Defendamos la Convención sobre Armas Químicas
Las armas químicas asfixian, estrangulan, ampollan y envenenan.
Los políticos se dan la mano y sonríen. Las cámaras los fotografían. Muchos documentos se firman y sellan. La prensa mundial informa sobre la firma de otro acuerdo internacional. Las cumbres, convenciones y tratados internacionales pueden parecer ajenos a la vida de la gente común; oportunidades para tomar fotos en lugar de hitos. Sin embargo, este es el modo en que nos ponemos de acuerdo sobre la clase de mundo en el cual queremos vivir. Son las promesas que nos hacemos los unos a los otros. Nuestros compromisos y su implementación apuntalan el sistema internacional y nos mantienen seguros. Cuando los acuerdos se rompen o se les permite caer en la irrelevancia, las consecuencias se vuelven demasiado reales para todos y cada uno de nosotros.
La Convención sobre Armas Químicas es uno de estos acuerdos vitales, pero hay señales preocupantes de que hemos olvidado el motivo por cual trabajamos tan arduamente para lograrlo. Las armas químicas asfixian, estrangulan, ampollan y envenenan. Cuando no son letales, sus efectos pueden durar toda la vida. Durante el siglo XX fueron utilizadas dentro y fuera del campo de batalla con horribles consecuencias. Durante la Primera Guerra Mundial, más de 90.000 soldados sufrieron muertes dolorosas tras el uso de cloro, mostaza y otros agentes químicos. Casi 1 millón más se quedaron ciegos, desfigurados o recibieron lesiones debilitantes.
Las armas químicas también se usaron con consecuencias devastadoras en Marruecos, Yemen, China y Abisinia (hoy Etiopía). Las secuelas de su despliegue en la guerra de Irán-Iraq en la década de los 80 continúan sintiéndose actualmente, con 30.000 ciudadanos iraníes que todavía sufren y mueren por los efectos de los agentes utilizados en el conflicto.
La Convención sobre Armas Químicas entró en vigor en 1997 y creó la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ). Por primera vez en el mundo existía un ente independiente y apolítico para investigar el uso de armas químicas. Ciento noventa y dos países (192), incluyendo Bolivia, han ratificado dicho convenio y son Estados parte en la Convención sobre las Armas Químicas.
La comunidad internacional ha convenido en que el desarrollo, la producción, el almacenamiento y el despliegue de estos instrumentos letales deberían quedar en el pasado. No puede haber impunidad para cualquiera que haga uso de armas químicas en un conflicto. Apenas 20 años después de este momento decisivo, y cinco años después de que la OPCW recibiera el Premio Nobel de la Paz por sus extraordinarios logros, este tratado y esas normas están bajo amenaza. Desde principios de 2017 se han utilizado armas químicas contra civiles en Siria, Iraq, Malasia y el Reino Unido.
El uso repetido de armas químicas representa una grave amenaza para la Convención sobre Armas Químicas y para el orden internacional fundado en las leyes, que nos mantiene a todos a salvo. Ambos deben ser protegidos y fortalecidos.
El 29 de mayo, el Reino Unido y otros 10 países lanzaron un llamado para que todos los Estados parte de la Convención sobre Armas Químicas se reúnan para buscar alternativas de fortalecimiento y protección a esta piedra angular del régimen internacional de no proliferación bélica y desarme. Esperamos sinceramente que Bolivia se una a este llamado, más aún en su calidad de miembro no permanente del Consejo de Seguridad y actual presidente del Comité 1540 para la no proliferación de armas nucleares, químicas y biológicas de la ONU.
En esta reunión no se pedirá a los Estados que tomen partido o asuman posición sobre un ataque en particular. Más bien, esta es una elección por el Estado de derecho y el sistema basado en normas internacionales, frente a la anarquía y la perspectiva enfermiza de que nosotros y nuestros hijos tengamos que ver a las armas químicas como algo normal.
Hace 20 años, la creación de la Convención sobre Armas Químicas marcó un punto de inflexión en la política mundial. El mundo trazó una línea en la arena y estuvo de acuerdo en que cualquier uso de armas químicas es injustificado y aborrecible. Ahora es cuando debemos actuar decididamente para defenderla.