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Estabilidad y confianza en los bolivianos

El dinero, en su sentido amplio, surge con el desarrollo de los mercados como una necesidad para facilitar el proceso de intercambio. Su uso está basado en la confianza de sus tenedores para poder realizar transacciones y acumular riqueza. La primera vez que se introdujo el boliviano como moneda de curso oficial fue en 1864 y duró cerca de 100 años, hasta que en 1963 fuera remplazado por el peso boliviano. Pasaron otros 24 años cuando en 1987 el presidente Víctor Paz sustituyó el peso por los billetes actuales. En ambos casos su cambio derivó de los procesos inflacionarios y la pérdida de valor respecto del dólar que corroyó el poder adquisitivo de la moneda nacional.

Son 31 años de uso del boliviano tal como lo conocemos. Es importante aclarar que con el reciente anuncio del Banco Central de Bolivia no se elimina al boliviano, sino que se pone en circulación un nuevo grupo de billetes que guardan el mismo sistema métrico que los billetes antiguos. Esta colección de nuevos billetes brilla no solo por cumplir una función cultural al incluir héroes del periodo de la conquista y anteriores al nacimiento de la República, o porque sus ingeniosos diseños y colores hacen gala de nuestra flora y fauna for export, sino porque simplemente surgen de la necesidad de mejorar la seguridad y así evitar su falsificación.

Los nuevos billetes simplemente consolidan la confianza de los bolivianos por su moneda, puesto que los utilizamos para realizar nuestras transacciones cotidianas y no como antes, cuando los precios se cotizaban al cambio del dólar. También ahorramos más en bolivianos que en dólares. En 2005 solo el 16% de los depósitos del sistema financiero estaban en bolivianos, a febrero de 2018 representaban el 86%. Los créditos que otorga el sistema financiero se han bolivianizado casi por completo hasta un 98%, mientras que en 2005 representaban 7,5% de la cartera total.

Algunos artículos de opinión suponen que los nuevos billetes provocarían inflación, porque su impresión aumentaría la cantidad y la velocidad del dinero. Este análisis me hizo recuerdo de lo desgastada y mal comprendida que es la teoría cuantitativa del dinero. Esta teoría asume que toda economía debe crear una determinada cantidad de dinero que guarde relación (proporcional) con el tamaño de su economía, de lo contario, más dinero implicaría más inflación.

Ahora bien, cuando un billete se desgasta, es natural que deba ser destruido y reemplazado por uno nuevo. Esta es una tarea rutinaria de cualquier tesorería de banca central. En nuestro caso, el reemplazo se hace por nuevos billetes, pero que en esencia no aumenta la cantidad de dinero de la economía ni la base monetaria. La velocidad del dinero que importa no es aquella con la que el Banco Central crea o los destruye por razones de deterioro, sino el ritmo con el que pasa de mano en mano cuando realizamos transacciones. Una muestra de que la cantidad de dinero está acorde con el crecimiento económico es que la inflación se mantiene estable en los últimos años.

Además es la inflación la que deteriora el valor del dinero, no a la inversa. Aquí valor y cantidad no son equivalentes, sino recíprocos. Esta es la primera vez que hacemos un cambio de billetes en más de 150 años que no se debe a que el boliviano haya perdido valor, sino todo lo contrario. Es la confianza de la población en su moneda que hace que ésta se mantenga sólida. Más allá del cambio de billetes, lo que está detrás del dinero es la estabilidad económica y la confianza de los bolivianos en sus bolivianos.