Voces

Thursday 25 Apr 2024 | Actualizado a 19:05 PM

El río Bravo se está secando

En algunas partes el río Bravo se ha secado hasta convertirse en una polvosa franja de arena.

/ 2 de junio de 2018 / 04:07

Mario Rosales, quien cultiva 148 hectáreas a la orilla del río Bravo, sabe que esta corriente de agua se encuentra en malas condiciones este año. En algunas partes ya se ha secado hasta convertirse en una polvosa franja de arena; mientras que prácticamente todo el resto de agua que logra fluir hasta Nuevo México se desvía para regar los sembradíos, entre ellos los campos propiedad de Rosales, donde cultiva trigo, avena, chiles o ajíes y alfalfa. La acumulación de nieve en las montañas durante el último invierno fue la segunda más baja registrada, por ello incluso el agua de riego podría acabarse para finales de julio, tres meses antes de lo usual. Pero Rosales no está preocupado. Está seguro de que las tormentas veraniegas llegarán. “Tarde o temprano tendremos agua”, afirma.

Sin embargo, las lluvias de monzón con las que Rosales cuenta tienen fama de ser impredecibles. Así que puede que él y muchos otros agricultores que trabajan las 25.000 hectáreas a lo largo de los 225 kilómetros del río Bravo que corren por la región central de Nuevo México no logren arreglárselas.

“Nadie tiene mucha agua”, dijo David Gensler, el hidrólogo del Middle Rio Grande Conservacy District, cuyo trabajo consiste en gestionar el agua del río que llega a Rosales y a otros a través de presas y canales. “Si la usamos al principio de la temporada y luego no obtenemos más agua, todo va a arruinarse”. Pase lo que pase durante esta primavera y verano, la perspectiva a largo plazo para el río es sombría por causa del cambio climático.

El Bravo es un río de “demasiado o casi nada”: después de uno o dos años secos normalmente le siguen un par de años de lluvias que permiten que se recupere. Si las temperaturas cada vez más altas provocadas por las emisiones de gases de efecto invernadero hacen que los años de lluvias traigan menos agua y que los años secos lo sean aún más, como pronostican los científicos, la recuperación de un año al otro será mucho más difícil.

“El efecto del calentamiento a largo plazo hace más difícil poder contar con una escorrentía de deshielo en las temporadas de lluvia”, señala David S. Gutzler, un climatólogo de la Universidad de Nuevo México. “También provoca que las temporadas secas sean mucho más duras de lo que eran antes”.

La escorrentía primaveral apenas suma un sexto del promedio y más del 90% de Nuevo México tiene niveles de sequía que van de graves a excepcionales, por lo que las condiciones en esta zona fronteriza son extremas. Incluso en los años con más lluvia ciertas extensiones del lecho del río llegan a secarse, porque se desvía el agua para los agricultores, pero este año empezó a secarse un par de meses antes de lo usual.

Pero el estado del río Bravo refleja una tendencia más amplia en el oeste estadounidense, donde las temperaturas más altas están reduciendo la acumulación de nieve y las corrientes fluviales. Un estudio del año pasado del río Colorado, que proporciona agua a 40 millones de personas y es mucho más grande que el Bravo, reveló que las corrientes de 2000 a 2014 estuvieron casi un 20% por debajo del promedio del siglo XX; al menos un tercio de la reducción se le atribuye al calentamiento provocado por los humanos. El estudio sugirió que si el cambio climático continúa sin disminuir, el calentamiento inducido por los humanos podría llegar a reducir el flujo del Colorado por lo menos un tercio más durante este siglo. “Estoy más preocupado por 2019 que por 2018”, dijo Gensler, el hidrólogo. “Existe la posibilidad de que vayamos a drenar hasta la última gota este año y lleguemos al próximo sin nada”.

Las temperaturas en el suroeste aumentaron casi un centígrado de 1901 a 2010, y algunos modelos climáticos pronostican un aumento total de tres o más grados para finales de este siglo. Como en cualquier otro lugar del oeste, las temperaturas más altas durante el invierno significan que habrá más precipitación en forma de lluvia que de nieve en las montañas San Juan y Sangre de Cristo, que alimentan al río Bravo.

Gutzler dijo que las temperaturas primaverales también tienen un impacto, pues el aire más cálido provoca que más nieve se convierta en vapor y básicamente desaparezca. Una temporada de cultivo más larga y calurosa también tiene un efecto, pues las plantas absorben más agua, lo que reduce aún más las corrientes fluviales. Una presa que da servicio a los agricultores en el sur de Nuevo México y Texas se encuentra en una sección del río que forma la frontera con México y desemboca en el Golfo de México; la mayor parte de su agua depende así de un afluente mexicano.

Conforme el río se seca, cuadrillas del Servicio de Pesca y Vida Silvestre estadounidense entran en acción y se ponen a trabajar para rescatar al piscardo plateado, una especie en peligro de extinción protegida en Estados Unidos que antes se reproducía a todo lo largo del río, pero ahora se encuentra solo en las zonas más altas. Normalmente las cuadrillas comenzarían este trabajo en junio, dijo Thomas P. Archdeacon, un biólogo del Servicio de Pesca y Vida Silvestre que dirige el operativo del rescate del piscardo. Este año, dijo, hicieron su primer rescate el 2 de abril y se han ido desplazando hacia el norte conforme tramos del río se han ido secando.

El río Bravo aún corre entre sauces, olivos rusos y otras plantas que crecen a lo largo de su orilla, y junto con las tierras de cultivo irrigadas por él forma un oasis largo y estrecho en medio de un paisaje más bien árido y sin vegetación. Sin embargo, ahora gran parte del mismo lecho del río está seco. En el norte de Albuquerque, Nuevo México, Derrick Lente cultiva 60 hectáreas, algunas de ellas dedicadas al pasto para las vacas que cría. Según las normas sobre uso del agua, los agricultores de los pueblos indígenas como el de Lente, quien vive en Sandía, deberían estar entre los últimos en quedarse sin agua.

Sus ancestros se han dedicado al cultivo en esta región durante cientos de años, en tiempos de lluvia y también de sequía. No obstante, Lente, quien también es un legislador estatal, reconoce que vienen problemas a largo plazo. Su padre y sus tíos, que han trabajado la tierra durante más tiempo que él, han visto los cambios. “Este es el peor estado en el que han visto al río en toda su vida”, dijo. “Los tiempos están cambiando, son más calurosos (…) Tendremos que tomar difíciles decisiones”, afirma, apesadumbrado.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Suceso insólito en Groenlandia

/ 26 de agosto de 2021 / 00:54

El sábado, sucedió algo extraordinario en el punto gélido alto de la capa de hielo de Groenlandia, a 3,2 kilómetros del cielo y más de 804 kilómetros sobre el círculo polar ártico: llovió por primera vez.

La lluvia en una estación de investigación —no solo unas cuantas gotas o una llovizna, sino un torrente que duró varias horas, al tiempo que las temperaturas aumentaban un poco por sobre el punto de congelación— es otra señal preocupante de que el Ártico está en cambio, puesto que se está calentando más rápido que cualquier otra región del planeta.

“Esto es increíble porque escribe un nuevo capítulo en el libro de Groenlandia”, señaló Marco Tedesco, investigador del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia. “Esto en verdad es algo nuevo”.

En la estación llamada Summit, misma que está habitada todo el año bajo el auspicio de la Fundación Nacional de Ciencias, no existen antecedentes de lluvia desde que comenzaron las observaciones en la década de 1980. Además, las simulaciones por computadora no muestran evidencias ni siquiera de antes, comentó Thomas Mote, climatólogo de la Universidad de Georgia.

En Summit, son casi igual de insólitas las condiciones por encima del punto de congelación. Antes de este siglo, los núcleos de hielo señalaban que éstas habían ocurrido solo seis veces en los últimos 2.000 años, escribió en un mensaje de correo electrónico Martin Stendel, investigador sénior del Instituto Meteorológico de Dinamarca.

No obstante, las temperaturas por encima del punto de congelación ya se han presentado en Summit en 2012, 2019 y este año: tres veces en menos de 10 años.

La capa de hielo de Groenlandia, que llega a tener un grosor de hasta tres kilómetros y cubre aproximadamente 1.683.492 kilómetros cuadrados, ha estado perdiendo más hielo y contribuyendo más al aumento del nivel del mar en las últimas décadas debido a que la Tierra se ha calentado como resultado de las emisiones de dióxido de carbono y otros gases que retienen el calor producido por los seres humanos.

La superficie de la capa de hielo aumenta su volumen cada año debido a que la acumulación de nieve es mayor que el deshielo de la superficie. Pero, en general, la capa pierde más hielo por la ruptura de los icebergs y por el deshielo en la parte en que se encuentra con el océano. Durante las últimas dos décadas, Groenlandia ha perdido, en promedio, más de 300.000 millones de toneladas de hielo al año.

Es probable que este año sea uno promedio en lo que respecta a la acumulación de la superficie, comentó Stendel, quien también coordina el Polar Portal, un sitio web que difunde los resultados de la investigación de los institutos daneses en el Ártico. Las fuertes nevadas de principios de año indicaron que tal vez éste sería superior al promedio en cuanto a la acumulación, pero dos periodos de calentamiento en julio y otro a principios de agosto cambiaron esa idea al provocar un deshielo generalizado de la superficie.

El calentamiento que acompañó la lluvia el sábado pasado también provocó que se derritiera más del 50% de la capa de hielo de la superficie.

Mote afirmó que estos episodios de deshielo eran sucesos “aislados”. “Pero parece que estos acontecimientos están ocurriendo con cada vez mayor frecuencia”, comentó. “Y eso nos dice que estamos viendo pruebas auténticas del cambio climático en Groenlandia”.

Según Mote, el sábado pasado fue la primera vez desde que se inició el monitoreo satelital en 1979 que ha ocurrido un deshielo de más de la mitad de la superficie a mediados de agosto. Por lo general, el mayor deshielo se presenta a mediados de julio, como en 2012, cuando hubo un gigantesco evento de deshielo.

“Para cuando llegamos a mediados de agosto, casi siempre estamos viendo un rápido retroceso de la actividad del deshielo y una disminución de la temperatura”, explicó.

Tedesco señaló que, ya que el agua fluye hacia el hielo y no hacia el océano, la lluvia en Summit no contribuiría de manera directa al aumento del nivel del mar. “Pero si esto está ocurriendo en Summit, el efecto será más violento en elevaciones más bajas”, mencionó. “Y, de hecho, ese hielo sí va hacia el océano”. Tedesco calificó de “preocupante” la lluvia en Summit debido a que demuestra que incluso un pequeño calentamiento puede afectar a la región.

“La situación del Ártico puede cambiar bastante con un calentamiento de 0,278 grados Celsius, ya que se puede pasar de un estado de congelamiento a un estado líquido”, explicó. “Eso es exactamente lo que estamos viendo”.

Henry Fountain es columnista de The New York Times.

Comparte y opina: