Deforestación y cuencas
Urgen unidades especializadas que garanticen una apropiada planificación urbana.
A 10 días de la mazamorra que anegó más de un centenar de viviendas en Tiquipaya (Cochabamba), causando la muerte de cinco personas y daños materiales de consideración, han comenzado a salir a la luz estudios y fotografías que permiten entender las causas de este desastre, producto de la deforestación, un crecimiento urbano sin planificación y déficits en la atención de emergencias.
Por ejemplo, el presidente de la Asociación de Ingenieros Eméritos de Cochabamba, Gonzalo Maldonado Rojas, compartió imágenes satelitales de 2003 y 2016 en las que se pueden apreciar cómo en los últimos años, aprovechando la ausencia de lluvias, los cordones de seguridad adyacentes al río Taquiña se convirtieron en urbanizaciones bien delimitadas. Sin embargo, con las intensas precipitaciones de las últimas semanas muchos ríos recuperaron su cauce, entre ellos el río Taquiña, con la consecuente destrucción de las edificaciones que se levantaron en su entorno.
Respecto al aluvión de Tiquipaya, según las investigaciones realizadas por las autoridades departamentales y nacionales, éste se produjo como consecuencia del “descenso de un fragmento de la empinada quebrada Lindero por el cauce del río Taquiña, ocasionando su desborde”. Deslizamiento que a su vez devino por la deforestación de los árboles que otrora aderezaban aquella quebrada para habilitar, como es de suponer, nuevas urbanizaciones.
Y a este avance descontrolado de las urbes y de las industrias, que no respeta las áreas forestales, ni el lecho de los ríos, ni siquiera las montañas y mucho menos las leyes, se sumaría la falta de una gestión de riesgos adecuada. Por caso, los expertos coinciden en que un riguroso monitoreo de las cuencas de Cochabamba habría permitido detectar con varios días e incluso semanas de anticipación el debilitamiento de la quebrada Lindero. Información que hubiese permitido ejecutar acciones de prevención tanto en la quebrada como en las poblaciones aledañas, con lo que su impacto hubiese sido considerablemente menor.
Consultados al respecto, diferentes analistas señalaron a los medios de comunicación y a través de las redes sociales que este monitoreo era realizado por el Programa de Manejo Integral de Cuencas (Promic) de Cochabamba desde 1990. Sin embargo, esta importante labor, entre otras, se habría visto entorpecida a partir de 2009, con la sustitución del Promic por el Servicio Departamental de Cuencas, dependiente de la Gobernación de Cochabamba.
Por todo lo señalado, y ante la continua perturbación de los mecanismos que encausan y amortiguan naturalmente el curso de las aguas, con la tala de árboles, la construcción desordenada de viviendas, caminos y descargas de deshechos que desestabilizan los suelos, no cabe duda de que en el país urgen unidades especializadas que garanticen una apropiada planificación urbana, junto a una eficiente gestión de riesgos.