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Cambiar los guiones sociales

Un sueño puede cambiar la vida. Una pérdida, también. Recuerdo una serie de los primeros: solía olvidar los guiones de la obra teatral que representaba en mi colegio católico. En el sueño, la búsqueda del libreto me llevaba al caos —ukhupacha, en la cosmovisión andina, en una analogía al subconsciente freudiano)—.

A estas alturas, en ese entonces mi mundo presente, el real (aunque todos creemos que la realidad es ésta hasta que despertamos), se hallaba también revolucionado por un maremoto.
Entonces, mi situación era el de miles de madres bolivianas que quedan al cuidado de los hijos, después de que el padre se hace “feis”, se hace

“gas” por x, y o z. Entonces pude experimentar las profundas desigualdades del sistema judicial y social boliviano. Pues, ante esta situación a la madre no le queda otra que asumir la carga de generar los recursos para las wawas y, a la vez, la de sus cuidados. ¿Quién pierde aquí? Pues los menores. Niños descuidados y madres exhaustas, en peligrosa dupla.

Ante una separación, no es raro escuchar que los padres se niegan a dar sustento a los hijos —o a dar el mínimo que establece la ley (hace dos años eran 300 bolivianos mensuales) a no ser que los hijos vivan con ellos, es decir, con el padre—. Y aquí es donde la mayoría de las madres “saltan” y entablan largas y carísimas batallas legales para el bolsillo y la paz personal.

¿Y por qué no dejas que se quede con él?, me sugirió entonces alguien. Mis defensas aprendidas y los guiones de “buena madre” no me dejaron ver en aquel momento el alcance de esta posibilidad. Y las amigas: “yo soy madre antes que mujer”, “nunca dejaría a mi hijo”, así como las apocalípticas advertencias de terribles traumas futuros del crío me tenían algo paralizada.

Un año después puedo decir que los padres pueden ser tan buenos cuidadores de una wawa como una madre y que ninguno va a morir ni a vivir traumado. La maternidad no debe ser sinónimo de sacrificio, pues lo que resulta de eso son niños sacrificados.

Lamentablemente, en Bolivia, el cuidado de los niños, adultos mayores y personas con discapacidad aún recaen en las mujeres, minando sus posibilidades de adquisición económica (que beneficia, pues, a los hijos). Estados como el de Uruguay han dado un paso adelante para enfrentar estas inequidades. Allá hay guarderías estatales para niños que permiten a las madres trabajar. Mientras tanto, en Bolivia, creo que es momento de abrirnos a otras posibilidades que implican un cambio de guiones sociales aprendidos, lo cual puede activarse con tan solo soñar.          

es periodista de La Razón