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Felicidad

Como en tantos otros campos del saber humano, la historia registra a un griego como el primero. Sí, fue Epicuro quien anunció que el propósito de la vida y de la filosofía no era otro que la búsqueda de la felicidad. Y, claro está, su complemento, el placer. Eudaimonia y Hedné, dos hermanos complementarios y a veces también lejanos.

Claro que para Epicuro no había vida en el más allá y había que sacarle el jugo a la actual. Con los años, la religión comenzó a ponderar el sufrimiento como camino al cielo. Por supuesto que era el sufrimiento de los dominados lo que importaba, porque los poderosos (incluyendo a los obispos) la pasaban bomba.

Aires de libertad volvieron a poner a la felicidad como el centro de la búsqueda humana. Así, los padres fundadores de Estados Unidos proclamaron, a través de Tomás Jefferson, en su Declaración de la Independencia: “Los hombres son creados iguales (…) son dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables (…) la búsqueda de la felicidad”. Y los revolucionarios del 16 de julio en La Paz que construyeron el primer gobierno de la Independencia boliviana proclamaron: “Valerosos paceños no miréis con desdén la felicidad de nuestro suelo (…)”.

Sin embargo, como anota el judío Noah Harari, la felicidad es evanescente, fugaz. Y menos mal que es así, anota el autor de Homo Deux, porque eso nos guía a nuevas y permanentes búsquedas. Imaginémonos si nos bastara una relación sexual para ser felices; nunca daríamos hermanos a nuestros hijos. Y si nos bastara una sola comida, terminaríamos muriendo de hambre.

Necesitamos de la búsqueda permanente de los sueños. Por eso Jefferson (quien además de tener esposa buscó la dicha en brazos de su esclava negra, con la que tuvo varios hijos y convivió en pareja cuando era embajador de la revolución en París antes de ser presidente de EEUU) hablaba de la búsqueda de la felicidad, no de tener derecho a la felicidad. Como señalando que es en el camino y no en la cumbre donde está la alegría; que nos realizamos en lo efímero.

Traslademos esto a la política. Los bolivianos están pendientes de un nuevo horizonte de sueños. Lo que se hizo ha sido fundamental: 3 millones de bolivianos han salido de la pobreza, y quienes visitan La Paz (y este es un solo de los muchos ejemplos que puedo citar) saben que esta ciudad hoy es muy diferente a la que era hace una década.

Pero no basta, precisamente porque la felicidad es fugaz y está en nuestros genes la búsqueda permanente de ella. Quien encuentre la clave para seguir soñando, encenderá nuevamente el corazón de los bolivianos. Y solo la izquierda puede darnos esos sueños, porque la derecha, el neoliberalismo, es sinónimo de pesadilla. Sino, pregúntenles a los argentinos.