Partamos de un principio: nadie le pertenece a nadie. Entonces alguien dice: “Me estás perdiendo”, con un ligero toque de manipulación infantil en el que el mensaje real es: “Si no obras como quiero, me voy”. Pronunciar palabras con una segunda intención para crear el clima que se desea en una relación es querer poseer y controlar al otro.

Pues bien, así como nadie le pertenece a nadie, tampoco nadie vino al mundo a hacer lo que tú quieres, y en consecuencia tú no naciste para hacer lo que el otro quiere. En estas condiciones, es el justo momento de partir; si el permanecer te hace perderte a ti mismo, no vale la pena el esfuerzo.

La frase anterior por instantes puede desbalancear la estabilidad individual. Alguien que pide que dejes de ser tú para seguir caminando juntos te lastima, presiona y controla. Observa esa situación desde fuera, y acepta el consejo que darías a otro pero para ti mismo: ámate, no pierdas la autoestima ni la certeza de que tú eres un ser valioso; no tienes por qué dejar de ser tú mismo.

Era tan aceptado este sistema de violencia que la mayoría ni percibía este intento de coerción. En tiempos pasados la frase era perfectamente aceptada, ya que culturalmente el “retener” o “poseer” era sinónimo de amor. Hoy, con la concientización de la violencia, ya no se la permite más. Cuando te cuidas, educas, valoras y amas, detectas fácilmente la violencia psicológica y la manipulación. Reconocemos que amar significa dejar ser, liberar de prejuicios y sentirse libre, pero al lado de otro ser tan valioso como tú.

La aceptación del otro tal y como es, es tu decisión. Dejar ir también lo es. Ahora, si optas por quedarte luego de esta frase, llegará el momento en que te mires al espejo y conforme transcurra el tiempo pienses: estamos acá, estamos juntos, ¿y dónde estoy yo? Observarás tus ojos y te dirás: “me estás perdiendo”.

Por eso, valórate tanto como para que jamás pierdas tu autenticidad, tus decisiones, tus sueños y tu propia manera de ser y hacer las cosas. Fluye, cambia de dirección o mantenla a tu antojo, reinvéntate, transfórmate. Si te piden “vuelve a ser tú”, “vuelve a ser la persona de antes”, abre bien los ojos: es señal de que te habla alguien que no te acompañó en el viaje que emprendieron juntos, no te vio. En ese caso, simplemente ama, pero deja ir. Cuando se deja ir lo que fue, llega a ti lo que corresponde, no mejor ni peor, simplemente diferente.

Darte a ti mismo el poder de elegir tu camino es sin duda dirigirte a la plenitud y expansión. Una vez que elegiste, no mires atrás, porque no volverás a esa misma situación. Nada permanece estático, todo cambia, y tú también. Tómate de la mano, acaríciate y aliéntate a amar y ser amado en libertad.