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La enseñanza como fuente de liberación

La enseñanza de la economía, como disciplina académica, no escapa al ejercicio de la violencia pedagógicaPor qué me impones lo que sabes si quiero aprender lo desconocido y ser fuente en mi propio descubrimiento? (…) Deja que lo nuevo sea lo nuevo y que el tránsito sea la negación del presente; deja que lo conocido sea mi liberación, no mi esclavitud”. La frase anterior corresponde a la Plegaria del Estudiante, que el biólogo chileno Humberto Maturana escribió a su hijo, allá por 1972.

Con esta plegaria, Maturana cuestiona al sistema educativo en general a partir de la figura del maestro o profesor. Los cuales, cuando imparten clases, ejercen dos formas de acción pedagógica, que son muy difíciles de percibir, pero que se refuerzan la una con la otra. La primera tiene que ver con lo que se enseña, lo que en muchos casos imposibilita el desarrollo intelectual de los estudiantes, ya que en demasiadas ocasiones se los prepara para repetir y reproducir teorías y no a cuestionar su alcance. La segunda, producto de lo aprendido, legitima el accionar de las personas, contribuyendo a la reproducción de comportamientos y formas de pensar dentro de una comunidad o la academia.  

Así, la enseñanza de la economía, como disciplina académica, no escapa al ejercicio de la violencia pedagógica. Y tanto la teoría como la política económica que se instruyen fungen las más de las veces como una camisa de fuerza, limitándonos la comprensión y la acción a los libros de enseñanza. Un claro ejemplo de ello es el periodo neoliberal, donde se aceptaron las recomendaciones de política económica que los organismos internacionales y expertos (profesores de las más prestigiosas universidades) tenían para nuestros países, sin realizar una reflexión crítica sobre tales estrategias. Fuimos los mejores alumnos.  

Ahora bien, llevar adelante el proceso opuesto no significa el descarte, de un día para otro, de todas las teorías; implica más bien llevar adelante, a partir de lo aprendido, la exploración de otras alternativas que los textos de enseñanza no contemplan, por estar inspiradas para otros contextos y especificidades socio-históricas diferentes. Así, lo conocido se convierte en fuente de liberación y no el látigo de la esclavitud.

Tal como reconoce el profesor Dani Rodrik, “existe simplemente demasiada diversidad en el mundo como para forzar a todas las naciones a cumplir reglas comunes, incluso si esas reglas de algún modo fueran fruto de procesos democráticos”. Comprender esas diversidades debería motivar tanto a docentes como estudiantes, y no el repetir viejos dogmas: que si los déficit fiscales y comerciales son elevados hay que restringir el gasto y mantener una política cambiara flexible para ser más competitivos; que la sostenibilidad de la deuda pública respecto al PIB debe estar bajo ciertos márgenes, cuando las economías desarrolladas tienen coeficientes superiores al 100% (FMI, Finanzas & Desarrollo, marzo de 2018). O que el Banco Central debe ser autónomo, por tanto, no puede emplear las reservas internacionales para financiar a las empresas públicas; o que la productividad de nuestros factores, en especial del trabajo, es muy baja.

Para terminar, existe otro extracto de la Plegaria del Estudiante que sintetiza muy bien lo expuesto anteriormente, en tanto sirve de palabra de aliento a los estudiantes, y pretende despertar a los profesores: “No me instruyas, vive junto a mí, tu fracaso es que yo sea idéntico a ti”.