¿A quién le preocupa los derechos del niño?
Todos le hemos fallado a la niñez, como Estado, como comunidad y como familias.
Cada año, en abril se realizan innumerables actividades para celebrar el Día de la Niña y el Niño Bolivianos, empezando por las escuelas, instituciones e incluso las empresas privadas. El resultado: niños felices, homenajeados y con regalos. Pero después, ¿qué viene?, ¿cuándo volvemos a recordar a nuestra niñez?
¿Será que los volvemos a ver en las noticias?, no precisamente en las felices y positivas, sino como víctimas de violencia. Según información de la Dirección Nacional Especializada en Atención a Víctimas de Atención Prioritaria del Ministerio Público, desde 2017 hasta el primer cuatrimestre de 2018 se registraron 105 infanticidios y 1.575 violaciones a niños, niñas y adolescentes en el país. Estos hechos destiñen cualquier colorido festejo a la niñez. Más de un centenar de niños cuyas vidas fueron cortadas; otros lograron sobrevivir a los golpes, a las quemaduras y al abandono con las secuelas dañinas que conllevan para su salud física y psicológica.
Mientras tanto, el resto de la niñez, esa mayoría que no entra en las estadísticas, sufre el maltrato de su entorno familiar e incluso de la sociedad. Seguramente, muchos de ellos forman parte de los 32.000 casos de violencia intrafamiliar contabilizados por el Ministerio Público.
Ante este oscuro balance cabe preguntarnos, ¿qué significa para los adultos celebrar el Día del Niño? ¿A alguien le preocupa la defensa de los derechos de este sector de la población? Estas interrogantes nacen cuando iniciamos otro ciclo de tiempo, 12 nuevos meses hasta el 12 de abril, días que pueden ser fructíferos para el sano desarrollo de los niños, o pueden significar nada más que jornadas en las que enfrentarán riesgos para su integridad física y psicológica. Urge hacer un balance sobre las condiciones de la existencia de la niñez boliviana, reflexionar al respecto y, sobre todo, ser autocríticos acerca de nuestras responsabilidades al respecto.
Es indudable y hay que reconocer que en los años recientes se han registrado muchos avances en Bolivia en favor de esa población, como por ejemplo la promulgación del Código Niña, Niño y Adolescente, la Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia, o protocolos para la atención de casos de adolescentes en conflicto con la ley y niñez en situación de abandono. Es encomiable el trabajo que realizan el Gobierno central, las gobernaciones y municipalidades formulando diversas legislaciones para proteger a la niñez, además de destinar presupuesto para ejecutar acciones preventivas y de defensa.
Ahora, tratando de responder a las preguntas planteadas líneas arriba, buscar las respuestas permite pensar en soluciones, admitiendo primero que todos le hemos fallado a la niñez, como Estado, como comunidad y familia. Debemos ser honestos con nosotros mismos y no solo expresar sentimientos de congoja y dolor con palabras que expresan abundantes emociones, afecto y cariño por los niños; cuando lo que más requieren de nosotros es que tomemos decisiones, aplicar disposiciones concretas que viabilicen acciones de gran envergadura en su favor. Necesitamos estrategias cuyos resultados tengan trascendencia e impacto positivo en la existencia de niñas, niños y adolescentes como ciudadanos de esta nación.
Por lo pronto, debemos enfatizar la prevención contra la violencia en el corto, mediano y largo plazo; la cual existe al amparo de normas sociales o de la propia transculturalidad. La sociedad, líderes de opinión y decisores deben realizar un esfuerzo colectivo, tanto institucional, como social e individual para satisfacer la demanda de tareas y gestiones en pro de la niñez.
Nuestra palabra se inspira en promover el cambio. Pensamos que es una prioridad apremiante que todos los que trabajan en favor de la niñez debemos hacerlo con un enfoque integral y coordinado que significativamente haga la diferencia de lo que actualmente estamos haciendo. En segundo lugar, garantizar la capacidad financiera y humana de las políticas de niñez para que sean sostenibles. Finalmente, concientizarnos que es un desafío de largo plazo que implica abordajes intergeneracionales, empezando ahora.
Solo comprometiéndonos de esa forma, con acciones decisivas, en abril de 2019 hagamos una autoevaluación de resultados e impactos de que efectivamente estamos pagando la deuda que todavía tenemos con ellos. ¿A quién le preocupa que se cumplan los derechos de la niñez? A ti, a mí y a todos; por eso, urge transitar hacia transformaciones concretas y profundas para cada uno de nuestros niñas y niños bolivianos.