El neoproteccionismo
¿Cuál es la realidad y cómo será la sociedad que prefiguramos para el inmediato futuro?
Existen numerosos ensayos sobre el tipo de sociedad en la que tendremos que vivir en el inmediato futuro. Los más optimistas, con formación humanista, piensan que lograremos construir un mundo nuevo más solidario y menos cruel, basándose en lo conseguido hasta hoy en materia de derechos humanos y democracia. Otros, apocalípticos y con muy escasa fe en los valores de la humanidad, pronostican un mundo con acentuación de las diferencias entre los individuos, y llegan incluso a referirse a la nueva sociedad con un “sálvese quien pueda”. Y entre estos dos extremos existe una amplia gama de interpretaciones. Los más objetivos perciben que los principios del egoísmo se están imponiendo en la sociedad, tal como lo expresa el principio de la competencia, calificado de ineluctable.
¿Cuál es la realidad y cómo será la sociedad que prefiguramos para el inmediato futuro? La primera constatación que podemos hacer en las sociedades desarrolladas es la tendencia a la disminución del empleo pleno, motivada por dos causas: la acción de robots cada vez más perfeccionados para la producción, y el exceso de mano de obra provocado por las oleadas de inmigrantes que se introducen legal e ilegalmente a los países industrializados.
Estos dos fenómenos están reduciendo las fuentes laborales, o por lo menos están causando la disminución de la jornada remunerable de trabajo, con las consiguientes consecuencias que ello implica en el deterioro del alto estándar de vida de los habitantes. Ahora bien, estas consecuencias todavía no están siendo atribuidas a la expansión de los robots, sino a las oleadas de los inmigrantes, con lo que concluye que éstos representan una amenaza a su propia seguridad.
Pero no solo se trata de un rechazo contra los inmigrantes. Las políticas que está adoptando el gobierno de Trump, bajo el eslogan de “America first” (América primero), está conduciendo a limitar la salida de capitales de Estados Unidos hacia otros lugares geográficos, junto a la restricción del intercambio de mercancías no producidas en su propio territorio.
Estas expresiones del egoísmo humano también se están dando al interior de la Unión Europea. El brexit, la independencia de Cataluña o el surgimiento de las corrientes fascistas no son otra cosa que intentos por no compartir las ventajas logradas por varias de estas sociedades frente a las regiones menos desarrolladas. Los ideales de derechos humanos y de solidaridad que han llegado a ofrecer de una manera u otra los países de la UE, con base en la filosofía de la Social Democracia evolucionada en los últimos 50 años, no solo están siendo considerablemente limitados, incluso los líderes que representan estos grandes valores previsiblemente muy pronto quedarán rebasados por las exigencias de la propia población.
Por otra parte, China y otros países asiáticos con igual desarrollo serán los únicos que continúen defendiendo las políticas de globalización, ya que éstas les permiten inundar al resto del mundo con sus mercancías baratas. Con ello, los países de menor desarrollo relativo no tendrán otra alternativa que ingresar al proteccionismo de sus pocos productos industrializados y sobre todo de sus materias primas, mediante asociaciones mundiales de productores tipo OPEP.
Sin embargo, como todo depende de la correlación de fuerzas, los países de mayor desarrollo económico, sean proteccionistas o de libre mercado, tendrán mejores condiciones para imponer un comercio favorable a sus capitales y productos industriales; con lo que el comercio desigual seguirá pesando en el desarrollo no equitativo del mundo.
Todo indica que en el futuro inmediato no será posible revertir esta tendencia del neoproteccionismo, y tendremos que ingresar a un mundo mucho más cruel y competitivo. Entretanto, añoraremos la solidaridad proporcionada en las décadas pasadas especialmente por los países nórdicos, que hoy en día también están en vías de transformación. ¡Un camino triste pero real!