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En esta mala hora

Parados frente al pozo negro en que se va convirtiendo el negocio del gas y antes de ser catalogados como especie republicana en extinción, propongo a los bolivianos que distingamos entre respirar y oler, que son dos cosas diferentes aunque se hagan con la misma nariz.

El párrafo anterior fue el inicio de un artículo que escribí en julio de 2004, hace 14 años, y que se publicó el 12 de ese mes en la revista Pulso de La Paz. Hoy lo replanteo porque su contenido sigue vigente ante lo que pasa en Chuquisaca por el yacimiento de gas de Incahuasi, riqueza que Santa Cruz reclama para sí.

El gas nos pone en el dilema nasal de respirar la vida u oler la muerte. Cuestión de olfato esto de respirar futuro como país o sofocarnos en la porquería de la diatriba política y el separatismo.

En su estado natural el gas no huele y le tienen que poner olor para que lo identifiquemos a fin de evitar que, de pronto, tras una explosión, volvamos a nuestra primigenia condición de partículas microscópicas flotando en el espacio cósmico. Polvo de estrellas… o vaho de la media luna.

Gracias a que al gas le ponen olor y sobrenombres (gas carbónico, gas mostaza, gas hilarante, gas lacrimógeno, etc.) podemos decir, huele a gas y activar nuestras alertas de sobrevivencia.

En Bolivia estamos peleando por la posesión del gas natural, esa bendita mezcla de hidrocarburos gaseosos que yace bajo tierra del territorio y que se compone de metano, etano, butano y propano que hoy nos quieren quitar zutano, mengano y perengano.

Prevengo del riesgo. No hay que usar el gas para separarnos. De tanto manosearlo como cualquier cosa (incluso con un referéndum de por medio) podemos acabar volando el vacío de nuestras idioteces regionalistas.

Decir que el gas es solo de los tarijeños equivale a creer que el mar es únicamente de los chilenos. (…) El asunto de la descentralización de ese recurso hay que manejarlo como los puercoespines cuando hacen el amor: con muuuuucho cuidado.

Hemos acumulado harta tragedia y muerte con los raptos desmembradores de la patria (remember el comiteísmo del camba Melchor Pinto (se)Parada (sic), las atrocidades de Terebinto, el sanguinario golpe de Banzer, las proclamas tremendistas del ayatola Valverde Barbery, etcéperra).

Eso escribí hace 14 años porque entonces los chapacos se mechaban los pelos por el campo Margarita y bien cerquita de sibilinos intereses argentinos, chilenos y peruanos, que le hablaban bonito y caro a los cívicos cambas y chapacos sobre la conveniencia de ganar la independencia.

No me olvido del ministro de Defensa de Argentina José Pampurro, del analista “chileno” Mark Falkoff y del peruanito Álvaro Vargas Llosa opinando en los oídos del cambaje cívico a los que, decían, subsidia “los desequilibrios económicos de un Estado centralista” que no respondía a las demandas cruceñas.

Reactualizo esos contenidos en esta mala hora de las relaciones entre Chuquisaca y Santa Cruz, hermanitas siamesas que fueron de la pretendida “república de la media luna” que se murió sin nacer, por malparida.

Respirar vida u oler muerte, pues. Marcelo Quiroga Santa Cruz, el patriarca del gas y el petróleo en nuestra malagradecida historia, nos dijo una vez que el nacionalismo era a veces un pretexto de los bandidos, y yo quisiera salirme de este artículo proclamando que el separatismo es el último recurso de los canallas”.

*es periodista.