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Periodistas

Qué está pasando. ¿Hacia dónde vamos? ¿Los periódicos están condenados a morir? ¿Qué oportunidades hay en la selva digital? Éstas y otras mil preguntas, además de otras mil vinculadas con la ética, copan las reflexiones cada año durante el Día del Periodista, una celebración que hace tres días fue acompañada por una resolución del Ministerio de Trabajo imposible de cumplir: asueto en favor de los colegas.

Pero, lo que más preocupa en estos tiempos es el drástico cambio de los hábitos de lectura de las noticias. La gente se conecta a través de su teléfono móvil prácticamente con todo, y a esto se suma la influencia de las redes sociales, que está cambiando la mediación social y política en todo el mundo. Es, pues, un ejercicio de libertades que exige al ciudadano mayor madurez sobre el manejo de la información. Para el periodista, el reto parece ser aún mayor, porque tiene que construir su credibilidad navegando en estas agitadas aguas turbias.

No obstante, ni los políticos ni los activistas se pueden confiar, como lo hacían hace algunos años, en el poder de las redes sociales para armar movilizaciones o forjar su imagen y reputación. Peor aún, los periodistas tampoco pueden creer que logran influir decisivamente con opiniones y datos en el universo de sus ciberlectores, ya que la información suele desaparecer por la excesiva fricción de datos y efímeras medias verdades.

A pesar de esta constatación, hay una tendencia a favor de una mayor interconexión de la sociedad boliviana. De hecho, la velocidad con la que circulan los datos se ha incrementado. Por eso, la inmediatez de la información ya no es un privilegio de las agencias de noticias, que han sentido el golpe de Twitter en todo el mundo. Ante este panorama, el profesional del periodismo debería volver a las fuentes de origen, a ser testigo de los hechos, a contar las historias que bullen más cerca del ciudadano.

El periodista y docente universitario Edwin Flores reflexionaba hace algunos años en el suplemento Animal Político de La Razón: “A la hora de convertir la realidad en un texto para la sociedad, es bueno respetar con mayor minuciosidad las reglas de oro del buen periodismo y (…) dejar de hacer interpretaciones precarias y superficiales que pueden ser tomadas como conjeturas” (1 de octubre de 2012). El académico aseguró entonces que “es necesario un ejercicio autocrítico para fiscalizar el cumplimiento técnico y ético del mensaje para evitar que luego intenten cercenar las manos de los mensajeros o escribanos que tuvieron la osadía de teclear esos títulos”.

El apunte es aún más vigente, pues- to que el poder dejó la crítica fácil y optó por encender la llamada “guerra digital”.

* es periodista de La Razón.