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Thursday 25 Apr 2024 | Actualizado a 17:26 PM

Agricultura de Conservación para la Madre Tierra

/ 27 de mayo de 2018 / 04:00

Un objetivo central de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) es la erradicación del hambre. Esta meta, posible y a la que son encaminados todos los esfuerzos de la organización, lleva consigo el desafío de actuar de forma sostenible y amigable con el medio ambiente, lo que es posible a través de la intensificación sostenible de la producción de alimentos. Esto significa aprovechar las tecnologías disponibles para producir más, pero sin degradar el medio ambiente; por el contrario, recuperando los servicios ambientales, como promueve la Agricultura de Conservación.

La Agricultura de Conservación es la base de lo que llamamos agricultura climáticamente inteligente, una actividad que además de ser productiva y sostenible, atiende la adaptación y la mitigación al cambio climático, capturando carbono en los suelos, el segundo sumidero más grande del mundo después de los océanos.

Hay países desarrollados que están muy lejos de este nuevo paradigma, pero en Bolivia tenemos las condiciones para profundizarlo. Santa Cruz, una de las regiones agrícolas más importantes del país, conoce y puede aprovechar a gran escala la tecnología de la siembra directa y de la labranza cero, dos de las prácticas que contribuyen a reducir el disturbio del suelo.

El reto para hacer de esta región un referente de la Agricultura de Conservación es impulsar políticas para la diversificación de cultivos y revertir el daño a los suelos que significa el monocultivo. Estas políticas, por supuesto, deben atender también las necesidades de la agricultura familiar, la agricultura campesina, tradicionalmente atribuida a las tierras altas del país, pero con fuerte presencia también en las tierras bajas.

La Agricultura de Conservación, a pesar de cumplir medio siglo en el mundo, aún tiene un trecho amplio que recorrer para llegar a la conciencia de los tomadores de decisión, principalmente en los países desarrollados, donde hay influencia de las grandes industrias y sus intereses económicos.
El país, en cambio, tiene la oportunidad de aprovechar el marco normativo relevante en favor de los suelos, la preservación del medio ambiente y la promoción de la agricultura. Un eje central de este marco normativo es la Ley Marco de la Madre Tierra, que en su filosofía entiende que el humano no es el centro del universo, sino que es parte del medio ambiente. Y el suelo es una gran parte del medio ambiente. Ésa es la esencia filosófica de la Agricultura de Conservación.

Todo es parte de un proceso que deberá incidir no únicamente en las políticas públicas, sino fundamentalmente en concienciar a la población sobre el hecho de que la agricultura convencional puede terminar depredando los suelos por su alto impacto ambiental; mientras que la Agricultura de Conservación ofrece la posibilidad de reducir los costos de producción, bajar los tiempos a la producción primaria a la vez que aumentan los rendimientos y las ganancias.

Si agregamos a este tipo de agricultura una mecanización sostenible, quitando la labor manual y la tracción animal, los pequeños agricultores no tendrían por qué dejar sus tierras, contribuyendo a frenar la migración, uno de los problemas asociados al hambre. Y, adicionalmente, estaremos promoviendo una menor incidencia de fenómenos climáticos, como las sequías y las inundaciones, además de la disminución de los plaguicidas hasta en un 50%, con todo el impacto positivo que esto significa para el medio ambiente y la Madre Tierra.

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Agricultura de Conservación para la Madre Tierra

/ 27 de mayo de 2018 / 04:00

Un objetivo central de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) es la erradicación del hambre. Esta meta, posible y a la que son encaminados todos los esfuerzos de la organización, lleva consigo el desafío de actuar de forma sostenible y amigable con el medio ambiente, lo que es posible a través de la intensificación sostenible de la producción de alimentos. Esto significa aprovechar las tecnologías disponibles para producir más, pero sin degradar el medio ambiente; por el contrario, recuperando los servicios ambientales, como promueve la Agricultura de Conservación.

La Agricultura de Conservación es la base de lo que llamamos agricultura climáticamente inteligente, una actividad que además de ser productiva y sostenible, atiende la adaptación y la mitigación al cambio climático, capturando carbono en los suelos, el segundo sumidero más grande del mundo después de los océanos.

Hay países desarrollados que están muy lejos de este nuevo paradigma, pero en Bolivia tenemos las condiciones para profundizarlo. Santa Cruz, una de las regiones agrícolas más importantes del país, conoce y puede aprovechar a gran escala la tecnología de la siembra directa y de la labranza cero, dos de las prácticas que contribuyen a reducir el disturbio del suelo.

El reto para hacer de esta región un referente de la Agricultura de Conservación es impulsar políticas para la diversificación de cultivos y revertir el daño a los suelos que significa el monocultivo. Estas políticas, por supuesto, deben atender también las necesidades de la agricultura familiar, la agricultura campesina, tradicionalmente atribuida a las tierras altas del país, pero con fuerte presencia también en las tierras bajas.

La Agricultura de Conservación, a pesar de cumplir medio siglo en el mundo, aún tiene un trecho amplio que recorrer para llegar a la conciencia de los tomadores de decisión, principalmente en los países desarrollados, donde hay influencia de las grandes industrias y sus intereses económicos.
El país, en cambio, tiene la oportunidad de aprovechar el marco normativo relevante en favor de los suelos, la preservación del medio ambiente y la promoción de la agricultura. Un eje central de este marco normativo es la Ley Marco de la Madre Tierra, que en su filosofía entiende que el humano no es el centro del universo, sino que es parte del medio ambiente. Y el suelo es una gran parte del medio ambiente. Ésa es la esencia filosófica de la Agricultura de Conservación.

Todo es parte de un proceso que deberá incidir no únicamente en las políticas públicas, sino fundamentalmente en concienciar a la población sobre el hecho de que la agricultura convencional puede terminar depredando los suelos por su alto impacto ambiental; mientras que la Agricultura de Conservación ofrece la posibilidad de reducir los costos de producción, bajar los tiempos a la producción primaria a la vez que aumentan los rendimientos y las ganancias.

Si agregamos a este tipo de agricultura una mecanización sostenible, quitando la labor manual y la tracción animal, los pequeños agricultores no tendrían por qué dejar sus tierras, contribuyendo a frenar la migración, uno de los problemas asociados al hambre. Y, adicionalmente, estaremos promoviendo una menor incidencia de fenómenos climáticos, como las sequías y las inundaciones, además de la disminución de los plaguicidas hasta en un 50%, con todo el impacto positivo que esto significa para el medio ambiente y la Madre Tierra.

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