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Friday 29 Mar 2024 | Actualizado a 11:04 AM

La enseñanza como fuente de liberación

/ 18 de mayo de 2018 / 04:07

La enseñanza de la economía, como disciplina académica, no escapa al ejercicio de la violencia pedagógicaPor qué me impones lo que sabes si quiero aprender lo desconocido y ser fuente en mi propio descubrimiento? (…) Deja que lo nuevo sea lo nuevo y que el tránsito sea la negación del presente; deja que lo conocido sea mi liberación, no mi esclavitud”. La frase anterior corresponde a la Plegaria del Estudiante, que el biólogo chileno Humberto Maturana escribió a su hijo, allá por 1972.

Con esta plegaria, Maturana cuestiona al sistema educativo en general a partir de la figura del maestro o profesor. Los cuales, cuando imparten clases, ejercen dos formas de acción pedagógica, que son muy difíciles de percibir, pero que se refuerzan la una con la otra. La primera tiene que ver con lo que se enseña, lo que en muchos casos imposibilita el desarrollo intelectual de los estudiantes, ya que en demasiadas ocasiones se los prepara para repetir y reproducir teorías y no a cuestionar su alcance. La segunda, producto de lo aprendido, legitima el accionar de las personas, contribuyendo a la reproducción de comportamientos y formas de pensar dentro de una comunidad o la academia.  

Así, la enseñanza de la economía, como disciplina académica, no escapa al ejercicio de la violencia pedagógica. Y tanto la teoría como la política económica que se instruyen fungen las más de las veces como una camisa de fuerza, limitándonos la comprensión y la acción a los libros de enseñanza. Un claro ejemplo de ello es el periodo neoliberal, donde se aceptaron las recomendaciones de política económica que los organismos internacionales y expertos (profesores de las más prestigiosas universidades) tenían para nuestros países, sin realizar una reflexión crítica sobre tales estrategias. Fuimos los mejores alumnos.  

Ahora bien, llevar adelante el proceso opuesto no significa el descarte, de un día para otro, de todas las teorías; implica más bien llevar adelante, a partir de lo aprendido, la exploración de otras alternativas que los textos de enseñanza no contemplan, por estar inspiradas para otros contextos y especificidades socio-históricas diferentes. Así, lo conocido se convierte en fuente de liberación y no el látigo de la esclavitud.

Tal como reconoce el profesor Dani Rodrik, “existe simplemente demasiada diversidad en el mundo como para forzar a todas las naciones a cumplir reglas comunes, incluso si esas reglas de algún modo fueran fruto de procesos democráticos”. Comprender esas diversidades debería motivar tanto a docentes como estudiantes, y no el repetir viejos dogmas: que si los déficit fiscales y comerciales son elevados hay que restringir el gasto y mantener una política cambiara flexible para ser más competitivos; que la sostenibilidad de la deuda pública respecto al PIB debe estar bajo ciertos márgenes, cuando las economías desarrolladas tienen coeficientes superiores al 100% (FMI, Finanzas & Desarrollo, marzo de 2018). O que el Banco Central debe ser autónomo, por tanto, no puede emplear las reservas internacionales para financiar a las empresas públicas; o que la productividad de nuestros factores, en especial del trabajo, es muy baja.

Para terminar, existe otro extracto de la Plegaria del Estudiante que sintetiza muy bien lo expuesto anteriormente, en tanto sirve de palabra de aliento a los estudiantes, y pretende despertar a los profesores: “No me instruyas, vive junto a mí, tu fracaso es que yo sea idéntico a ti”.  

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RIN, inversión privada e industrialización

/ 23 de junio de 2022 / 02:04

Según una definición convencional sobre las Reservas Internacionales Netas (RIN), son activos financieros que representan el poder de compra internacional que tiene un país, que puede ser empleado en caso de contingencias. Actualmente son administradas por el Banco Central de Bolivia (BCB) y están compuestas de oro y monedas extranjeras.

Históricamente existen tres motivos para mantenerlas: i) el orientado a garantizar los pagos internacionales por bienes y servicios importados; ii) por motivos precautorios frente a crisis financieras (para el pago de la deuda en el exterior); y iii) según el régimen de tipo de cambio y monetario que adopte la economía, respaldando la confianza que tienen las personas en sus monedas nacionales.

Mientras una economía pueda atender estos tres motivos, una menor proporción de RIN no conllevará a desequilibrios internos ni externos per se. Así, según el documento Administración de las Reservas Internacionales, del BCB, de marzo de 2022, “al 31 de diciembre de 2021, el ratio de cobertura de las RIN en relación con el PIB alcanza a 12% y el nivel de reservas permite cubrir seis meses de importaciones de bienes y servicios; y cuatro veces el servicio de deuda externa de corto plazo, por encima de los umbrales referenciales internacionales en materia de administración de reservas” (tres meses de importación y una vez el pago de la deuda externa de corto plazo).

Ahora, pensar que la economía deba acumular más RIN de las que necesita, no tiene en sí sentido, porque se incurriría en un costo de oportunidad por tener inventarios por encima de los requerimientos del ciclo de la economía. Entonces, cuál es la intención que tienen ciertos analistas para indicar que vivimos en una economía del gasto producto de la utilización de las RIN.

Decir que en 2014 teníamos RIN cercanas a $us 15.000 millones y que ahora están cerca de $us 4.000 millones, no implica una mala conducción de la economía, mientras se mantenga los niveles necesarios, como se indicó líneas arriba.

Bien podría haberse decidido no tocar los $us 15.000 millones y recibir el pago de intereses por haberlos depositado en mercados internacionales o ver acrecentar su valor por el alza en las cotizaciones del oro, por ejemplo; sin embargo, se las utilizó para el proceso de industrialización, en el marco del Plan de Desarrollo Económico y Social 2016-2020 que demandó una fuerte inyección de inversión pública, cercana a $us 20.000 millones durante esos años. Además, en dicho plan ya se tenía prevista una disminución de las RIN y una corrección paulatina de los resultados fiscales por esta inversión.

En última instancia, el reclamo de estos analistas no es tanto por el uso de las RIN, sino que, según ellos, estos recursos debían ser empleados en favor de la iniciativa privada, a través del mercado, como asignador de recursos, y dejar al Estado, la educación y la salud como principal función. Uno podría estar de acuerdo, si no fuera que nuestros empresarios nacionales tienen una visión pequeña, rentista y dependiente del Estado.

No podemos olvidar ciertos eventos de la historia, especialmente si no fueron casos aislados, donde un reducido grupo de “grandes” empresarios privados se benefició de la dotación de tierras públicas en el oriente, además de acceder a “créditos generosamente subsidiados” (para la producción algodonera) por parte del Banco Agrícola Boliviano entre 1972 y 1975, pero al no darse los resultados esperados terminaron en “mora con el Banco Agrícola sin hacer mucho ruido, y el gobierno absorbió las perdidas sin tratar de cobrar los préstamos ni rematar ninguna propiedad” (Morales & Sachs; 1987).

La posibilidad más clara que tuvo y tiene el país de industrialización, no viene por el lado de la inversión privada, ni siquiera de la inversión extranjera directa, sino por el Estado, he ahí la justificación del uso de las RIN bajo el actual modelo económico.

Charls Ticona Rojas es economista.

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El ave de la tristeza y el constructor de molinos

/ 6 de abril de 2022 / 02:19

Un antiguo proverbio chino dice: “No puedes evitar que el ave de la tristeza vuele sobre tu cabeza, pero sí que anide en tu cabellera”. Dicho proverbio nos enseña que la tristeza es algo que siempre está presente en nuestras vidas, pero depende de nosotros que tal sentimiento se apodere, permanezca y marque nuestro camino.

En los días precedentes, muchos economistas y opinadores políticos han sostenido una serie de malos augurios para nuestra economía, tratando de impregnar en la población boliviana una especie de zozobra y tristeza. Lo cierto es que este 2022 la economía boliviana nuevamente mostrará buenos indicadores, a pesar del contexto externo de pandemia y del conflicto entre Rusia y Ucrania.

En el Programa Fiscal Financiero (PFF) 2022, que se firmó en estos días, las autoridades económicas señalaron que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) alcanzará al 5,1% (resultado de la inversión pública), con una inflación moderada del 3,3% (dependiendo mucho de los efectos que tenga el alza de precios internacionales de ciertas materias primas, como los cereales, por efectos de la guerra); y un déficit controlado de 8,5% del PIB (por debajo al registrado en 2021 de 9,3% y mucho más respecto a 2020, cuando éste llegó al 12,7%).

Entonces, lo que se espera en el resto del año es que se reactiven aún más las actividades económicas, y que producto de tal acontecimiento se dé una mayor reducción del desempleo, que a diciembre de 2021 cerró en 5,4%. Así quedará en el recuerdo el 11,6% alcanzado en julio de 2020, donde malas decisiones en el manejo de la pandemia afectaron los bolsillos de la población y de las empresas.

Parte de la reactivación de la economía se deberá a la redistribución de los ingresos vía la otorgación de los bonos, como el bono Juana Azurduy, el Subsidio Universal Prenatal por la Vida (el cual consiste en una canasta de productos necesarios para la madre y el niño en formación), la Renta Dignidad, el bono Juancito Pinto y el bono para la población con discapacidad grave y muy grave.

Igualmente, la inversión pública juega un rol muy importante en la dinamización de la economía. Los cerca de $us 5.015 millones que se inyectarán en esta gestión, permitirán que sectores como construcción, comunicación, transporte y almacenamiento mejoren aún más el performance alcanzado en 2021. Asimismo, las empresas públicas comenzarán a reportar mayores utilidades y quedarán atrás aquellos rumores que decían que no eran rentables.

Es por los buenos resultados de gestiones pasadas que los bolivianos votaron en octubre de 2020, legitimando el modelo económico “hecho en Bolivia”, y que con la firma del PFF 2022 renuevan las esperanzas y el compromiso del Estado de construir una economía libre y soberana. Es la certeza y la estabilidad política, económica y social que las familias bolivianas necesitan en tiempos de COVID-19.

Para terminar, otro proverbio chino dice a la letra: “Cuando sopla el viento, algunos construyen muros y otros molinos”. Son algunos opinadores que prefieren hacer muros y pintar nubarrones de tristeza, pero es la inmensa mayoría de la población boliviana que apuesta por crear molinos con base en su esfuerzo y trabajo.

Charls Ticona Rojas es economista.

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El PFF y el peso de la historia

/ 22 de marzo de 2022 / 02:11

El Programa Fiscal-Financiero (PFF) es un instrumento de planificación y coordinación de las políticas económicas, donde se establecen los objetivos y metas de las políticas fiscal, monetaria y cambiaria, para preservar la estabilidad macroeconómica, promover el desarrollo económico y mejorar la calidad de vida de la población. Es totalmente opuesto a los memorándums de entendimiento (Stand-by Agreements) firmados con el Fondo Monetario Internacional (FMI) durante los años neoliberales.

¿Qué es lo que le hace distinto al PFF de los acuerdos del stand-by con el FMI? La respuesta está en la historia. Se debe recordar que durante la vigencia del modelo neoliberal, lo único importante para las autoridades económicas era la estabilidad macroeconómica, porque todo lo demás lo proveería el mercado. En esos años, de 1985 a 2005, se tuvo una relativa estabilidad macroeconómica: se alcanzó una inflación elevada, de hasta dos dígitos en algunos años, la cual mermaba el poder adquisitivo de la población mes a mes. Asimismo, todos los días los bolivianos debían estar atentos a la cotización del dólar, ya que si querían comprar algunos bienes (muebles, electrodomésticos, etc.), éstos estaban indexados al precio del dólar, por lo que, nuevamente, percibían que sus ingresos no les alcanzaban y veían lejana la posibilidad de comprar los bienes, porque sus salarios tampoco aumentaban.

Durante el periodo neoliberal se registraron altos déficits fiscales, explicados por el gasto corriente —principalmente destinado al pago de sueldos y salarios—, la posición comercial del país era deficitaria (se importaba más de lo que se exportaba); las Reservas Internacionales Netas (RIN), en promedio bordeaban los $us 1.000 millones, salvo en 2005 cuando se alcanzó los $us 1.700 millones.

Todos los gobiernos neoliberales y sus administradores de la economía (léase ministros y demás jerarcas de la economía) indicaron que se crearía muchas fuentes de trabajo, y bajo esa promesa nos encajaron, primero, la privatización y, luego, la capitalización. Sin embargo, solo se enriquecieron los empresarios privados extranjeros (ni siquiera los nacionales), mientras que el pueblo se sumía en la pobreza. Cansada la población de que le den gato por liebre, decidió salir en protesta contra esos gobiernos de turno por las promesas incumplidas, recibiendo como respuesta: palo y represión.

Con la asunción democrática del Movimiento Al Socialismo (MAS) al gobierno, todo este panorama cambió. No solo era importante la estabilidad macroeconómica, sino que era necesario el desarrollo económico del país (vía inversión pública) y atender las necesidades de la población (mediante la redistribución de los ingresos). Esto se tradujo en una reducción de la pobreza moderada de 60,6%, en 2005, a 36,3% en 2021, al igual que la pobreza extrema, que pasó de 38,2% a 11,1% para similar periodo. Ni qué hablar del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), el cual fue superior a los años neoliberales, y posicionó al país, por muchos años, como la economía de mayor crecimiento en la región sudamericana.

Todo esto se pudo lograr gracias a la implementación del Modelo Económico Social Comunitario Productivo, con sus brazos operativos: el Programa Fiscal Financiero y los Planes de Desarrollo Económico y Social. Si en ese momento (los años 80, 90 y principios de 2000) se hubiesen preocupado ciertos economistas, tal como lo hacen hoy, por el conjunto de economía del país y su población, y no solo por unos cuantos indicadores, otro hubiese sido el cantar. Algunos preferían ver, desde lo más alto del Banco Central de Bolivia, la finitud del horizonte, antes que entender y proponer alternativas de desarrollo para el país.

Charls Ticona Rojas es economista.

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El PFF, una carta de navegación

/ 17 de febrero de 2022 / 02:35

Cuentan entendidos que durante los años 90 y principios de los 2000 (años del modelo neoliberal), los responsables de la conducción de la economía nacional (ministros de Economía y presidentes del Banco Central de Bolivia) no veían la hora para que la “visita de los del Fondo” (en alusión a los funcionarios del Fondo Monetario Internacional) llegue a suelos bolivianos y con ellos trajesen las recetas/ lineamientos que debía seguir la economía durante el año. Éstos fueron los famosos Memorándums de Entendimiento (Stand by Agreements), donde se fijaban las metas macroeconómicas elaboradas y aprobadas por funcionarios del FMI, sin que profesionales bolivianos intervengan para su elaboración.

En estos “acuerdos” se “imponían” a los gobiernos de turno (que muchas veces aceptaban sin el menor reparo) una serie de paquetes y medidas económicas, además de la dirección que debía seguir la administración de finanzas públicas: el control del resultado fiscal (déficit), la inflación, etc., para beneficiarse del financiamiento del organismo internacional. Lo cierto es que estos créditos externos, en muchos casos, solo priorizaban la asignación de recursos para el gasto corriente —pago de sueldos del sector público— y una ínfima proporción para la inversión pública.

A partir de 2006, bajo la constitución de un gobierno legal y legítimamente elegido, la conducción de la economía dio un giro de 180 grados. Se recuperó la plena participación del Estado en la economía de forma soberana y libre de la injerencia de organismos internacionales. Esta soberanía se plasmó en la firma del “Acuerdo de Ejecución del Programa Fiscal Financiero” entre el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas y el Banco Central de Bolivia, el cual remplazó los Memorándums de Entendimiento del FMI.

Así, el Programa Fiscal Financiero (PFF) se constituyó en un instrumento de planificación y coordinación de las políticas económicas, donde se establecen los objetivos y metas de las políticas fiscal, monetaria y cambiaria, para preservar la estabilidad macroeconómica, promover el desarrollo económico y mejorar la calidad de vida de la población. Sin embargo, en los días precedentes, algunos analistas han cuestionado al PFF-2021 por no haber alcanzado las metas señaladas en tal documento.

Se nota que estos analistas vienen de una antigua tradición económica donde lo que importa es el dato frío y muerto, como si las metas macroeconómicas estuviesen grabadas en piedra y no reflejasen el comportamiento de personas de carne y hueso. Olvidan, intencionalmente, que la actual administración viene realizando esfuerzos en la reconducción y reconstrucción de la economía, mediante el impulso de la inversión pública y otras medidas redistributivas, tras la gestión improvisada del gobierno de facto en 2020; y que la pandemia por COVID-19 ha limitado el crecimiento de las economías del mundo (salvo China).

La mayoría de los Estados, bajo el contexto de la pandemia, han hecho uso de una política fiscal expansiva para aminorar los efectos sobre la población y que, en los siguientes años, su intervención será aún más decisiva en la economía ante posibles amenazas de otras pandemias. Se debe comprender, en ese sentido, que el PFF antes de ser algo sacramentado, como en tiempos del FMI, es una carta de navegación, que cobra vida, a medida que se avanza en la reconstrucción de la economía.

Charls Ticona Rojas es economista.

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Caminando con orgullo y soberanía

/ 2 de abril de 2021 / 03:07

Nuestro Himno Nacional en su primera estrofa señala “Bolivianos el hado propicio coronó nuestros votos y anhelo; es ya libre, ya libre este suelo, ya cesó su servil condición”. Estas líneas deberían ser una constante en la vida de todos los bolivianos, sin olvidar por lo que pasamos desde la colonia, la república y la época neoliberal, donde la mayoría de la población se vio sojuzgada no solo por un orden interno, sino también externo.

No obstante, existen ciertos grupos de poderes políticos y económicos para quienes estas estrofas no les interpelan en lo absoluto en sus conciencias. A ellos les dictan más el afán de la ganancia, por lo cual no dudaron en entregar las riquezas económicas a intereses foráneos. Para alcanzar tales fines se sirvieron de los gobiernos de turno, con todo su aparato burocrático, fijando medidas económicas totalmente contrarias a los intereses nacionales.

En el ámbito económico, en un pasado reciente, las políticas económicas —que no se ajustaban a nuestro contexto y realidad— se definían desde el hemisferio norte, en organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI). Por azares de la vida, por poco y se repite esa historia en 2020, cuando el gobierno de facto contrajo un crédito ilegal e ilegítimo, poniendo bajo servilismo nuestra economía ante el FMI y con la firma de un Programa Fiscal- Financiero, donde primó la reducción del déficit fiscal en desmedro de la inversión pública.

Esa situación cambió con la asunción de un gobierno legítimamente electo en octubre de 2020, con la suficiente autoridad y autonomía sobre los temas económicos. Tanto así que en los días precedentes se volvió a firmar de forma soberana un nuevo Programa Fiscal-Financiero para la gestión 2021, donde se establecen ciertas metas macroeconómicas a alcanzar. Es importante resaltar que el país recuperará la senda del crecimiento económico, ya que pasaremos de una caída de 11,1% del PIB, al segundo trimestre de 2020, a un incremento de la actividad económica del 4,4% para la presente gestión.

Para ello se recurrirá al principal motor del crecimiento económico que tiene nuestra economía: la inversión pública, la que bordeará los $us 4.011 millones. Cabe aclarar que el gobierno de facto no entendió la importancia de este componente y su efecto dinamizador en nuestra economía, por lo que la desdeñó desde un principio.

Asimismo, es importante mencionar que desde la asunción del presidente Luis Arce Catacora se han ido implementando medidas enfocadas en la reconstrucción de la economía nacional, entre las que destacan: el pago del Bono Contra el Hambre, el incremento de las rentas de jubilación, la promulgación de la Ley del Impuesto a las Grandes Fortunas, el establecimiento de fidecomisos para la sustitución de las importaciones, la creación de un Fondo de Garantía para el Desarrollo de la Industria Nacional (Fogadin), entre otras, cuyos resultados en el corto plazo están dando indicios de una recuperación de la economía.

Así, con la firma del Programa Fiscal-Financiero 2021, Bolivia vuelve a caminar con orgullo y soberanía, porque “es ya libre, ya libre este suelo, ya cesó su servil condición”.

 Charls Ticona Rojas es economista.

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