El peso de las palabras
El peso de las palabras enunciadas por las autoridades de Estado exige marcada mesura y prudencia
En el curso de los alegatos presentados ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por los abogados de Bolivia en su pleito contra Chile figuran en filigrana las declaraciones, sean orales o escritas, emitidas por dignatarios de la parte contraria a lo largo de más de una centuria que dura la controversia por la salida soberana al mar que demanda la Cancillería boliviana. Datos sobre la modalidad de dichas aserciones, el lugar, la fecha y el texto de estas declaraciones han sido detectadas minuciosamente por esos infatigables juristas con la correcta intención de sustentar la tesis de los “actos unilaterales” de los Estados.
Esos recaudos, que serán vitales cuando los jueces de la CIJ analicen el fondo de la cuestión, nos señalan la suprema importancia que tienen las opiniones expuestas por presidentes, cancilleres o embajadores, cuyas investiduras conllevan la representación legal del Estado al que sirven. Ninguna de sus intervenciones puede excusarse como expresiones “a título personal” u oficioso (off the record). Consiguientemente, el peso de las palabras exige marcada mesura y prudencia, por cuanto quien las emite compromete la fe del Estado. Y más aún si esos conceptos se trasladan al papel, la evidencia será irrecusable, aunque Chile ahora alegue la caducidad de sus ofrecimientos. Por extensión, ello atañe también a artículos, reportajes o libros suscritos por dignatarios, particularmente si éstos continúan en la función pública.
Si alguna lección nos deja las dilucidaciones presentadas por el equipo jurídico que demanda a Chile en el Tribunal de La Haya es precisamente el valor que se atribuye a esos elementos. Así se confirma el principio de que en materia internacional las improvisaciones no deben tener lugar, menos aún al más alto nivel del Estado.
Con la irrupción de las redes sociales y su notable expansión, el uso indiscriminado del Twitter acarrea una grave responsabilidad, ya que podría utilizarse como prueba en ciertas situaciones controvertidas. El afán de dinamizar la información apuntando a la oportunidad del momento no debiera en caso alguno justificar afirmaciones irreflexivas, siempre nocivas para el logro de objetivos a largo plazo.
En la deliberación judicial que nos ocupa se citó, por ejemplo, que una declaración a la prensa formulada por el Presidente de Mali usando figuras hiperbólicas respecto la disputa fronteriza entre su país y Burkina Faso fue tomada en cuenta en el contencioso que ambos países ventilaron en la CIJ. Quizá el Mandatario habló demás.
Hace pocos días, la declaración presidencial de que “Antofagasta fue y será de Bolivia” fue recuperada por el equipo chileno como muestra de que la verdadera intensión boliviana era la revisión del Tratado de 1904. Pero no todo tropiezo en ese campo se refiere al fondo de los problemas, también la forma es observada por la crítica. En esa línea, la rapidez con que el presidente Donald Trump redacta sus tuits matinales seguramente le impide revisar su ortografía, exponiéndolo al ridículo o a la falsa interpretación de sus propósitos. Un risueño ejemplo, muy reciente, registrado por la prensa fue la palabra weather (clima en inglés) que Trump deletreó como “wether”, vocablo que alude al carnero castrado….