¿Y ahora qué?
¿Qué pesará más en la decisión final de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de la ONU?
Luego de los coherentes alegatos orales finales tanto de Bolivia como, desde su perspectiva, de Chile, empezó el tenso compás de espera de unos cuatro a seis meses para la sentencia de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de la ONU. Mi análisis: 1) Bolivia se basó más en la tradición anglosajona de ir acumulando coherencia a partir de la recopilación de decisiones y sobre todo promesas de parte de Chile en favor de una salida soberana al mar para el país a partir de la Common law, para lo que fue seleccionando a dedo a sus juristas internacionales. Chile, en cambio, contrató a un bufete jurídico que siguió la tradición romana, la cual privilegia la letra escrita de la ley, sobre todo el Tratado de 1904, que para ellos ya saldó todo el asunto. ¿Qué pesará más en la decisión final de la CIJ? ¿La ley escrita del Tratado de 1904 suscrito cuando aún resonaba el ruido de los cañones? ¿O la evidencia histórica de promesas no cumplidas acumulada por Bolivia?
2) Me resultó muy iluminadora la tertulia que tuvo lugar el 1 de abril en radio Panamericana entre Hugo Moldiz, Ricardo Paz y Franklin Pareja, quienes, en medio de sus diferencias coyunturales políticas, coincidieron en varios puntos claves. Resalto los siguientes temas, yapando mi propia salsa.
Ha de prevalecer el gana/gana, mediante la cooperación conjunta regional (económica, política, etc.), por encima del gana/pierde, Sí vs No, o todo o nada, lo que nunca logra superar un conflicto centenario.
Lo de “territorio soberano”, en el mejor de los casos, sería muy poco comparado con los 400 kilómetros de litoral ganados únicamente por la fuerza y violencia de una guerra expansiva del capitalismo chileno y no por la “fuerza de la razón”, invirtiendo el dicho del escudo chileno: “Por la razón o la fuerza”. Visto desde esa perspectiva, tampoco se ve equitativo un nuevo trueque territorial (igual superficie en la costa o en la cordillera), cuya mayor o menor rentabilidad sería además muy aleatoria: trueque de agua salada por minerales.
Para ello el diálogo entre Chile y Bolivia y, ¿por qué no?, también el Perú (dado que de lograr un pasillo hasta el mar sería por un territorio fronterizo antes peruano), ha de ser de largo aliento. ¿Será para ello lo más conveniente habilitar de nuevo el ferrocarril ya existente La Paz – Arica (¿trinacional?), pese a los bemoles que ahora hay por los desechos contaminantes dejados en toda la ruta? El mar no está a la vuelta de la esquina, como algunos más emotivos que analíticos nos hacen creer. En Bolivia las ronchas no se pueden sanar de la noche a la mañana; y en Chile tampoco se tapa el sol con un dedo ni con un simple decreto, que después hay que ver si se cumple.
El 21F es harina de otro costal. Hugo Moldiz dice que no se pueden equiparar papayas con manzanas. Es cierto, pero, añado yo, de cara a la gente, quiérase o no las matufias hechas para lograr que el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) apoye la reelección de Evo disminuye su legitimidad en la noble causa sobre el mar. Me t’ínka que se desechó la idea de un nuevo referendo por temor a perderlo por mayores márgenes. El 21F se perdió por solo 1-2%, casi miti-miti. El ganador debe reconocer el peso del otro 49%.
Para la elección de los miembros del TCP, que aquí nos interesa, el nivel de participación osciló entre el mínimo del 75% en Pando hasta el máximo de 86% en Oruro. La modalidad era que cada departamento presentaba cuatro candidatos entre los que elegía uno, y algo comparable ocurría en los demás cargos. Solo en Pando hubo más votos válidos (44%) que los deliberadamente “nulos” (41%). En el otro extremo, Santa Cruz tuvo un 58% de votos nulos vs. solo 28% de válidos. Los blancos oscilan entre el 14,1% en Cochabamba y el 18% en Beni. Gracias a esa ingeniería electoral, los nueve titulares del TCP presentan niveles aceptables de representatividad, aunque en el caso de la posible reelección indefinida de Evo fueron llunk’us contra toda razón sensata.
*es antropólogo lingüista y jesuita.