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Mar interior, demanda y estrategia

Este marzo tiene otro color porque en su transcurso surgirán novedades sobre la demanda boliviana que se ventila en la Corte Internacional de Justicia (CIJ). De todas maneras, ya que se trata de recuperar un bien perdido, es preciso recordar aquel fragmento del poema Razón ardiente, de Eduardo Mitre, que nos interpela desde otra perspectiva cuando dice que, también, “nos falta mar interior”. Una retórica que obliga a reconocer la complejidad de las creencias colectivas y los anhelos nacionalistas.

El vocablo que designa este mes también está incluido en el título de la novela inconclusa de Marcelo Quiroga Santa Cruz (Otra vez marzo), pero no contiene alusiones a la pérdida del acceso al mar mediante una agresión militar, que constituye el centro de la demanda presentada en el Tribunal de La Haya. Por esa razón este marzo tiene otro sentido, puesto que estamos a la espera de la fase de doble alegato de ambas partes que se realizará entre el 19 y el 28 de este mes ante la CIJ.

Es necesario resaltar que la política boliviana sobre la reivindicación marítima mantiene su consistencia, mientras que la postura chilena se torna errática. Aparte de que Chile encara el inicio de una gestión de gobierno bajo el mando de Sebastián Piñera, quien —casualmente— ejercía como presidente cuando el Gobierno boliviano presentó la demanda en La Haya, en una línea de conducta asumida desde entonces, asentada en la recuperación de las pasiones nacionalistas que se incrementaron estos días con la realización del “banderazo”, un evento que produjo posiciones disímiles porque fue percibido bajo el prisma de la contraposición oficialismo/oposición. Sin embargo, el rito de su confección y su imponente exposición en la carretera Oruro-La Paz pusieron en evidencia el fervor patriótico de los sectores populares.

En eventos de esta naturaleza se percibe la capacidad de convocatoria de esta demanda de alta agregación como factor de movilización nacional-popular, y que contrasta, notablemente, con los usos del tema por parte de los actores políticos bajo una lógica instrumental. La expresión más evidente, sin consecuencias ni efectos negativos para la estrategia boliviana de estos días, fue la renuncia de Jaime Paz Zamora a formar parte de la delegación boliviana. A nuestro juicio, su declinación puede juzgarse no como un episodio con fines de protagonismo personal, sino como una estrategia política; es decir, dirigida a debilitar la conexión entre una señal de triunfo en la CIJ y el éxito del gobierno de Evo Morales.

La búsqueda de una fractura entre demanda nacional y política gubernamental pretende fortalecer el cuestionamiento general de las fuerzas opositoras a la estrategia oficialista de repostulación de Evo Morales en los comicios generales de 2019. Consideramos que no se trata de un hecho episódico, puesto que hace unas semanas, Jaime Paz Zamora lanzó una consigna como objetivo político que, más temprano que tarde, será asumido por otras fuerzas opositoras. Esa consigna fue solicitar el cambio de los vocales del Tribunal Supremo Electoral, el último ámbito institucional al que apelaron y apelarán las fuerzas opositoras para lograr su propósito de que prevalezca el resultado del referéndum constitucional del 21 de febrero de 2016 sobre el fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional para impedir la repostulación de Evo Morales.

Los restantes actores del campo opositor, incluido el Gobernador del departamento de Santa Cruz, decidieron asistir a La Haya para que los réditos no sean exclusivamente oficialistas, sino que formen también parte de una victoria “nacional” compartida por todos. No está mal como una señal de que, a veces, prevalece el bien común, un objetivo general, el sentimiento nacionalista; la patria, que le dicen, con banderas.