21F: ¿empate catastrófico?
Sintetizo lo ocurrido el 21F como un ‘empate’ que contrapuso claramente al campo y a las ciudades.
El título del presente artículo se refiere a la frase que Álvaro García Linera repetía bastante antes de llegar al poder, pero que ahora se da en forma de interrogante y al revés: Evo y el MAS están ya más de una década en el poder; entretanto, la oposición va creciendo, sobre todo en las ciudades.
Evo pretendía consolidarse con el referéndum constitucional del 21 de febrero de 2016 (21F), pero en conjunto obtuvo un empate. En el área rural, aproximadamente un tercio de toda la población, siguió ganando el MAS; pero en el área urbana, sobre todo en las principales ciudades, perdió en mayor o menor porcentaje, según el lugar. Yo viví aquella jornada en Cochabamba, ciudad donde ahora resido. La plaza 14 de Septiembre, donde el oficialismo había organizado el acto principal, estaba rebalsando como pocas veces la he visto. Pero eran todos campesinos, llegados en camiones de naciones y pueblos indígena originario campesinos, traídos con el apoyo del MAS.
Por la tarde, después de un fuerte chubasco, la oposición, que hasta entonces se había organizado en grupos dispersos durante todo el día, se congregó en la Plaza de las Banderas y calles adyacentes también de forma impresionante. Era gente sobre todo urbana. En otras ciudades ocurrió algo parecido. Por eso sintetizo lo ocurrido como un “empate” que contrapuso claramente al campo y a las ciudades.
Empate ¿catastrófico? No necesariamente, pero sí posiblemente. La gran ventaja que sigue teniendo el MAS de partida es que es un solo frente enfrentado a una oposición que sigue teniendo muchas cabezas. Y cuanto más dispersas sigan manteniéndose las fuerzas opositoras, más probable es que el MAS continúe imponiéndose en las urnas, incluso si no llega a obtener más del 50% de los votos, como antes.
En estos días, marzo de 2018, estamos delante de otro factor que nos une a todos los bolivianos, moros y cristianos: la reivindicación marítima boliviana y los alegatos finales de la demanda interpuesta contra Chile en la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Si de ahí surge un viejo o un nuevo líder de consenso que se presente a las próximas elecciones del 2019, podría darse un desempate.
En todo caso, quienquiera que salga triunfante, la oposición o el MAS, lo único nuevo que podría aportar el Tribunal de La Haya sería el peso moral de las Naciones Unidas para seguir con diálogos más en serio sobre este tema histórico pendiente, que tantas emociones e incomprensiones genera en pro o en contra entre Bolivia y Chile, después de un siglo y medio de aquella guerra que nos arrebató nuestro mar.
Tales diálogos podrían seguir durante varios años. Pero si ganamos en la CIJ, como todos los bolivianos de cualquier pelaje y militancia política esperamos y deseamos, no le será tan fácil a Chile ir escabullendo al toro, como ha hecho hasta ahora.
Hay mucho de simbólico en las movidas recientes. Pienso, por ejemplo, en la larguísima bandera de color mar (que coincide con el del MAS) salpicada de banderitas y wiphalas (hoy también parte de la bandera nacional) que, con sus aproximadamente 200 kilómetros de largo tiene garantizado un Guinness récord. El propio Chile, en la fiesta-peregrinación de La Tirana (en las alturas de Iquique), distribuye cada año cientos de cintas con su banderita nacional a los bailarines y participantes que, partiendo de los pies de la Virgen, llegan hasta el final de la inmensa plaza donde se celebra esta fiesta, con danzas inspiradas en las que también bailamos en Bolivia. Lo común debe dominar finalmente sobre lo que nos enfrentó en el pasado.