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Religiosidad y crecimiento

Concluida la Semana Santa, surge la reflexión acerca del nivel de religiosidad y el crecimiento económico de los países, en especial atención a investigaciones documentadas en el tema. De forma general, los seres humanos valoran la vida en distintas maneras: unos presentan mayores inclinaciones por el bienestar y la paz interior (el equilibrio del ser humano), mientras otros se orientan hacia la materialidad y aspectos económicos; nadie está errado, todos siguen sus propios incentivos y objetivos personales.

Los seres humanos se enfrentan a disyuntivas, tomando decisiones y comparando lo que se elige y lo que se deja de hacer. Si sumamos el conjunto de decisiones individuales, se obtiene el resultado agregado de una sociedad.

A principio del siglo XX, el sociólogo y economista alemán Max Weber señaló que los países más adelantados son aquellos en los que se ha desarrollado el capitalismo en el contexto de la fe protestante. Esta hipótesis fue refutada varias décadas después con la presencia de religiones no cristianas (como el budismo o el islamismo), especialmente por los niveles de progreso y crecimiento alcanzados por ejemplo en Japón, China, India, Corea del Sur, Malasia, entre otros.

Hace varios años se estudió la relación entre el nivel de religiosidad y el crecimiento económico (Barro y McClearly, 2003), concluyéndose que el crecimiento económico proviene de forma positiva y directa en aquellas poblaciones donde se profesa la “creencia del cielo” o la “existencia del infierno”. Es decir, a mayor creencia, mayor crecimiento económico de los países. Los resultados también señalan que a mayor tiempo de dedicación a la religiosidad, existe un menor crecimiento económico. Lo anterior no significa que las personas deben dejar de asistir a la iglesia, sino que se fundamenta en el nivel de valoración de las cosas.

En suma, la fe y la religiosidad forman parte de la cultura, la cual a su vez caracteriza al factor humano (pensamiento y visión de vida) como un elemento relevante para el crecimiento de los países. La finalidad del ser humano es su bienestar (económico, no económico), donde las personas tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones, el llamado libre albedrío. La demostración comprobada señala que, en ciertos casos, profesar creencias se relaciona positivamente con el crecimiento económico; mientras que en otros ocurre de manera negativa, con la necesidad de mayor exploración e investigación sobre el tema.