Tras un año de grandes desafíos para la economía boliviana como fue 2017, no faltan opinadores neoliberales que tratan de hacer aparentar que el mundo económico está rumbo a una crisis. Para eso, y en un tono alarmista, esgrimen ciertas cifras económicas que distorsionan la realidad no solo reciente, sino también la histórica.

Una primera idea que manejan asegura que nuestra deuda externa se encuentra en niveles nunca antes vistos, en torno a los $us 9.000 millones; la cual con los años va a crecer aún más a tal punto de representar una insoportable carga para los bolivianos. Este tipo de miradas es muy parcial, porque se detiene a ver la deuda en términos absolutos y no repara en lo que es realmente importante, examinar la relación de la deuda externa respecto al PIB. Solo así se puede tener una claridad meridional del fenómeno.

Así pues, según cifras del Banco Central de Bolivia, en 1996 la deuda externa alcanzó el 62,9% del PIB ($us 4.643 millones); en 2003 este porcentaje se elevó al 63,5% ($us 5.142 millones). En cambio, para la gestión 2017 fue de poco más de 24%. En promedio, entre 1998 y 2005 la deuda externa bordeó el 46%; mientras que entre 2006 y 2016 la deuda promedio fue de 15,2% respecto al PIB. Entonces, se puede concluir que nuestra deuda externa no es la más elevada.

Ahora bien, para hacer el análisis de sostenibilidad de la deuda se tiene que tomar en cuenta su contraparte, que son las reservas internacionales netas, Esta relación nos muestra los activos que tiene la economía nacional (las reservas internacionales) para hacer frente a nuestros pasivos (la deuda externa).

En 1996 las reservas internacionales sumaban $us 950 millones; mientras que en 2017 alcanzaron los $us 10.260 millones. Si analizamos el ratio de las reservas internacionales netas versus la deuda externa, desde 1996 hasta 2004 (nueve años) observamos que este indicador era de 0,2 en promedio; mientras que en 2017 fue de 1,1 aproximadamente. En otras palabras, para 1996 por cada dólar de deuda teníamos apenas 0,2 centavos de dólar para poder pagar. Pero en 2017 esto cambia sustancialmente, lo que nos permite concluir que en 12 años de economía, para disgusto de algunos, nuestros activos fueron mayores que nuestros pasivos, y como tal, estos últimos no representan carga alguna para los bolivianos.

Esta idea se puede reforzar si reparamos en la proporción del servicio de la deuda externa (capital e intereses) respecto al PIB. De 2000 a 2005 esta proporción representaba en promedio 2,6% respecto al PIB; en cambio entre 2006 y 2016 fue de 1,2%; y a junio de 2017, 0,7%. Lo cual refleja que la deuda externa de mediano y largo plazo es sostenible y manejable.

Apegados a la idea de una deuda externa elevada, los opinadores tratan de mostrar que nuestro déficit fiscal ha alcanzado niveles nunca antes vistos; y hasta afirmaron que el gobierno de Sánchez de Lozada no pudo explicar el déficit fiscal que tuvo en su momento. El déficit fiscal de 2002 se situó en torno al 8,8% respecto al PIB, o lo que es lo mismo, más de Bs 5.000 millones. La pesada carga del gasto corriente explicaba en gran medida este déficit, además del pago de pensiones. En cambio ahora el déficit fiscal viene por los mayores niveles de inversión pública que, año tras año, el Gobierno realiza; lo que significa más recursos para los sectores productivos, para infraestructura y para poder atender temas sociales.

No cabe duda que a las naciones les es difícil administrar sus economías, porque tienen una multiplicidad de fenómenos y actores económicos y sociales, y que a ratos resulta más fácil criticar; pero a pesar de ello, es bueno que nuestra economía sigue avanzando.