La complejidad de las ciudades
La complejidad urbana se incrementa por los perfiles que se desatan en una ciudad con historias cruzadas.
Escribir sobre la ciudad de La Paz, como lo hemos venido haciendo hace varios años, se justifica en que esta urbe representa para nosotros una especie de cantera de hechos, relatos y metáforas que nos muestran realidades motivadoras de cambios y propuestas.
En la actualidad este bagaje de imágenes es mucho más intenso debido a que la sede de gobierno es una territorialidad latente por la idiosincrasia de sus habitantes. Asimismo, por lo complicada que es, acarrea grandes desafíos y problemas, ya que es una mancha urbana que casi siempre se convierte en una continuidad no solo espacial, sino también imaginaria. Y lo más interesante es que semeja un observatorio en el que tanto los habitantes como todo aquello que se construye sin coherencia espacial o volumétrica están en la mira.
Sin duda, este tipo de realidades son un atractivo para urbanistas y arquitectos, pero también para escritores, como fue el caso de Jorge Luis Borges, quien extrajo cuentos y poemas de ese vivir de las urbes. Percepción que también tuvo Gabriel García Márquez, en cuyo relato de Macondo los entornos urbanos forman parte de la escenografía y de la vivencia de los personajes, y colaboran no solo en interesar al lector, sino también en comprender la realidad del ciudadano latinoamericano. Independientemente de ello, se debe recordar cómo las ciudades han colaborado en poner de manifiesto hasta la enciclopedia china en las nociones de su identidad.
Así, las urbes y su modo de vida dejaron huellas que de seguro formarán parte de la investigación que para la planificación de su futuro realizarán técnicos, expertos o poetas, quienes podrán hallar la base del dibujar o desdibujar los estímulos sensoriales urbanos sin olvidar sus espacios o el encuentro de las ciudades sin lugar.
La Paz es una ciudad que cuenta con infinitas imágenes y realidades que son capaces de relatar una urbe distinta por su conformación espacial y su entorno natural; criterio que hemos vertido en varias ocasiones al percibir y detectar ciertos espacios de valor singular que debieran ser recuperados o remarcados en su florecimiento o cualificación. Empero, hoy también parece prudente comenzar a reflexionar seriamente sobre ciertos hechos que suceden desde algún tiempo y que empañan ese valor. Éstos tienen que ver con una realidad que muestra cada vez más un perfil agresivo y dramático, el cual transforma negativamente el imaginario de por sí ya complejo del ciudadano.
Esta situación tiene lugar por el escenario atiborrado de cientos de problemas relacionados con crímenes, maltrato a mujeres, violaciones y demás, que no solo debieran llevar a la preocupación, sino además a la reflexión, especialmente a las damas, sobre algunas actuaciones sobredimensionadas que se refugian en el pretexto de la liberación femenina, pero que lamentablemente se vinculan con el exceso del consumo de alcohol. En este sentido, es de esperar que los expertos y autoridades proyecten algunas medidas que contrarresten esta triste tendencia.
Evidentemente, quedó atrás el ideal de un presente que simpatice con el pasado, pues aquél más bien parece ser reemplazado por un futuro incierto en el que se agudizan los problemas sociales. Y es que la complejidad urbana se incrementa por los perfiles que se desatan en una ciudad con historias cruzadas, límites móviles y rasgos que anulan una mirada esperanzadora del mañana, cuyo ideal no solo debiera ser la construcción de una bella ciudad, sino también el tener un habitante acorde con esa cualidad.