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Thursday 18 Apr 2024 | Actualizado a 18:55 PM

¿A quién le preocupa los derechos del niño?

Todos le hemos fallado a la niñez, como Estado, como comunidad y como familias.

Por Sunah Kim

/ 29 de abril de 2018 / 04:00

Cada año, en abril se realizan innumerables actividades para celebrar el Día de la Niña y el Niño Bolivianos, empezando por las escuelas, instituciones e incluso las empresas privadas. El resultado: niños felices, homenajeados y con regalos. Pero después, ¿qué viene?, ¿cuándo volvemos a recordar a nuestra niñez?

¿Será que los volvemos a ver en las noticias?, no precisamente en las felices y positivas, sino como víctimas de violencia. Según información de la Dirección Nacional Especializada en Atención a Víctimas de Atención Prioritaria del Ministerio Público, desde 2017 hasta el primer cuatrimestre de 2018 se registraron 105 infanticidios y 1.575 violaciones a niños, niñas y adolescentes en el país. Estos hechos destiñen cualquier colorido festejo a la niñez. Más de un centenar de niños cuyas vidas fueron cortadas; otros lograron sobrevivir a los golpes, a las quemaduras y al abandono con las secuelas dañinas que conllevan para su salud física y psicológica.

Mientras tanto, el resto de la niñez, esa mayoría que no entra en las estadísticas, sufre el maltrato de su entorno familiar e incluso de la sociedad. Seguramente, muchos de ellos forman parte de los 32.000 casos de violencia intrafamiliar contabilizados por el Ministerio Público.

Ante este oscuro balance cabe preguntarnos, ¿qué significa para los adultos celebrar el Día del Niño? ¿A alguien le preocupa la defensa de los derechos de este sector de la población? Estas interrogantes nacen cuando iniciamos otro ciclo de tiempo, 12 nuevos meses hasta el 12 de abril, días que pueden ser fructíferos para el sano desarrollo de los niños, o pueden significar nada más que jornadas en las que enfrentarán riesgos para su integridad física y psicológica. Urge hacer un balance sobre las condiciones de la existencia de la niñez boliviana, reflexionar al respecto y, sobre todo, ser autocríticos acerca de nuestras responsabilidades al respecto.

Es indudable y hay que reconocer que en los años recientes se han registrado muchos avances en Bolivia en favor de esa población, como por ejemplo la promulgación del Código Niña, Niño y Adolescente, la Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia, o protocolos para la atención de casos de adolescentes en conflicto con la ley y niñez en situación de abandono. Es encomiable el trabajo que realizan el Gobierno central, las gobernaciones y municipalidades formulando diversas legislaciones para proteger a la niñez, además de destinar presupuesto para ejecutar acciones preventivas y de defensa.

Ahora, tratando de responder a las preguntas planteadas líneas arriba, buscar las respuestas permite pensar en soluciones, admitiendo primero que todos le hemos fallado a la niñez, como Estado, como comunidad y familia. Debemos ser honestos con nosotros mismos y no solo expresar sentimientos de congoja y dolor con palabras que expresan abundantes emociones, afecto y cariño por los niños; cuando lo que más requieren de nosotros es que tomemos decisiones, aplicar disposiciones concretas que viabilicen acciones de gran envergadura en su favor. Necesitamos estrategias cuyos resultados tengan trascendencia e impacto positivo en la existencia de niñas, niños y adolescentes como ciudadanos de esta nación.

Por lo pronto, debemos enfatizar la prevención contra la violencia en el corto, mediano y largo plazo; la cual existe al amparo de normas sociales o de la propia transculturalidad. La sociedad, líderes de opinión y decisores deben realizar un esfuerzo colectivo, tanto institucional, como social e individual para satisfacer la demanda de tareas y gestiones en pro de la niñez.

Nuestra palabra se inspira en promover el cambio. Pensamos que es una prioridad apremiante que todos los que trabajan en favor de la niñez debemos hacerlo con un enfoque integral y coordinado que significativamente haga la diferencia de lo que actualmente estamos haciendo. En segundo lugar, garantizar la capacidad financiera y humana de las políticas de niñez para que sean sostenibles. Finalmente, concientizarnos que es un desafío de largo plazo que implica abordajes intergeneracionales, empezando ahora.

Solo comprometiéndonos de esa forma, con acciones decisivas, en abril de 2019 hagamos una autoevaluación de resultados e impactos de que efectivamente estamos pagando la deuda que todavía tenemos con ellos. ¿A quién le preocupa que se cumplan los derechos de la niñez? A ti, a mí y a todos; por eso, urge transitar hacia transformaciones concretas y profundas para cada uno de nuestros niñas y niños bolivianos.

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Madres niñas

La maternidad en la adolescencia acarrea serios riesgos de salud para la madre y el bebé

Por Sunah Kim

/ 26 de mayo de 2018 / 03:51

Hoy, sábado 26 de mayo, nacerán aproximadamente 700 bolivianos y bolivianas, el 15% de ellos serán de madres adolescentes, según proyecciones de población del INE y datos de la Encuesta de Demografía y Salud (Edsa) 2016. Ellos serán hijos e hijas de madres niñas, muchas de las cuales están apenas iniciando su adolescencia y tendrán que asumir el rol de madre, para lo cual no están preparadas ni física ni psicológicamente.

De acuerdo con datos de la CEPAL para Latinoamérica, la tasa de fecundidad adolescente del quintil más pobre cuadriplica la del quintil más rico. La maternidad durante esta etapa tiene diferentes significados. Para unas, un bebé representa el amor incondicional, el paso acelerado a la adultez o el ascenso a una posición social de respeto y de mayor tolerancia social y familiar. Para otras, es la oportunidad para escapar de situaciones de violencia o conflicto en el hogar. Lo anterior ignora los riesgos que el embarazo adolescente acarrea para la salud de la madre y el bebé, que incluyen complicaciones prenatales, bajo peso al nacer y en algunos casos inclusive la muerte.

Preocupa que sean habituales los embarazos forzados producto de violaciones o abusos sexuales, cuyas víctimas son niñas con edades que oscilan entre los 10 y 15 años. Esta situación suele ser encubierta por el entorno familiar y social en favor del agresor, que puede ser el padre, un pariente, una persona de confianza o un desconocido. El agravante de estos casos es que esas niñas, que no desearon ni buscaron ser madres, ven muy disminuidas sus oportunidades de desarrollo educativo o de otra índole y, peor aún, corren el riesgo de quedar embarazadas por segunda vez de mantenerse los vínculos con el abusador.

Según investigaciones en neurociencia, en la adolescencia el desarrollo cerebral y físico es acelerado, se aumenta la capacidad cognitiva, se potencia la aparición de nuevas habilidades, capacidades y aptitudes. Las experiencias en esta etapa influyen en la reconfiguración del cerebro, con impactos definitorios en el resto de su vida. Es un periodo crítico para formar la identidad e intereses que sirven de base para construir proyectos de vida y desempeñar roles positivos en la adultez. Por esta razón, se constituye en la segunda ventana de oportunidad, después de la primera infancia, para asegurar el desarrollo óptimo de las personas, y por ende, es de gran significancia en el desarrollo humano de un país. Muchas de las madres niñas nunca tendrán esta oportunidad.

El embarazo adolescente tiene además impactos directos en la salud y cuidado de los infantes, cuyos primeros años de vida son fundamentales para asegurar su pleno desarrollo. Existe evidencia suficiente de que el nivel educativo así como la exposición de las madres a la violencia no solo tienen relación con el desarrollo integral de sus hijos e hijas, sino también con las posibilidades de generar mayores oportunidades para ellos. Simplemente, la educación de las madres es una base crítica para superar la pobreza.

En Bolivia rige el Plan Plurinacional de Prevención de Embarazos en Adolescentes y Jóvenes 2015-2020, que dispone el establecimiento de acciones que promuevan la educación en derechos sexuales y reproductivos, el fortalecimiento del sistema de salud diferenciado y de calidad para los adolescentes, la prevención de violencia y la comunicación e información masiva. Es de vital importancia que este plan se implemente en su plenitud, que se efectivice en acciones y recursos concretos que hagan posible el abordaje de problemas subyacentes como la cultura machista, la desigualdad de género o las normas culturales que perpetúan las múltiples formas de violencia, particularmente la violencia sexual.

Es también primordial fortalecer el acceso a la Justicia para que los crímenes asociados con la violencia sexual no queden impunes. Asimismo, el fortalecimiento y mejora de las condiciones y capacidades institucionales y comunitarias son determinantes para hacer posible que las adolescentes ejerzan sus derechos, y para que cada día tengamos menos madres niñas y a la vez más adolescentes que transiten hacia una adultez plena y positiva. 

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Día Internacional de la Niña 2016

Convoco a la sociedad a no bajar los brazos en esta lucha por los derechos de nuestras niñas.

Por Sunah Kim

/ 11 de octubre de 2016 / 05:02

La celebración del Día Internacional de la Niña en todo el mundo este 11 de octubre, fecha que coincide con el Día de la Mujer Boliviana, nos lleva a pensar que hay toda una generación que en los próximos años tiene que alcanzar todo su potencial. En el mundo existen 1.000 millones de niñas menores de 18 años que son parte de una generación grande y vibrante lista para asumir el futuro.

En Bolivia, según datos del Censo de Población y Vivienda 2012, el 19% de la población boliviana está conformada por adolescentes y niñas menores de 18 años. Eso quiere decir que cerca de 2 millones de habitantes son niñas en nuestro país. Pero más allá de las cifras, es importante concentrarnos en qué posibilidades tiene la niñez en Bolivia. Y al respecto es fácil darnos cuenta de que al iniciar su vida las niñas empiezan una carrera de obstáculos para lograr todo su potencial, pero a diferencia de los niños, parece ser que los obstáculos son más altos para ellas.

De acuerdo con los últimos datos estadísticos, el país ha dado importantes avances hacia el logro de la paridad de género en educación primaria y secundaria. Sin embargo, dos de cada 10 adolescentes se embarazan y en algunas regiones hasta cuatro de cada 10; y una de cada dos adolescentes casadas o en unión es víctima de violencia por parte de su pareja. Ejemplos de esas disparidades las encontramos constantemente en América Latina, y la única manera de cambiar esta situación es a través de inversiones clave que puedan establecer con urgencia el camino del empoderamiento y el ejercicio pleno de los derechos de las niñas.

Además de la importancia de la inversión en la niñez, con particular atención en las niñas y las adolescentes, es imperioso actuar con urgencia en un cambio social que libere a las niñas del riesgo de sufrir violencia en todas sus formas y a la vez combata la discriminación, de tal manera que estos riesgos no se perpetúen y persistan en la vida adulta de las mujeres.

El Día Internacional de la Niña busca el reconocimiento de la sociedad, las autoridades y de los tomadores de decisión sobre la importancia de la inversión y el empoderamiento de las niñas y adolescentes para la prevención y eliminación de las diversas formas de violencia que experimentan. Para tal efecto, inicialmente lo importante es hacer visible las diferencias entre niñas y niños. Para eso es necesario que la información estadística sea clara y desagregada por sexo. Una vez identificadas estas diferencias y brechas de equidad, se podrá proponer planes de trabajo y políticas específicas que ayuden a cambiar la realidad en esa larga carrera de obstáculos que niñas y adolescentes deben atravesar para llegar a su adultez después de haber ejercido plenamente sus derechos.

Esto genera la posibilidad de que se puedan romper los ciclos de pobreza que generalmente recaen en aquella niña que tuvo que abandonar la escuela

para cuidar a sus hermanos menores; en aquella niña que víctima de la violencia de la sociedad quedó embarazada en la adolescencia; en aquella adolescente que hoy es madre y lucha por cuidar a su niña para que no sufra la misma suerte.
Convoco a la sociedad a que no bajemos los brazos en esta lucha por los derechos de nuestras niñas y que unamos todos los esfuerzos para que no quede ni una niña sin ir a la escuela, que no vuelva a desaparecer una niña víctima de trata, que ninguna niña quede embarazada víctima de un abusador. Cuidemos a nuestras niñas, amémoslas y festejémoslas en este día tan importante.

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