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La tinta de Jackeline

Con Pablo Cingolani, poeta, investigador y periodista, somos amigos desde que llegó a Bolivia. Nos conocimos cuando yo era director de la Biblioteca del Congreso, en 1987. Desde entonces hemos compartido lecturas y anécdotas. Por eso mismo no me sorprendió que haya escrito el prólogo del poemario Tinta violeta, de Jackeline Rojas Heredia, y yo la contratapa.

Dice Cingolani: “Hay un más allá del dolor. Hay un más allá del desamor. Hay un más allá del desgarro. Hay un lugar donde todos los dolores, todos los desamores, todos los desgarros, pugnan por disolverse, intentan su propia fagocitación, buscan labrar otra huella que no sea la de su propio espejo. Ese sitio, ese más allá, es el poema; ese lugar, esa fortaleza es la poesía. Jackeline Rojas Heredia conoce esos ámbitos, a los que solo se puede acceder abriendo sin pudores el corazón. Al leer su poemario Tinta violeta uno siente, ante todo, al ser despojado de imposturas, de ataduras, libre de convencer a las palabras para que la acompañen en ese su camino de conjurar esos dolores —21, según esa siempre nuestra y también otra Violeta: la Parra— y convertirlos en poemas (…) Más allá del dolor, siempre está la poesía. Y más allá de la poesía, siempre hay un mundo nuevo que nos convoca y nos está esperando. Tinta violeta es eso: es una voz que clama por esa alborada que la autora nos ofrece con sus palabras”.

Yves Bonnefoy afirma —señalo por mi parte— que “la literatura es una posibilidad de la lengua, la poesía es una manera de despertar la palabra”. Esto porque la poesía sucede cuando Dios y el Diablo se descuidan y nos dejan ser naturalmente humanos. La poesía es la verdadera conquista del ser humano.

La poesía es la exaltación del lenguaje, que es la herramienta que hemos inventado para comunicarnos. Si bien el lenguaje es una construcción intelectual, la poesía es también una forma de conocimiento; sin embargo, está más cerca de la magia que de lo racional, porque revela nuestros sentimientos, nuestros fantasmas y nuestros deseos interiores.

Jackeline Rojas Heredia lo sabe desde hace muchos años y conjura las palabras para hacerlas suyas. Y ella se entrega de la misma manera, porque la poesía es posesión y pertenencia. El poemario Tinta violeta es parte de esa relación que la poeta viene sosteniendo para mostrarse desnuda, solamente vestida de palabras, ante sus lectores. Luces, sombras, deslumbramientos, emociones, vida y muerte, he aquí Jackeline, poeta amada por sus palabras.