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La otra cara del ‘banderazo’

El Gobierno impulsó y logró alcanzar la unión de más de 200 kilómetros de banderas con la participación de al menos 100.000 ciudadanos, 17.000 militares y 3.000 policías para el denominado “banderazo”, símbolo de la reivindicación marítima. Están en su derecho y sin duda el mundo vio tan peculiar actividad. Sin embargo, resulta casi inevitable percatarse de la otra cara que aflora de este movimiento masivo, por ejemplo en el recorrido de esa ruta, develando las precariedades en las que aún vivimos.

Empecemos por la Apacheta, un sitio ceremonial aymara donde se realizaron parte de los actos centrales. El viernes, un día antes del “banderazo”, toneladas de basura fueron recogidas de los bordes de la carretera. Si no hubiese sido por esta cruzada, aquella basura seguiría ahí. Un par de kilómetros más adelante, varios funcionarios se encontraban afanados reparando los baches de la doble vía La Paz-Oruro. Tal parece que las autoridades recién cayeron en cuenta de la imperiosa necesidad de arreglar los desperfectos de aquella carretera de alto tráfico que forma parte de la red troncal.

Y al llegar al Casco del Minero, en Oruro, el panorama no es distinto al que se ve en las carreteras interdepartamentales occidentales del país: niños vendiendo gelatina y madres adolescentes ofreciendo comida a Bs 10 o menos en procura de conseguir los recursos para sobrevivir un día más… ¿No hubiese sido mejor invertir los miles de bolivianos que se han gastado en la tela y en la logística para comprar ropa y alimentos en favor de aquellas personas? ¿Y qué hay del esfuerzo desplegado por los 17.000 soldados y oficiales de las FFAA?, ¿no hubiese sido más productivo orientarlo en favor de la preservación de la Pachamama?

Ciertamente sería muy interesante ver más seguido a tantos policías (3.000) resguardando la seguridad de las carreteras del país; pero aún más hermoso sería que los 100.000 ciudadanos que participaron en el “banderazo” se sumen a una causa social. También fue grato ver a los ministros supervisar hasta el mínimo detalle el operativo logístico. Y me pregunto si no será plausible que inspeccionen de la misma forma cada obra que sus despachos financian.

Gobernadores y alcaldes del oficialismo afanosos en costurar, posar para las fotos y convocar a la mayor gente posible… todo muy bien; pero sería aún más meritorio si aplicase ese mismo empeño en sus funciones diarias en beneficio de los ciudadanos a los que representan.

¿Y las organizaciones sociales? Bueno, tienen todo el derecho de apoyar a la causa marítima con el “banderazo”; pero también están en la obligación de ayudar a sus hermanos campesinos por ejemplo cuando pierden sus cultivos por las inundaciones o cuando les roban dinero con falsas promesas; ayuda que sin embargo suele ser reducida o incluso a veces nula.