este tiempo histórico, implicaría la derrota del proyecto, el enfrentamiento interno tiene esa posibilidad, a ello se debe la intención política de amplificar sistemáticamente el enfrentamiento, poniendo en escena mediática con rótulos de espectáculo incluso la pelea física entre hombres y mujeres indígena originario campesinos.
Recuperar el horizonte anticolonial y antiimperialista es superando la motivación política e inducida al enfrentamiento, el núcleo sindical campesino, originario indígena que es el sentido del proceso de cambio, conoce por experiencia de vida que la movilización es el punto de reencuentro del yo colectivo plurinacional. El presente no será la ruptura con este tiempo histórico.
(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda
Somos menos de lo que se esperaba. Es el resultado del Censo Nacional de Población y Vivienda realizado este año y cuyos resultados se dieron a conocer hace unos días. Bolivia tiene 11.312.620, es decir, un millón de habitantes menos de lo que el propio Instituto Nacional de Estadística había estimado para 2024. Entre las razones expuestas: las mujeres tienen ahora menos hijos y esta respuesta muestra nuevamente que los cuerpos femeninos se usan como instrumentos de las políticas demográficas de su tiempo.
El ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, para explicar la baja cifra del censo, dijo que “mi generación decidió tener menos hijos… por ejemplo, la diputada (de oposición Luisa) Nayar no tiene hijos”, por lo que ésta usó el reducido espacio en la plataforma X para llamarle inútil, corrupto, ignorante, atrevido, misógino, abusivo y, finalmente, triste personaje sin dar mayor explicación del tema. Es que hay varios elementos a tomar en cuenta.
De manera general, el hecho de que haya un índice mayor o menor de nacimientos en la población depende de varios factores que tienen que ver con las estructuras políticas, sociales, económicas y culturales de una sociedad y, también, con su concepto de familia, los dogmas religiosos al respecto y los conocimientos y prácticas para regular la natalidad (Weeks, 1993).
Al margen de las guerras, las epidemias, los cataclismos y las hambrunas por fenómenos naturales que pueden diezmar fuertemente a las poblaciones, en cada época y sociedad son las políticas que se aplican las que, finalmente, determinan su demografía. Las personas viven en sociedad y todos sus asuntos son resultado de estas decisiones políticas y estructuras sociales, incluso las que parecen individuales como es tener un hijo o hija.
Las elecciones, el hecho de decidir algo, se hacen en base a las opciones que existen y que se determinan socialmente. Es decir, si una pareja clase media urbana decide tener descendencia lo hará, hoy, en función de sus posibilidades económicas, profesionales y hasta de tiempo libre. Una mujer, por su parte, puede decidir embarazarse si encuentra la pareja adecuada: trabajador, buena persona y que no sea violento ni controlador, por ejemplo. También puede decidir tenerlo sola. Estas decisiones se toman cuando en el entorno social es posible hacerlo o, también, contra el orden establecido y se asumen las consecuencias.
Las sociedades han aplicado políticas de fomento o de restricción de la natalidad y, evidentemente, éstas se han aplicado finalmente en el cuerpo de las mujeres. En las décadas de los 60 y 70 del siglo anterior, por ejemplo, en Latinoamérica se impulsaron con gran fuerza (especialmente desde Estados Unidos) políticas de control de la natalidad para evitar una explosión demográfica y reducir el número de familias numerosas, pobres y potencialmente subversivas. Existen muchos ejemplos de esterilizaciones forzosas o engañosas a mujeres indígenas que se practicaba desde el Estado, como en Perú, o mediante ONGs misioneras, como en Bolivia. Medidas de control clasista y racista que se llevaron a cabo en las mujeres, tomadas como objetos reproductores indeseables.
En esas décadas nacieron las oficinas de planificación familiar y reproductiva como una manera de lograr políticas de población geoestratégicas y de desarrollo. Cada país las aplicó a su manera, aunque tenían en común hacer algo en relación a los abortos y a la mortalidad materna. Desde los 80 se habla de los derechos sexuales y reproductivos y para ello han influido los movimientos feministas, ya que las mujeres tienen derecho a disfrutar del sexo de manera saludable y de una maternidad deseada. Además del derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. La baja natalidad es generalizada en el mundo capitalista actual y también forma parte de la cultura individualista.
¿Cuál es la política demográfica de Bolivia? No está clara. Se puede hablar de algunas medidas, como el bono Juana Azurduy que favorece a mujeres embarazadas que se hacen controles médicos; sin embargo, no hay más incentivos específicos destinados a tener más población. Esto tiene que ver con la economía en general y con opciones de vida atractivas, con políticas de vivienda, de cuidados y educación concretas y también con políticas de género que ofrezcan igualdad de oportunidades, que repartan las responsabilidades, que eliminen las violencias machistas. Las decisiones personales se basan en políticas de cada sociedad.
La línea de comunicación o la línea estratégica del gobierno recientemente sufrió una importante modificación, a la pelea por la aprobación de créditos en la Asamblea Legislativa, ahora le sumaron echarle culpas a Evo Morales de todos los problemas actuales. Fue el mismísimo presidente que empezó a sostener en diferentes espacios que la nacionalización fue descuidada en la gestión de Morales, que se dedicaron a explotar gas y se descuidó la inversión en exploración y el descubrimiento de nuevos reservorios, con lo que llegamos a la actual situación de agotamiento de nuestras reservas de hidrocarburos, hecho que generó la escasez de dólares, el consiguiente encarecimiento de esta divisa y como efecto final la subida de precios de los productos de importación. El resultado: crisis económica.
En una jugada arriesgada el gabinete presidencial tomó la decisión de exponer al presidente ante cámaras, pizarra de por medio, para que brinde una exposición económica al país. El presidente cuál docente universitario, empezó a explicar que la economía empezó a deteriorarse el año 2014 y que el gobierno de Morales hizo poco o nada para paliar la crisis que se veía venir. Al respecto un par de puntualizaciones. La primera es que Luis Arce fue ministro de Economía de Morales, por tanto, actor fundamental de esa larga gestión, hecho que invalida la estrategia de responsabilizar únicamente a Morales de la situación actual y la segunda es que se elige a un presidente para que enfrente los problemas heredados o nuevos, brinde soluciones y no que se limite a refugiarse en excusas y finalmente exponer al presidente a que dé un mensaje totalmente vacío, sin nada nuevo, lo único que logra es reforzar la idea de un presidente acorralado, sin respuestas y sin iniciativa.
En todo caso, la gente no es tonta, no come vidrio y por tanto no se traga ninguno de esos argumentos. La gente sabe que el actual Modelo se encuentra en declive y necesita ser revisado y ajustado. Así como sería de necios y de tontos no reconocer el aporte del Modelo, la contribución significativa al desarrollo y a la construcción del país o negar que dilatados sectores de la población lograron mejorar su calidad de vida transitando de vivir en condiciones de pobreza a formar parte de la clase media ascendente, o aquellas familias que dejaron de vivir en condiciones de extrema pobreza; también resultaría de idiotas no aceptar que el Modelo necesita adaptarse a los tiempos nuevos que vivimos, a la Bolivia que empieza a transitar un nuevo periodo y que, como es lógico, no es la misma Bolivia de 2006.
Como sucede con toda creación hecha por la mano del hombre, va sufriendo las consecuencias del paso del tiempo y corre el riesgo de quedarse obsoleta. En un mundo que se transforma, un mundo que cambia vertiginosamente, un mundo que producto de la pandemia del COVID vivió aceleradamente y de improvisto transformaciones que hasta tan solo unos años atrás parecían lejanos o impensables, el Modelo también necesita ser sometido a un proceso de revisión, dejando de lado dogmas ideológicos que pretenden profundizarlo aún más con medidas inviables como la descamisada idea de la retención de divisas. Profundizar, en la línea obsoleta del Modelo, lo único que va a generar es mayor desconfianza en la población, miedo y una mayor crisis económica que la que actualmente estamos viviendo.
Ahora bien, una revisión racional del Modelo, identificando sus fallas y excesos, no quiere decir retornar a los tiempos del neoliberalismo o del Gonismo, tiene que ser una revisión, para empezar, hecha por bolivianos pensando en bolivianos, evitando que el costo económico y social recaiga en la espalda de los más pobres.
(*) Peter Maldonado Bakovic es profesor universitario
Cuando estaba informando sobre mi serie sobre tecnología educativa, me topé con una de las cosas más inquietantes que he leído en años sobre cómo la tecnología podría interferir con la conexión humana: un artículo en el sitio de la firma de capital de riesgo Andreessen Horowitz titulado alegremente No es una computadora, ¡es una compañera! Comienza con esta cita de alguien que aparentemente ha aceptado plenamente la idea de tener un chatbot para su pareja: “Lo bueno de la IA es que está en constante evolución. Un día será mejor que una (novia) real. Un día, el verdadero será la opción inferior”. El artículo continúa describiendo casos de uso de “compañeros de IA”, sugiriendo que alguna iteración futura de chatbots podría sustituir a los profesionales de la salud mental o los compañeros de trabajo conversadores.
Esta semana, OpenAI lanzó una actualización de su chatbot ChatGPT, una indicación de que el futuro inhumano predicho por la historia de Andreessen Horowitz se acerca rápidamente. Ha habido muchas comparaciones entre GPT-4o y la película de 2013 Her, en la que un hombre se enamora de su asistente de inteligencia artificial, con la voz de Scarlett Johansson. Si bien algunos observadores no quedaron particularmente impresionados, ha habido mucho entusiasmo sobre el potencial de los chatbots con apariencia humana para mejorar los desafíos emocionales, particularmente la soledad y el aislamiento social.
Ciertamente, existen usos valiosos y beneficiosos para los chatbots de IA. Pero la noción de que algún día los robots serán un sustituto adecuado del contacto humano no comprende lo que realmente es la soledad y no explica la necesidad del contacto humano. Hay desacuerdos entre los académicos sobre el significado preciso de “soledad”, pero para abordarlo como un problema social, vale la pena intentar afinar nuestras definiciones. Eric Klinenberg, sociólogo de la Universidad de Nueva York y autor de varios libros sobre la conexión social, me describió la complejidad de la soledad de esta manera: “Pienso en la soledad como nuestros cuerpos, nos indica que necesitamos conexiones mejores y más satisfactorias con otras personas”. Y, dijo, “el principal problema que tengo con las métricas de la soledad es que a menudo no logran distinguir entre la soledad saludable ordinaria, que nos saca del sofá y nos lleva al mundo social cuando la necesitamos, y la soledad crónica y peligrosa, que impide: no nos levantamos del sofá, y nos lleva a una espiral de depresión y abstinencia».
La razón por la que me preocupa chatear con robots como una posible solución a la soledad es que podría ser un enfoque que atenúe el sentimiento lo suficiente como para desanimar o incluso impedir que las personas den ese paso del sofá para establecer conexiones con los demás. Y algunas investigaciones indican que la falta de contacto humano puede exacerbar los sentimientos de aislamiento.
¿Qué pasaría si incluso una pequeña porción de los miles de millones que se gastan en el desarrollo de chatbots con IA se pudiera gastar en cosas humanas y físicas que ya sabemos que ayudan a la soledad? Como dijo Klinenberg, para ayudar a las personas solitarias y aisladas, deberíamos invertir en cosas como viviendas colaborativas, parques, bibliotecas y otros tipos de infraestructuras sociales accesibles que puedan ayudar a personas de todas las edades a crear conectividad.