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¿Arquitectura y psicología, visión del pasado?

Hoy abordaremos un tema quizá extraño para la mayoría de los lectores, sin embargo, no deja de ser interesante, pues parte del hecho de que Aristóteles albergó muchos principios psicológicos, hasta el punto en que describe con admiración al famoso arquitecto Hipodamo de Mileto, quien se destacaba por sus nociones psicológicas en el hacer de la política de la ciudad.

Aristóteles consideraba a dicho arquitecto como un ser extraño, medio político, medio artista y medio técnico; empero, un hombre capaz de plantear la “ética de la ciudad y la convivencia de los espacios públicos”. Esta última hace referencia una relación especialmente necesaria y profunda para el vivir urbano, que además dejaba ver cómo la arquitectura y lo bello formaban parte de la psicología de la sociedad. Y es que los griegos, según escritos, valoraban un hecho arquitectónico no solo porque estaba conectado con lo útil, sino por su estética. Todo ello resulta indispensable para entender a esa sociedad.

Posteriormente, a lo largo de los siglos XVII, XVIII y XIX se afirmó de forma recurrente que la psicología era la fuente de significación tanto de los espacios públicos de concentración ciudadana como los privados, así como el medio para comprender el espacio que se requería en ambos casos.

A la luz de otros escritos no se puede dejar de mencionar a otro pionero del movimiento moderno: el arquitecto Walter Gropius, quien además de fundar la escuela de arquitectura alemana de Bauhaus, fue uno de los máximos exponentes de las vanguardias arquitectónicas de los años 20. Gropius sobresalió fundamentalmente por sus textos sobre arquitectura de la psicología de la escuela de Gestalt (1943). Y lo singular fue que al demitir a la Bauhaus, afirmó que no podía soportar lo puramente especializado o eficiente.

También destaca el arquitecto Georg Simmel, quien junto a sus colaboradores dio el gran salto a la definición sobre la psicología de la ciudad y el comportamiento humano. Un trabajo que confirma que el movimiento moderno en la arquitectura de esa época, a pesar de su contenido revolucionario, se basó en la psicología de la arquitectura ambiental.

Según otra bibliografía, luego de la Segunda Guerra Mundial, las relaciones entre la arquitectura y la psicología fueron bastante estrechas hasta el final de los 50. Así, la psicología ayudó en muchos momentos a la arquitectura a autodefinirse y prever las consecuencias del diseño de ese entonces. Ello derivó en que, no sin razón, haya quienes afirman que las ciudades y cualquier hecho arquitectónico representan la cultura del vivir de un pueblo.

Es innegable que la arquitectura aún capta ciertos principios de la psicología, los cuales colaboran en entender las necesidades del usuario. Sin embargo, eso no quiere decir que la psicología sea la que en primera instancia defina las obras arquitectónicas, pues si bien se echa mano de ciertas referencias o principios, éstos únicamente colaboran en prever aspectos para el mejor vivir en las ciudades.

En las épocas arriba mencionadas se afirmaba que la psicología podía ayudar a la arquitectura no solo en sus aspectos didáctico-comunicativos, sino también en ciertos aspectos creativos. Hoy cabe preguntarse: ¿la arquitectura y la psicología seguirán siendo solo una visión del pasado?