Letras y estudios
Un filósofo inglés dijo sobre la posverdad: “Es una cultura en donde unos pocos reclamos en Twitter tienen el mismo peso que una biblioteca llena de investigaciones”. Sin duda, una hecatombe cultural. Por ello, va un brevísimo repaso por algunos textos sobre la ciudad y porque, en este tiempo de embrutecimiento digital y de exacerbación monotemática, debemos recordar a nuestros autores.
Lo urbano se presta desde tiempos remotos a múltiples exámenes, agudos análisis o a encendidas prosas. Cada época tiene lo suyo. En estos tiempos surgen cronistas que, siguiendo al extinto Carlos Monsiváis, le dan duro a la tecla. Será porque la crónica es breve, de pocos caracteres, o porque es el medio idóneo para estos tiempos livianos hasta la vergüenza. No sabemos, pero lo cierto es que, pasados en audacia y poca sustancia, publicamos de todo, convencidos de que somos el flaneur andino que esperaba esta ciudad, cuando en realidad somos víctimas de ese narcisismo.
Hoy en día no existen cronistas urbanos o culturales comme il faut. Ya no contamos con un costumbrista de la talla de Antonio Paredes Candia. En comparación con la cantidad de cronistas, los novelistas urbanos son pocos. Se precisa de una enorme inversión de tiempo, un agotamiento neuronal para plasmar esta ciudad y las posibilidades de vivir de ello son casi nulas. Por ello, da una satisfacción enorme tener obras que atesoras con orgullo en tu estantería. Obras señeras como El loco, de Borda; Felipe Delgado, Personajes paceños, Chukiago, de Óscar Soria; Periférica Boulevard y, paso el dato, una maravillosa novela contemporánea que leí con fruición: Hablar con los perros.
Si Saenz logró desnudar la esencia de la paceñidad de mediados del siglo XX, Urrelo arma un andamio literario complejo, superpuesto, abigarrado del XXI. ¿Cómo lo logra? Pues, con una prosa compleja, superpuesta y abigarrada. Su personaje Perro Loco, creo, es el Delgado de nuestros tiempos.
De los estudios académicos existen referencias en las universidades y en instituciones privadas. Tenemos obras de relevancia como los textos siempre vigentes de Fernando Calderón; los estudios de La Paz de Álvaro Cuadros y Godofredo Sandoval; la historia de José de Mesa, Teresa Gisbert, Mariano Baptista, Rossana Barragán, Fernando Cajías, Francisco Bedregal; y los documentos que ahora preparan los estamentos técnicos del Gobierno Municipal.
Seguro que me olvido de otros, pero es más importante conocer que La Paz no tiene un balance de textos urbanos como lo hizo Frank Pouppeau para El Alto. Gracias a esa memoria se conocen investigaciones de enorme calidad como las de Juan Manuel Arbona, la Fundación para la Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB) y otros.