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Salvaje proceder

El fin de semana, varios vecinos de Ciudadela Stronguista, al sur de la ciudad de La Paz, fueron testigos de un perturbador espectáculo: dos pequeños perros de raza chapi esperaban, ensangrentados y evidentemente adoloridos, en la puerta de un domicilio particular a que sus dueños los dejen entrar.

Si bien esta clase de situaciones deberían ser resueltas por las autoridades locales y/o policiales, como suele ser corriente en este tipo de hechos, fue necesaria la intervención de voluntarios, en este caso de rescatistas de la asociación Amor por los Animales Bolivia (APLAB), para que los canes maltratados reciban la atención de un veterinario; quien pudo constatar que la cola de ambos había sido mutilada aparentemente con un cuchillo, sin que medie ningún tipo de anestesia y mucho menos la intervención de un profesional. Aparte de estar heridos, los perros, de entre dos y cinco años, estaban evidentemente desnutridos.  

Además de poner en evidencia la falta de apoyo gubernamental para resolver este tipo de maltratos, particularmente cuando tienen lugar los fines de semana o en horarios “fuera de oficina”, este lamentable hecho pone en evidencia la ignorancia y crueldad que impera entre algunos sectores de la población, que por razones estéticas y sobre todo comerciales suelen mutilar la cola y las orejas de los perros. Una execrable costumbre que, además de intensos dolores a los canes, suele provocarles daños neurológicos e infecciones severas, particularmente cuando los mutilan de manera rudimentaria, como el caso que aquí se comenta.