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La renuncia de Kuczynski

Después de la difusión de varios videos que evidencian la compra de votos para evitar la vacancia presidencial a cambio de gestión de obras, Pedro Pablo Kuczynski renunció como presidente de la República del Perú. Esta dimisión estuvo precedida por la denuncia de una transferencia de $us 602.000 de Kuczynski a la cuenta de su chofer. Además, hace unas semanas el exrepresentante de Odebrecht en Perú Jorge Barata declaró en Sao Paulo que se entregaron más de $us 5 millones a los principales candidatos para los procesos electorales de 2006 y 2011.

Estaba previsto que el segundo pedido de vacancia contra Kuczynski sea respaldado por 103 parlamentarios, cuando solo se requerían 87 para materializarlo. Al ver que no tenía otra opción para defender su mandato, decidió renunciar. Pese a que esta dimisión disipa temporalmente el clima de incertidumbre política en el Perú, los ciudadanos no nos sentimos representados por los congresistas, quienes en innumerables ocasiones han sido objeto de denuncias por corrupción. Por eso, los peruanos abrigamos el deseo de mandar a todos los políticos a su casa.

Cabe esperar que la Justicia se encargue de hacer que los políticos rindan cuentas y se termine este círculo vicioso de elegir a quienes no poseen las credenciales éticas para gobernar.

La corrupción le sigue haciendo mucho daño al crecimiento de los países de la región, en especial a la democracia, pues genera mucha inestabilidad política.

Lo ocurrido con Odebrecht en varios países de Latinoamérica debe servir como experiencia para aprender a elegir bien a nuestros gobernantes. A veces se conspira a favor del círculo de la corrupción. Por ejemplo, en Perú se modificó la ley de tal modo que ahora los partidos políticos no están obligados a rendir cuentas a la autoridad electoral durante el proceso, sino solamente al final.

Si bien es cierto que la mayoría fujimorista durante estos meses obstaculizó la gestión Kuczynski mediante censuras a sus ministros, el exmandatario debió hacer una autocrítica sincera sobre los errores que cometió. Su renuncia basta para hacer andar al país de nuevo. Necesitamos que también los congresistas reflexionen sobre su gestión y pongan el desarrollo del Perú por encima de sus intereses políticos.

Necesitamos renovar nuestra clase política, en extremo devaluada por su pésimo manejo de los asuntos estatales, con personas que tengan la capacidad para asumir los grandes desafíos que demandan nuestras sociedades, y en especial el reto de gobernar sin coimas ni atropellos a los derechos de los demás.